¿Tiempo de canallas?

Abr 9 • destacamos, principales, Reflexiones • 12395 Views • No hay comentarios en ¿Tiempo de canallas?

 

El investigador critica la agenda de la dirección del Conacyt, con la que la 4T busca controlar la ciencia mexicana con acciones tales como la supresión de varias disciplinas, la remoción injustificada de directores en centros públicos de investigación, la imposición ilegal de autoridades en el CIDE o los comentarios que desacreditan los estudios de posgrado

 

POR ANTONIO LAZCANO ARAUJO
“Los trabajadores soviéticos, que están sacrificando su bienestar por el futuro de la Patria… tienen la obligación histórica de enviar a la guillotina, ya sea de manera real o figurada, a los provocadores, a los saboteadores, a los agentes que están al servicio del imperialismo”, afirmó en abril de 1931 Nikolai Ivanovich Bukharin ante los asistentes de la Conferencia de la Unión para Planificación del Trabajo Científico, y agregó que “todos los técnicos, los ingenieros y los científicos deben comprender que la historia les está obligando una vez más a escoger entre dos opciones, y que todos y cada uno de ustedes debe elegir con firmeza de que lado está”. Las amenazas de Bukharin causaron tal inquietud entre los asistentes, que Molotov se sintió obligado a tranquilizarlos pero sin dejar de insistir en que tenían la obligación de trabajar en los objetivos del primer Plan Quinquenal de Stalin.

 

Dos meses más tarde, una delegación soviética encabezada por el propio Bukharin llegó a Londres para participar en el Segundo Congreso Internacional de Historia de la Ciencia. Lo que estaba planeado como un evento académico fue visto por John D. Bernal como “la confrontación de ideas más importante que ha tenido lugar desde la Revolución de Octubre”. Exageraba, pero la profundidad de los trabajos de Abraham F. Joffe, Nikolái I. Vavilov y, sobre todo, de Boris M. Hessen, cuya extraordinaria ponencia sobre las raíces socioeconómicas de los Principia de Newton se sigue considerando un hito en la forma en que entendemos la historia de la ciencia. Según Bernal, el diálogo con los investigadores soviéticos no sólo demostró la relación de la ciencia y la tecnología con las fuerzas productivas y la obligación de los científicos para adherirse al socialismo, sino que también subrayaba la necesidad de dejar en manos del Estado la planificación y el control de la investigación científica. Producto de esas reflexiones fue su libro The social function of science, en donde volvió a insistir en el compromiso social de la comunidad científica y reiteró la idea de que el aparato científico fuera controlado por el Estado —y si es un Estado comunista, mejor. El libro fue publicado en 1939, pero para entonces Bukharin ya había sido fusilado por órdenes de Stalin, a Hessen lo había asesinado la policía secreta soviética de un tiro en la cabeza, y Vavilov languidecía en la cárcel a donde lo envió la furia de Lysenko y donde habría de morir hacia 1943.

 

El talento y la cultura de Bernal son legendarios, pero su obra, que debió haber sido el punto de partida para una discusión sobre el papel de la ciencia en países afligidos por enormes desigualdades socioeconómicas, durante la Guerra Fría quedó transformada en un vestigio paleontológico por una izquierda que aceptó sin chistar el esquema de Andrei A. Zhdánov, que afirmaba que ciencia y cultura reflejaban la división del mundo en “un campo soviético y democrático”, por un lado y, por otro, en “un bando estadounidense e imperialista”. Esta visión simplista fue promovida por muchos investigadores legítimamente preocupados por el imperialismo estadounidense y por el macartismo, pero fueron muy pocos los que intentaron articular opciones democráticas que permitieran eludir el peso del dogmatismo.

 

Es difícil saber si los empeños de la Dra. Álvarez-Buylla por controlar al aparato científico mexicano provienen de las enseñanzas del viejo modelo estalinista, o si llegó a ellas por convergencia, pero es imposible evitar las comparaciones. A la directora general del Conacyt le gusta salpicar sus arengas con términos huecos como el de “equidad epistémica” y, sin llamarlo por su nombre, apelar al nacionalismo étnico para justificar su aspiración a transformar y controlar a la ciencia mexicana. Sin embargo, no ha logrado disipar la pestilencia autoritaria que se desprende de los agravios y ofensas que ha cometido contra de la comunidad académica. La lista es larga e incluye la supresión de disciplinas como la biotecnología, la definición unilateral de los llamados Programas Nacionales Estratégicos o PRONACES, la remoción injustificada de directores de centros públicos de investigación y la imposición ilegal de autoridades en el CIDE, la asignación arbitraria de proyectos de investigación, las modificaciones extemporáneas a los reglamentos del Conacyt y del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la tentativa fallida de expulsar del SNI a los investigadores que laboran en las instituciones privadas, la pretensión canallesca de retirar las becas de posgrado a estudiantes embarazadas y, más recientemente, la letanía de mentiras con las que ha intentado desacreditar a los estudios de posgrado de las instituciones de educación superior.

 

A pesar de los excesos y errores de las administraciones anteriores del Conacyt, la brecha entre esta dependencia y la comunidad académica nunca había sido tan profunda. Amparada por el desinterés del presidente por la investigación académica, en los últimos tres años Elena Álvarez-Buylla ha convertido al Conacyt en una matraca política que hace sonar de cuando en cuando en las conferencias matutinas de Palacio Nacional. Creó, modificó y finalmente dejó de mencionar una supuesta Agenda de Estado para definir la política científica que estaba basada en las ideas de un simpatizante de la CIA, y sustituyó la crítica de las administraciones anteriores del Conacyt con acusaciones sin sustento en contra de 31 científicos y antiguos funcionarios de la dependencia, a los que en connivencia con el Dr. Gertz Manero intentó encarcelar en un penal de alta seguridad. ¿Favor con favor se paga? Para sorpresa de muchos, creó una comisión dictaminadora que nombró al Dr. Alejandro Gertz Manero como Investigador Nacional Nivel III, y en un acto de impudicia intelectual sin precedentes, el Conacyt de Elena Álvarez-Buylla legitimó al plagio como una modalidad académica.

 

Por ahora, el ejemplo más riesgoso de la irresponsabilidad de María Elena Álvarez-Buylla es el Anteproyecto de Iniciativa de Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, que despertó de inmediato la suspicacia de instituciones académicas, sociedades científicas y de un número importante de investigadores. La desconfianza está justificada, porque el anteproyecto ya se envió a la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (CONAMER), en donde la consulta pública sólo atañe a temas regulatorios. Todo indica que se pretende aprobar la propuesta en la modalidad de fast track aprovechando la mayoría de la que por ahora gozan los legisladores de Morena.

 

Lo que busca Álvarez-Buylla es la implantación formal de un modelo centralista e ideologizado de una ciencia de Estado, y para ello requiere tanto de la imposición de restricciones a la libertad de investigación, como del desmantelamiento de los mecanismos de participación como la evaluación de pares.

 

El anteproyecto incluye la instauración de una Junta de Gobierno en donde sólo votarán funcionarios federales y representantes elegidos por ella, así como la creación de un sistema nacional que englobe y controle a los Centros Públicos de Investigación al cual pretende incorporar al CINVESTAV, entre otras instituciones, “para garantizar que los beneficios sociales del progreso científico y tecnológico redunden en el bienestar del pueblo de México”. De hecho, la intromisión del Conacyt en la vida interna de universidades ya está siendo legitimada tanto con la imposición de cambios en el SNI que interfieren con las prioridades de instituciones autónomas, como con la modificación del reglamento de becas que permite que sea el Conacyt quien las asigne directamente sin tomar en cuenta los programas de posgrado de las instituciones.

 

La embriaguez del poder, por pequeño que este sea, puede nublar el entendimiento. Elena Álvarez-Buylla está empeñada en ignorar que la ciencia no admite el modo imperativo. Cada vez más aislada de la comunidad académica, ha sembrado la discordia entre el mundo científico y el gobierno, olvidando que la ciencia es, como escribió hace años Carol Travis, una forma de control de la arrogancia. Heredará el viento, pero a menos que los legisladores cancelen su empeño en subordinar a la comunidad académica y el trabajo científico, estarán plantando las semillas de un conflicto con resultados impredecibles. Aún se pueden evitar estas lamentables consecuencias. Éste no debe de ser un tiempo de canallas.

 

FOTO: Presenteción de los ventiladores Ehécatl 4T y Gätsi-Dydetec, dispositivos de tecnología mexicana/ Archivo El Universal

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