Un diálogo con el tiempo
POR ANA GARCÍA BERGUA
El cuento fantástico es uno de los géneros más deliciosamente antologables,
por la promesa que representa de inquietud, maravilla y terror. Leemos cuento
fantástico de autores clásicos muy conocidos y aun así sentimos que hacemos
una travesura, que nos metemos en terrenos juveniles, excitantes y oscuros.
Me pasa cuando releo a M. R. James, a Arthur Machen, a Dino Buzatti, a
Adolfo Bioy Casares. Es un retorno a la fascinación puramente literaria, lejos
del realismo y las cabriolas conceptuales, a la invención que lleva lejos eso
que a pesar de la modernidad seguimos identificando con nuestra frágil alma y
sus volubles gestos frente a la muerte, al misterio y la maravilla de nuestra
existencia en este mundo. Quizá la antología más conocida y memorable, a
este respecto, es la que realizaron Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y
Silvina Ocampo en 1940, para la que tradujeron a autores que hasta ese
momento no se conocían en español. Sin lugar a dudas se debe a Borges, el
Enorme Borges, esta apertura del español a la tradición sajona y al género
fantástico, del que es uno de los autores más importantes (si no el que más) en
el siglo XX. Otra antología célebre del cuento fantástico es la de Roger
Caillois, realizada en 1966 y que ordena los relatos por regiones geográficas,
situando así cada relato en la tradición de que proviene —y es cierto que la
idea de lo que es fantástico, es decir, lo que no es ni racional, ni real, se
relaciona en gran medida con la cultura que lo concibe y lee—. La Anthologie
du fantastique de Caillois fue traducida al castellano en 1970 y editada por
Sudamericana, y es posible que ahora se encuentre lejos del marco de
referencia de los lectores no especializados en el género. En cambio, quizá, la
espléndida recopilación que realizó Italo Calvino para el relato fantástico del
siglo XIX y que publicó Siruela en aquella colección azul ya inconseguible,
ha tenido varias reediciones. El propio conde de Siruela había planeado sacar
de nuevo a la luz la antología de Caillois, pero al parecer el asunto de los
derechos resultaba muy complicado. Por ello, se decidió a reunir su propia
Antología universal del cuento fantástico, que ha salido a la luz ahora, a
finales de 2013.
La idea de lo que representa el cuento fantástico como clasificación ha
cambiado mucho en nuestros días. A veces olvidamos que el cuento, como
género, nació fantástico con Hoffman, pero especialmente con Edgar Allan
Poe, quien estableció sus reglas. De hecho, es posible que el realismo en la
narrativa haya sido una combinación de recursos provenientes en gran medida
de lo fantástico, de la búsqueda de aquella tensión emocional, sexual y
artificiosa en la narración de cualquier suceso, real o no. Todo esto para decir
que, en realidad, no tendría nada de antiguo el hecho de seguir honrando a
nuestros fantasmas, y sí mucho de emocionante. Por ello se agradece mucho
esta antología de Jacobo Siruela que propone a los amantes del género nuevos
e insospechados placeres —si bien vuelve a elegir algunos clásicos
insustituibles, y en ello estamos de acuerdo, especialmente en el caso del
cuento de Henry James “Los amigos de los amigos”, una verdadera joya sobre
el amor de un hombre y una mujer que ven fantasmas y a su manera se
afantasman, o “Silba y acudiré”, de M. R. James. Algunos de los cuentos
seleccionados por el editor de Atalanta que me gustan mucho por su carácter
un tanto fetichista serían “El pie de la momia” de Théophile Gautier, “El velo
negro del pastor” de Nathaniel Hawthorne, “La ventana de la biblioteca” de
Margaret Oliphant, si bien es muy difícil detallar cada cuento de los aquí
incluidos, pues su lectura nos conduce a través de una muy bien urdida y
vertiginosa secuencia de pesadillas, habitaciones embrujadas, dobles y
fantasmas. De la araña seductora de Hanns Heinz Ewers a la terrible araña
tatuada en la espalda de una hermosa muchacha, de Junichiro Tanizaki, esta
antología está hecha además merced a una suerte de encadenamiento mágico a
través de los elementos que habitan los relatos, como un extraño collar. En la
introducción, un magnífico ensayo sobre el género fantástico y sus
ramificaciones, Jacobo Siruela aclara que su intención en el momento de
ordenar los textos ha sido “mostrar con claridad la evolución de la literatura
fantástica en el curso del tiempo”, de manera que ese encadenamiento de
elementos posee también una correspondencia con el tratamiento de los temas
de lo fantástico que se va modificando a lo largo del tiempo.
Por otra parte, un aspecto que se podría considerar novedoso en esta antología
es la elección de los textos pertenecientes al siglo XX. Jacobo Siruela afirma
que, “en el siglo XX, el relato fantástico sufrió una profunda transformación a
partir de tres figuras de muy distinta naturaleza: Kafka, Lovecraft y Borges”.
Kafka incorpora lo fantástico al mundo de la realidad cotidiana o al menos a
la manera de representarlo. Así, para Siruela, “La metamorfosis” sería un
cuento en el que el elemento fantástico es incorporado a la vida cotidiana y se
obra respecto de aquel con una naturalidad inquietante. Por su parte, Lovecraft
aportó “una nueva mitología, una especie de oscuro politeísmo neopagano que
simboliza a las fuerzas irracionales de lo inconsciente en lucha contra la
razón, que las reprime” (lo fantástico popular). Finalmente, señala Siruela,
para Borges todo es literatura: Borges “juzgaba a la metafísica como una de
las ramas de la literatura fantástica […]; consciente de que, llevada a sus
límites, la realidad sobrepasa con creces la capacidad humana de
comprensión, halló en la perplejidad la emoción más antigua y profunda.
Entonces, el verdadero deleite del arte es la contemplación tácita y laberíntica
del misterio de todas las cosas”. Así, la literatura fantástica parte del efecto de
un misterio sobrepuesto a la realidad racional, para desembocar, en el siglo de
la modernidad, en la contemplación del misterio que subyace a esta misma
realidad y la percepción que de ella tenemos. “Pedro Páramo y Cien años de
soledad serán las consecuencias más elaboradas de esta conjunta concepción
literaria, en la que los escenarios y personajes cotidianos se transforman en
surreales sin provocar el más mínimo asombro en los personajes de la trama”.
Y aquí llegaríamos, a través de Rulfo, a México como territorio de la literatura
fantástica. Como afirma Siruela, y no se puede sino estar de acuerdo, Pedro
Páramo es una novela que cumple de sobra con los requisitos del género
fantástico, si bien se ha insistido en catalogarla dentro de una tradición
telúricamente nacionalista. De hecho, Caillois incorporó a su antología el
cuento “Luvina” de Rulfo —Borges, por su parte, incluyó “Un hogar sólido”
de Elena Garro, a la suya—. Jacobo Siruela parece hacerle un guiño a México,
al buscar entre los autores nacionales a uno menos emblemático de “lo
nacional” y más del propio género, lo cual me parece un enorme acierto. En
efecto, en la Antología universal del relato fantástico figura Francisco Tario,
un autor que en las últimas décadas ha pasado a ocupar el lugar central que le
corresponde como uno de los más inquietantes cuentistas fantásticos del siglo
anterior. En esta antología podemos leer su cuento “La noche de Margaret
Rose”, uno de sus más logrados, que forma parte del espléndido libro La
noche. Asimismo, este “instalarse en el territorio de lo otro” que sería el
cuento fantástico en el siglo XX tiene a Cortázar como practicante conspicuo
y con él Siruela lanza otra referencia a México, al elegir, entre los cuentos del
argentino, “Axólotl”. Y es que, si el ajolote no fuera un animal verdadero,
Borges lo habría inventado e incluido, quizá, en su Manual de zoología
fantástica.
Una antología refrescante, diría yo, la de Jacobo Siruela, que nos invita a
revisitar el género y que se añade a las del siglo pasado como una nueva
derivación. En ella, lo fantástico avanza hacia distintos planos, hacia el propio
lector que, sin embargo, guarda en su interior la misma expectación que
abismaba al lector del siglo XIX: la lectura de los relatos que la componen es
un hermoso diálogo con el tiempo.
*Fotografía: fragmento de la portada de: Antología universal del relato fantástico, edición y prólogo de Jacobo Siruela, Atalanta, Girona, 2013, 1229 pp.
« Guillermo Tovar de Teresa : El espíritu barroco La reina de Ur »