Identidad escindida: una crítica de la serie “Severance”

Jul 2 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 6221 Views • No hay comentarios en Identidad escindida: una crítica de la serie “Severance”

 

Esta distopía lleva al extremo de la ciencia ficción el supuesto balance trabajo-vida, pues los protagonistas de esta serie olvidan su vida exterior cuando se encuentran en sus oficinas, pero al salir de éstas no recuerdan sus actividades laborales

 

POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA 
El escenario parece extraído de una novela de ciencia ficción. Tras décadas de estar atados a un sistema opresivo y explotador, decenas de millones de personas alrededor del mundo deciden rebelarse cuando una pandemia obliga al mundo a parar las máquinas por varios meses. Lejos de regresar a sus cubículos esclavizantes, la población inconforme rompe las cadenas para configurar lo que se denomina como “La gran renuncia”. Los empleadores, desesperados, ofrecen recompensas cosméticas para convencer a los trabajadores de que regresen a las oficinas: una máquina de capuchino, códigos informales de vestimenta, cupones de gasolina, botanas. Nada funciona. La percepción reinante es que la oficina como la conocemos, está a punto de desaparecer.

 

De acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, alrededor de 50 millones de estadounidenses renunciaron a su trabajo en 2021, la cifra más alta registrada hasta ahora. Algunos analistas argumentan que el fenómeno ya estaba en marcha desde antes de la pandemia (el número de dimisiones en Estados Unidos ya era de 40 millones en 2019), pero la crisis del Covid-19 acentuó la insatisfacción general: casi nadie quiere ser despedido, pero la mayoría desea renunciar.

 

Sin proponérselo deliberadamente, Severance, serie creada por Dan Erickson y producida por Apple TV, captura el anhelo de ruptura que prevalece en el mundo laboral pospandémico. Situado en un tiempo y lugar indeterminados, el programa cuenta la historia de un grupo de analistas de datos que trabajan para Lumon Industries, una megacorporación biotecnológica que ha perfeccionado un método de escisión mental (el severance del título) que divide la memoria entre el espacio laboral y el mundo exterior. Al interior de las oficinas, los analistas no recuerdan nada de su vida exterior; una vez fuera del trabajo, sin dejar de ser la misma persona, se olvidan de todo lo acontecido en Lumon. La idea del balance trabajo-vida es llevada al extremo. El individuo se escinde en dos: el innie, un oficinista confinado a un cubículo asfixiante rodeado por corredores que no conducen a ningún lado, y el outie, un individuo privilegiado y libre de cualquier recuerdo desgastante generado por su profesión. La escisión le permite al outie llevar una existencia más relajada y feliz. Dos conciencias en una sola persona.

 

El color blanco que prevalece en las oficinas es opresivo y totalitario. Si bien las áreas están divididas de tal manera que se requiere un mapa para tener una noción clara del lugar, los analistas están expuestos tanto a las miradas de sus colegas como a las numerosas cámaras que monitorean sus movimientos. El único lugar privado es el baño. Todo en Lumon está pensado para que los trabajadores se enfoquen en conseguir las metas; en este caso, la detección de extrañas series numéricas que parecen estar asociadas con un fin oscuro y siniestro. A primera vista, la creación de Erickson remite a las obsesiones de Charlie Kaufman, el guionista de ¿Quieres ser John Malkovich? y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Severance, sin embargo, jamás se siente derivativa. La clave es la realización de Ben Stiller, el otrora comediante (Zoolander) ahora reinventado como autor interesado en los dilemas existenciales de prisioneros que aspiran a ser libres (Fuga de Dannemora, su trabajo anterior, narraba el fallido escape de dos reos de una cárcel ubicada al norte de Nueva York). La estética de Stiller, quien dirige seis de los nueve episodios de la primera temporada, compagina formaciones simétricas reminiscentes de Stanley Kubrick (2001) y Jacques Tati (Playtime) con texturas propias de los thrillers paranoicos que marcaron a Estados Unidos en los 60 y 70 (The Manchurian Candidate, Seconds y The Parallax View).

 

Impulsada por un soberbio ensamble actoral (Adam Scott, Britt Lower, John Turturro), la serie está repleta de dardos envenenados contra la cultura corporativa, sobre todo aquella que promueve el optimismo como motor existencial, la mitificación de los CEOs o risibles sistemas de incentivos para mantener contento al personal, como ganar una comida en un restaurante de medio pelo por ser el “empleado de la semana”. Irónicamente, el aspecto más interesante de Severance es que los outies no son los individuos plenos que Lumon les prometió ser (Mark, el protagonista central, se encuentra prácticamente al borde del suicidio). Los innies de Lumon, por el contrario, aún cuentan con la energía para formar lazos afectivos y anhelar un futuro mejor. Al asumir que el trabajo es el precio que se debe pagar para sobrevivir y gozar del tiempo libre, el oficinista del siglo XXI se ha convertido en el depredador de sí mismo. ¿“La gran renuncia” cambiará esto? Difícilmente. No obstante, a estas alturas queda claro que no hay tal cosa como una división trabajo-vida; todo es vida, en realidad.

 

FOTO: Mark (interpretado por Adam Scott) descubrirá los turbios secretos que oculta la división mental que sufre/ Especial

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