Esfumados

Ene 1 • destacamos, Ficciones, principales • 3934 Views • No hay comentarios en Esfumados

 

El escritor y pintor Guillermo Arreola nos presenta un cuento en el que los arcanos del tarot van marcando los caóticos episodios emocionales del protagonista, sumido en un duelo aparentemente amoroso, al mismo tiempo que vislumbra los diálogos silentes con su gato

 

POR GUILLERMO ARREOLA 

Para Geney Beltrán

 

13 grados centígrados. Un apartamento: un refugio para el cuerpo; un desamparo mental. Un gato. La Rueda de la Fortuna (tarot): el paso por una esquina de la buena o de la mala suerte, una irrupción memorial que nos recuerda nuestra cita ya inaplazable con el presente. Manchas de pintura en la duela. El mar en una fotografía. El gato ni está triste ni es azul.

 

No importa lo que haya que atravesar si al final queda algún rastro de belleza. Te echaré de menos hasta cuando me recuerdes, te
dije un día. Me asomo por el balcón, las calles semivacías, la luz desteñida. Vuelvo la vista hacia el cielo. CREERÁS SOÑAR, dice ahí
en inmensas letras humadas o nubosas. Confía.

 

***

 

Negro, azul cobalto, gris. Aparece una inscripción sobre una roca en la memoria, como un fantasma: el yonque de tu cráneo. Anne Carson en el desayuno: “mañana llueve”. El gato corre persiguiendo lo que yo no alcanzo a ver. Un espectáculo fugaz que encubre una estrategia de guerra. Y la tibieza en un cromo engañosamente alpino pegado en la pared de la cocina. El despliegue de tres lienzos en el piso, un ruido seco que rompe el cascarón de lo inminente. A un lado, dispongo los colores: pastosos; su consistencia cede ante los primeros movimientos de mi mano, la fuerza del movimiento de un hueso, diez huesos, 206 huesos en la espiral del aliento. Líneas, manchas y un chisguete de pintura color naranja me cuentan que en la larva de la imagen hierve un puñado de plegarias a la nada. El brillo trementina de tus ojos, tus costas de lenguaje.

 

Un compás colocado al final de un pentagrama: “Su tragedia está vacía”, me dijo la adivina que consulté virtualmente para que me hablara de ti mediante una ominosa baraja. El brillo del lenguaje fetal en tu mirada, tus costas trementinas. “¿Y sabes a qué huele su sombra?”, me preguntó. No le respondí. “Su tragedia está vacía. La tuya es mediocre, amas a un espectro”, dijo. El gato me ve recordarte en voz baja como si rezara, bosteza y estampa su sombra multiplicada en las paredes y el techo.

 

***

 

Amanecer. Una instalación de excesos o intentos de huida sobre la mesa: botellas volcadas, ceniceros colmados de cenizas, un apóstrofe para iniciar el día: “Di a mi alma: Yo soy tu salvación” (Salmo 34). El gato da volteretas y luego hurga en sus escondites preferidos: combate epifanías. Tres llamadas perdidas (no eras tú). 16 grados centígrados en los que hiberna un tesoro (de fantasmas). Anne Carson (o su poema) oía chasquidos en el sueño. El gato cabe en cualquier nicho; podría incluso entrar de cuerpo entero y dormir en una de estas frases, o en la esquina de un cuadro. Nace una nueva imagen de la matriz de la mano. Retumba como una voz en el interior de una cueva. Ya no tengo ningún secreto que revelarte, ni ganas de tejer un vínculo con el futuro.

 

***

 

18 grados centígrados. Un presunto poeta indigente y ebrio en la calle zarandeó las ramas del sueño. De mañana abro la ventana; veo pelusas en el aire. Toda la madrugada el poeta teporocho había balaceado la noche con su “¡Yo soy otro, le dije a mi mamá!”. Todo terminará por esconderse en los pliegues de lo ordinario, no sin antes destellar por última vez. Van Gogh en las pastas de una libreta. Desde el momento en que me hablaste dejé de pensar que eras inalcanzable. A principios del año pasado, recuerdo, mi amiga me llamó para contarme de su primer dolor de espalda. El gato acababa de llegar conmigo. Era todavía un cachorro, un asombro en miniatura. Luego, en el transcurso de los meses siguientes ocurrió aquel hecho horrible en donde ella tropezó con el hueso fracturado de lo real. El gato duerme hecho un ovillo o un laberinto. El pasado brilla como una fruta demasiado madura pendiendo de una rama.

 

***

 

Pájaros. Mayormente soleado. El gato los observa tras el vidrio de la puerta del balcón y comienza a salivar. En sus papilas nace el manuscrito de la caza y el sacrificio. “¿Se ha fijado usted en las mariposas cuando ven una luz?” (Fiodor Dostoievski). Flujo. Meto las manos en cajas y encuentro todo lo que alguna vez deseé conservar y luego perder y enseguida recuperar y ahora perder de nuevo. 20 grados centígrados. Anne Carson dice que uno recuerda la libertad. No había nivel de luz que no consideraras agresiva, no para tu rostro o tu cuerpo, sino para tu pensamiento. Ahora el gato toma una siesta, sentado y con los ojos bien abiertos.

 

***

 

Nublado (parcialmente). Arañazos en el brazo izquierdo. El gato quiere comer. Noticias, que se diluirán con la resaca. Pelusas. ¿Qué gobierna un gobierno en la órbita de la mente individual? “También las aberraciones deben estar representadas. ¿Acaso la vida no es una aberración?” (Jean Dubuffet). Desde que el significado de la verdad está en revuelta, en vilo ha quedado su dosis catártica de crueldad. Nos deleitamos, en cambio, en la encubierta crueldad de la mentira. “Nos vemos obligados a buscar la verdad en vez de ser la verdad” (John Berger). Anne Carson sale del bastidor de este día. No se puede sostener un pensamiento activo con un puñado de citas. (El arcano XIII, que no lleva nombre). Una figura me observa desde uno de los lienzos que yacen en el piso, de abajo hacia arriba. Del inframundo hacia su reflejo.

 

***

 

Trepó hasta una ventana semiabierta y se lanzó al vacío. Cuatro pisos. El gato. 19 grados centígrados (número funesto). El Enamorado (tarot): elección contra lo contingente. Saltó de madrugada, deduzco. Piensa en mí como si pensaras en un tejado ruinoso. Al despertar y no encontrarlo, salí corriendo en su busca. “Su casa está en otro mundo” (Nathaniel Hawthorne). Seis horas sin saber de él. En el balcón de uno de los vecinos del piso de abajo, hallé rastros de sangre. Pedí entrar a los balcones de los demás apartamentos; los vecinos aceptaron siempre y cuando lo hiciera con las más rigurosas medidas de prevención sanitaria. Lo encontré detrás de un lavadero en el apartamento 102. Aparentemente no está herido. Siete vidas. “Y le buscamos cobijo contra la furia callejera” (Hart Carne).

 

***

 

Una lámina de plata color azul olvido el cielo. ¿Y si de repente descubrieras que la historia de tu vida está basada en hechos reales?, me preguntaste en una ocasión en que jugábamos a ser ficciones. Lo dijiste como haciendo alarde de ingenio. Un gato se ahorca con su propia cola (noticia falsa y viral). Sobre papel Canson de 250 gramos imágenes de un cuento chino: anaranjado, verde clorofila, rojo, un ser infantil y un pollito se encaminan hacia las falanges de una mano gigantesca. Sed de peligro. Tocan a la puerta. Abro. Es la entrega de víveres para una semana más. “Qué vamos a hacerle si el corazón sigue viviendo” (Hart Crane). Carta del tarot La Estrella: contener el agua que se derrama. Has sido la única persona que me ha pedido desabrocharle un pantalón. Hazlo como si me sometieras, como si me obligaras a abrir la boca, dijiste.

 

***

 

Toda la madrugada estuvo el gato jugando entre lo oscuro. Al amanecer, El Ermitaño (tarot) dijo que había que descubrir algo. Desde el balcón diviso a un Jesucristo desnudo vociferando en la calle: “¡RESISTE!”. Uno se descubre en los pedazos que de sí muestran los demás. “La candela del cuerpo es el ojo” (el Evangelio según San Mateo). 18 grados centígrados. Si la locura no viene a usted, intente al menos que le dé una cita (arte). “El deseo al cuadrado es amor” (reaparece Anne Carson en un sorbo de café). Jesucristo desnudo y el cuerpo llagado rebota su mente en ectoplasma de palabras contra el pavimento, como un balón. No podría pintarlo aunque lo desee, pienso, lo mío surge del campo de lo invisible (arrogancia), de lo que no he visto (pretensión). Dice Anne Carson que dice él (el hombre, otro, quizás un marido): “La locura puede ponerse de moda”. Esto no es un diario. Finge que aún tienes avidez por un mañana y agrega una nota de pie de página más a tu vida.

 

***

 

Los animales estamos desnudos, parece que me insinuara el gato boca arriba y alzando las patas. Que a punto estabas de volverte espectro, me dijeron cuando te conocí. A veces el mejor escondite está en el lugar común, un misterio en la superficie de lo consabido. Seamos sólo amigos entre nuestros pensamientos, me decías. Todo parece igual que ayer y sin embargo unas listas blancas en pintura del cielo informan que el ayer ha mutado. Un telegrama de hace más de 20 años entre las páginas de un libro que no leí: “Querer más es imposible”. La Justicia (tarot): que el veredicto sea piadoso cuando estés en el banquillo. Alambres retorcidos, trozos de madera, trapos, y la foto de un hombre que aseguraba que su cabeza era un jardín.

 

***

 

Entre más fugacidad menos deseo. “Si falla la memoria todo quiebra” (Olvido García Valdés). Miro al gato lamer su propia sombra en una pared. Hoy me llamó Pedro y sugirió rumbo a ciertas pinturas: “Tienes que encontrar la grieta en tus pinturas. Haz que arriben a la realidad de este tiempo que nos ha tocado vivir”. En cambio, en un lienzo que he estado pintando sólo veo lo indiscernible. Una fisura entre circunstancia y razón, y pese a ello: una imagen. Aristóteles aludía a que el hombre necesitaba de las imágenes “para pensar en el tiempo lo que está fuera del tiempo”. 12 grados centígrados. El aislamiento devendrá salud. Y quizá la esperanza alcance su rango más superfluo. “Un poco de destrucción es necesaria” (Arthur Rimbaud). Descubro un eco de tu presencia al cambiar una sábana en la cama. La jacaranda se estremece y roza con sus ramas el balcón. Siento que he ido más allá de mi propio nacimiento, decías; tócame, ya soy mi propia invención. Hay un sonido sobre la duela, las pisadas del gato.

 

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El Mundo (tarot). Un transcurrir de espacio y tiempo quebradizos con fachada de indefensa calma, y su respectivo reportaje. La meteorología como faro en el mar de las sensaciones. Dirigir la vista hacia las flores de la jacaranda. Un fármaco contra la ansiedad, la renuncia a buscar en cada acto y cada pensamiento un carácter de originalidad y pureza. El gato afilando sus uñas en un escritorio. En medio de una pintura de escena se ha sobrepuesto un esfumado. 14 grados centígrados. Me dijo alguien a quien le conté que pasaba por un periodo de sequía: “el primer paso es la emoción”. La emoción era el papel pautado con el que orquestabas tus abismos.

 

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Nublado. Cuánto tiempo dilapidado en la búsqueda de los restos del yo. Leo: “hacia 1779, Francisco de Goya y Lucientes ya está en condición de besar las manos de sus majestades” (como yo besaba algunos de los objetos que tocaste). Cioran durante el desayuno, un gran estímulo digestivo. El insomnio es nutrimento del pesimista (lugar común). El gato se ha apoltronado en una repisa, cuando lo miro empieza a lanzar arañazos como si quisiera demarcar su territorio en el aire. No hay que convencer a nadie de nada, que cada quien sea el estilista de su propia caída, experimentar los grados bajo 0. Las ideas y los gestos también pasarán a formar parte de un mercado (tarde o temprano).

 

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La Torre (tarot). A brazadas voy librando el día. Resaca con la imagen de una decena de botellas vacías esparcidas en el piso. Un sorbo de miel. Las piedras, jamás, un autorretrato que sobrevive en el tiempo: un nadador que ha naufragado pero se resiste a morir en el agua. Volver a respirar después del ahogamiento. ¿Estás? Este es el lugar que he habitado durante 20 años. Hasta aquí llegaste con el gato en brazos buscándole una guarida. “Déjalo ahí”, te dije señalándote un sofá. Cuando cruzaste la puerta para marcharte lo tomé entre las manos y le toqué el pelaje como si tocara el tallo de una flor, una piel amada. ¿De dónde lo sacaste? ¿De qué furia callejera te tomó por asalto? Quizá mi amiga había sentido ya el vaho de la muerte cuando me llamó por teléfono para contarme de su dolor de espalda. “Yo puedo sembrar la idea, el grano…, de ese grano nacerá un hecho” (Dostoievski). El lugar de la belleza nunca podrá ser desalojado. El día transcurre a brazadas. A tramos, el nadador se detiene a contemplar sus llagas entre el agua. Y la sal es el fuego que restalla en su carne. “Algunas veces se gozan los hombres con la adversidad” (Séneca). Prosigue su nado hasta el atardecer. En la playa de la noche depositará su naufragio. “Pasajero me iré y no será infructuoso el viaje” (Homero). Desollado o vacío pero en renacimiento. Pecios: restos de mí.

 

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Desollado o vacío pero en reconstrucción. Amanece. 23 grados centígrados. Contumelia parece el sol que se estrella sobre el vidrio de los edificios. Mi cuerpo empañado o arenoso: En alguna parte de mí ya te extrañaba. Pero ¿en dónde?, ¿quién eras?, ¿qué forma te habían dado? ¿Quién? El Sol y la Luna (tarot) harán juntura, querrían fusionarse. Eludo noticias. Recuerdo: frente al sol coreábamos en conjuro un poema de Rodolfo Hinostroza en Tuxpan (¿ocurrió?). Fue después de que me convenciste de que tenías que despojarte de máscaras. Un ritual de desapegos. Después encontramos una carta anónima sobre la arena (testifico). No es que hubieras intentado arrastrarme a tu oscuridad, sólo querías, dijiste, encontrar la salida de uno de sus niveles. Un hombre viaja en torno de sí mismo, quizá busque un camino. Y no necesita pretexto para la expiación. Son muchos los grados de la luz y de la oscuridad. La carta anónima que encontramos iba dirigida a Dios (no hubo respuesta seguramente).

 

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Finjamos que este día tiene un nombre: sábado. El escaso ruido del tráfico aún no absorbe del todo el canto de los pájaros. “La naturaleza es el espejo más transparente” (Dostoievski). He encontrado en un poema rastros de condición bipolar. Me llenas de abismos, me agujereas la mente cuando estoy contigo, decías. “El fuerte es más fuerte cuando está solo” (Hitler). Sentir que la cara se llena de flores (soledad). “Naturalmente, había perdido la esperanza de poder algún día volver a dibujar” (Hitler). Somos juguete del olvido, lo tierno está en el ego. Este domingo, digo este sábado, está lleno de codiciadas autopistas (que ya no recorreremos juntos). El pasado se reparte (se reporta) en descargas eléctricas (creatividad) y carreteras mentales. El gato me araña exigiendo agua fresca. La carta El Juicio (tarot) dice que somos los artífices de la justicia que se nos prodigue.

 

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Cantan los pájaros en el árbol de jacaranda, ladra un perro en el pasillo. Desde la ventana de mi dormitorio veo el cielo y es una celosía de ramas y colores lilas: MALVA PARA LAS LÁGRIMAS aúlla a pleno sol. Pinto durante dos horas, cuatro horas; luego cubro con pintura negra y a brochazos lo pintado. Envuelto en sus propios maullidos el gato va y viene por el apartamento, como si anunciara un terremoto. Se requiere de gran fortaleza para sentir impunemente. Si uno se atiene a los principios del budismo el soundtrack de la vida, entonces, es el sufrimiento. “Por mucha amplitud de espíritu que se tenga, sólo se es capaz de una gran pasión” (Pascal). Las camisas y los pantalones que dejaste cuelgan aún del olvido en el clóset. Voy a llenar de palabras las paredes de tu casa para que también ellas sepan lo que me has hecho, dijiste un día. Te lo impedí a tiempo. Las imágenes son el hilo con que retomo un camino por venir (sin promesa de futuro). Se requiere de gran decisión para sentir impunemente.

 

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Nublado Mantegna. Fin de algunos rituales, nacimiento de otros. El gato mira en vaivén hacia lo alto y hacia lo bajo. Alguien toca el vidrio de una ventana en una casa vacía (infancia). El gato salta. Alguien desliza una fotografía por debajo de la puerta. En un libro, cuyo autor no recuerdo, se dice que sólo existe aquello que se mueve. ¿Con cuántos grados de temperatura se obtiene un estado anímico que excluya la severa vigilancia del buró del inconsciente? Noticia: un hombre entra a un templo y derriba una estatua de Cristo. Después de ser detenido confesó haberse contagiado del virus. Su delito será tipificado como federal. El hombre se apellida Fuegos.

 

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Volver a la música, a Elegía, op. 3 no. 1 (de Rachmaninov). A una pintura de Lilia Carrillo: Sin nubes y sin estrellas (quizás en el cielo nadie nada había escrito). Volver a las palabras de Marlene Dumas, otra pintora: “los artistas y las prostitutas son iguales”. El gato se aproxima hasta una bocina, la huele y se agazapa en la música que brota de ella. Recuerdo: mi amigo actor, amigo desde jóvenes, entrando a escena para representar a Amnón, el creado por Federico García Lorca. Noticia: mi amigo está hospitalizado. Lo alcanzó la peste. Intentaré mantenerte al tanto sobre su salud, me promete en un mensaje la poeta Ruth Vargas Leyva. Desde anoche, en el apartamento de al lado alguien no ha dejado de toser.

 

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El oxígeno que se desprende de la palabra anhelo. Un canto cardenche y luego la sonata en sol mayor de Bach (Bozena Slawinska, violoncello). “La cultura, el saber, son algo mucho más ligero de lo que parece” (W. Gombrowicz). No es necesario arribar a la tragedia para experimentar una gran conmoción; por ejemplo, hay la historia de un niño al que le arrebataron el pan de la boca. Pienso (anhelo): quizá mañana, tú te despertarías aquí conmigo y pondrías un alto a tu obsesivo compromiso por alimentar tu culpa de sentir que vivías demasiado. Te olvidarías de todo, y te sentarías a escribir el poema que siempre quisiste. Tendrías 40 años, entonces, y te parecerías al recuerdo de una mujer de nombre Dolores. “El imperio de la razón es terrible” (Gombrowicz). He renunciado a seguir registrando la temperatura de los días. El gato no ha querido comer y ha vomitado un líquido espumoso. Se está purificando.

 

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Intercambio de luces y colores. El gato me observa con sus iris de diamante. Anne Carson, sus poemas, y Carson, un mesero canadiense a quien conocí hace dos años, brillan como dos símbolos en mi memoria. La cotidianidad es un peligro, esta calma que arde como la mente de un psicótico. Me dijo Carson, el mesero canadiense que conocí hace dos años: “la guerra y la revolución en internet es la nostalgia de sudor en el cuerpo de las manos”. Noticias sobre la alta mortandad que va dejando la peste. ¿Y la soledad, a cuántos mata? A mi amigo Ed lo mató ella. En soledad consumía todos los días su gramo de crack, o heroína inyectada. La última vez que hablamos por teléfono me dijo: “Sólo quiero soñar. Dime cuál es mi número telefónico, que lo he olvidado”. Lo encontraron tirado en una calle del barrio de Skid Row, en Los Angeles. Ed tenía la piel llagada y toneladas de soledad donde enterrarse. Decía que lo único que consideraba de su propiedad era una esquina de pensamiento. “¡Si yo sueño, el mundo se detiene en su cauce hacia la destrucción de todos!”, decía. Jesucristo vociferando a lo largo de su vida: ¡RESISTE!

 

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Pienso en tu signo, Géminis, y recuerdo una noche en que conocí a dos gemelos en un antro; Cástor y Pólux decían llamarse, se reían tras pronunciar sus nombres. En la memoria el tiempo se ha quedado sin fechas. En el presente la fecha se convierte en una marca de fuego, la cifra de un evento: el mensaje es escueto: lo siento, falleció tu amigo el actor. Un tropel de imágenes (¿emociones?). El gato se arrebuja en mis piernas. Suspira, sólo suspira, como si me quisiera decir: llorar no sirve de nada. Amnón, el cuerpo que respira, respira, y ya no respira. Quizá te recuerde como si te soñara. Nada de esto lo anunció el tarot.

 

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Desde el apartamento de un cuarto piso, entro de noche en el mar. Pienso en ti cuando veo la escoba-anguila y el trapeador-pulpo, y pienso también en mi amiga, que a principios del año pasado me llamó para contarme de su dolor de espalda. Sacudo la cabeza y recuerdo que tú eras, en realidad, o querías serlo: un gato. Platonópolis pudo haber sido un lugar, incluso una ciudad, pero se quedó en esbozo en la mente de un hombre: Plotino. Gatópolis sería una ciudad a la que hubiésemos podido entrar juntos tú y yo. Si Plotino se mostraba reacio a reconocer la belleza del cuerpo humano, era porque lo concebía sólo como una imagen, casi un apéndice del alma. En tu cuerpo no estabas tú, lo poseía un síndrome, la moda negra de cuando yo nací ya todo estaba perdido.

 

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Tiempo de demarcar. “Escucha en las noches cómo se rasga la seda” (Leopoldo María Panero). Acaso enloquecer sea también horadar los encubrimientos visuales con que se ha simulado la crudeza y la insoportable celeridad del cuerpo hacia la muerte. Todo buen siquiatra sabe que poner un filete asado en el plato de un psicótico puede desencadenar ipso facto en el enfermo la visualización de un animal entero, abierto en canal, crudo. Chaim Soutine. “Mi nacimiento fue el primero de mis infortunios” (J.J. Rousseau). Demasiados libros, demasiadas selfies, demasiadas transmisiones en vivo, demasiados posts, demasiado ya lo demasiado. “Me inclino y reverencio todo” (Jack Kerouac).

 

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Pululan fantasmas como avispas apenas iniciado el día. Noticias: el mal: indomable, el pasado se transmite por Zoom. “Amigo, no andes mucho tiempo fuera de tu hogar” (Homero). Cartas a la deriva como arrojadas a un espumoso ponto de añoranza por la servidumbre. Dicen que afuera la peste está exterminando a los sobrantes de este mundo. Tú te marchaste bajando de prisa la escalera desde un cuarto piso y gritando que ya ibas a poder ser tú por completo. Tu libertad antes que el sacrificio de tener que vivir entre la invención y el sabor a óxido de la rutina. Supongo que la rutina era yo.

 

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El gato no sabe, ni lo sabrá, que hoy es su día. Le llamo por su nombre y me mira con piedad. Nublado pero no al punto de melancolías. El tenebroso ritual de administrar víveres. “Ya no bebas tanto, que bien no te miras.” Recuerdos (o rastros de lágrimas). “La piedad consiste en ser piadoso” (El Corán). “Hay opiniones que son moda” (Yourcenar). El gato se sacude como si se sacudiera el hastío. “Dios es el dueño del gran favor” (El Corán). “Advertí“Advertí un día que aquel a quien llamaba yo no existe” (Lanza del Vasto). A veces venía a visitarme mi amiga, se sentaba en el piso y de una gran bolsa que traía con ella sacaba un cuaderno para dibujar. Ahí, así, se quedaba durante horas, intentando arrancarle a lo blanco del papel algún indicio de sí misma. Estaba aún lejos de tropezar con el hueso fracturado de lo real. En cambio tú llegabas, y en cuanto te acercabas a mí te precipitabas sobre tu propio fantasma.

 

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No más noticias. Condenados a saber muy poco más allá de nuestros propios deseos. “Salta. Confía” (Samuel Beckett).Toda la mañana el gato me oyó leer en voz alta fragmentos de un no diario. Terminó arrinconándose debajo de la mesa. “Quien sabe que arde, arde en un fuego pequeño” (Petrarca). Las imágenes que del día emanan se amontonan como un manojo de fotografías donde ya no apareces tú.

 

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Detrás de toda elección, hay también un sacrificio. Detrás de todo casi siempre hay la posibilidad de obtener dinero o de perderlo. “Insistir es el derecho de quien tiene justicia en lo que pide” (Sófocles). El gato ha destrozado su sonaja, se queda quieto con semblante dramático. Me entero del fallecimiento de un amigo más, lo encontraron muerto en su casa, se infligió una lesión con un revólver. Alguna vez me pidió que le hiciera un retrato. Se lo entregué dos meses después de que me hizo la petición. Lo titulé La noche de tu vida: el avistamiento de un precipicio bajo un cielo colmado de estrellas. “¿Qué es esto?”, me dijo cuando vio el cuadro. “Te pedí un retrato. Esto no soy yo”. “Pero lo serás”, le respondí. Fue este amigo el que me enseñó a disparar, con el mismo revólver con el que se suicidó. “A todo bien supera el no haber nacido”, dice Antígona.

 

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El ojo de la pintura es cazador en lo invisible. Fue tu cazador, pero conseguiste librarlo.

 

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No importa lo que haya que atravesar si al final queda algún rastro de belleza. A veces la vida se parece a un refrigerador abandonado. Te echaré de menos hasta cuando me recuerdes. Siento que he ido más allá de mi nacimiento, de mi propia invención. En la covacha de tus besos encontré refugio. Yo vivía de las propinas que me dabas por dejarme querer. Tócame por última vez. Quizá podamos algún día ser sólo amigos en pensamientos. Acuérdate: la mente se llenará de calcetines impares y el amor terminará en un yonque. El tren que esperábamos pasó de largo, iba vacío. No éramos para nosotros.

 

No te atrevas a pintar mi rostro.

 

¿Que me amas? ¿Y a mí qué?

 

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Dar por concluida una nueva forma de caer. Imágenes e imágenes crucificadas sobre un lienzo o una pantalla. El deseo terminará por imponer su esencia veleidosa, me digo. “Alma, tengo necesidad de ti” (Thomas Hardy). El principio de resistir radica en ir a contracorriente. “Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma” (Luis Cernuda).

 

Me manda Haydé Zavala un mensaje por whatsapp: “Supongo que ya lo sabes”. Le respondo: “¿qué?”. “Ya podemos salir”, contesta.

 

El gato se halla muy quieto en el descansabrazos de un sillón, parpadea con lentitud. Camino hacia la puerta del balcón, la abro de par en par. Salgo, la luz me quema. Caen pelusas en el aire. Vuelvo la vista hacia el cielo y leo en él: ¡HAZLO!

 

“Pasajero me iré y no será infructuoso el viaje.”

 

Salto, y confío.

 

Créditos de Foto: Dante de la Vega /El Universal

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