El libro sagrado revelado en árabe: el Corán

Sep 3 • Reflexiones • 6637 Views • No hay comentarios en El libro sagrado revelado en árabe: el Corán

 

Revelado por Alá al profeta Mahoma a lo largo de dos décadas, el Corán se constituyó después de su muerte por califas y discípulos, guardando en algunos pasajes la presencia de figuras retomadas de la tradición judeocristiana

 

POR RAÚL ROJAS
El Corán es el libro sagrado de los musulmanes. Según reza la leyenda, sus versos le fueron revelados poco a poco al profeta Mahoma a lo largo de 22 años, comenzando en el año 610 de nuestra era. El Corán sí que se puede leer completo (hay quienes lo han memorizado), ya que es mucho más sucinto que la Biblia. Mientras que esta última utiliza aproximadamente 800 mil palabras, el Corán contiene menos de la décima parte. Además, ya que el Corán sería una revelación directa de Dios, solo la versión en árabe es considerada sagrada. Traducciones a otros idiomas son respetadas como “interpretación“ del traductor, pero no poseen la validez teológica del original.

 

El profeta Mahoma vivió del año 570 al año 632 de nuestra era. Nació en el seno de una familia de mercaderes y fue adoptado por familiares después de quedarse huérfano. Aprendió varios oficios y a supervisar caravanas. Una rica viuda, también de una familia de mercaderes, le propuso matrimonio después de que Mahoma había llevado a buen término una exitosa caravana de su propiedad. Su vida se hizo más confortable y comenzó a meditar, a veces aislado en la montaña. Durante uno de esos retiros, en la cueva Hira, cerca de la Meca, se le habría aparecido el arcángel Gabriel, quien le ordenó que recitara lo que a la larga serían los versos del Corán, llamados suras. En el lapso de los siguientes 22 años se acumularían 114 suras en total, que Mahoma recitaba a sus amigos y correligionarios después de cada revelación (de hecho Corán quiere decir “recitación” en árabe). Ellos las memorizaban y las transcribían, ya que no hay certeza de que Mahoma pudiera leer y escribir. Así las tribus arábicas pasaron a ser sociedades “con un libro”, como ya era el caso de los judíos y los cristianos. Dice el Corán: “Él ha hecho descender sobre ti el Libro que contiene la verdad y confirma lo que le precede; y Él hizo descender la Torah y el Evangelio antes de esto, como guía del pueblo; y Él hizo descender la verdad incontrovertible.”

 

La península arábiga había sido hasta la época de Mahoma una región relativamente pobre del mundo conocido y estaba poblada sobre todo por beduinos. No tenían una religión dominante, sino que practicaban un eclecticismo politeísta que los llevó a reunir cientos de ídolos en la Meca, cada uno representando a un dios diferente. Aquella ciudad era por eso punto de convergencia de peregrinaciones de devotos de cada dios. Pero entre todos esos ídolos había una deidad superior, llamada Alá (Al-lah en árabe), que quiere decir “el dios”. En aquellas ciudades árabes coexistían, hombro con hombro, el judaísmo, el cristianismo e innumerables cultos de dioses extranjeros. Hasta que llegó Mahoma, con una propuesta claramente monoteísta, basada en Alá como dios único y recogiendo además muchos fragmentos religiosos, tanto de la tradición judía como de la cristiana. Y además precisamente en la Meca, que ya era un centro de culto importante. Un santo que recibe directamente la palabra de Dios es un profeta y así el mercader Mahoma pasó a ser el profeta Mahoma.

 

A la muerte del profeta existían diversas transcripciones de las suras, muchas de las cuales habían sido transmitidas por tradición oral. El primer califa, Abu Bakr, recopiló muchos de esos fragmentos y el tercer califa, Uthman ibn Affan, reorganizó todo en la versión canónica del Corán, por eso llamada el Codex Uthmanico, que debe haber quedado completo 24 años después de la muerte de Mahoma. Según se dice, se verificó cada sura interrogando a los discípulos del profeta, para verificar que la hubieran escuchado de sus labios. Muchos de los versos no canónicos fueron destruidos.

 

Recuerdo que el primer Corán que leí lo encontré en la biblioteca de una iglesia protestante en Europa. Para mí fue toda una sorpresa que estuviera en los estantes. Pero más sorprendente aún fue encontrar muchas de las conocidas historias bíblicas en el texto del Corán. El primer hombre, Adán, figura en sus páginas, así como varios patriarcas judíos: Abraham, Moisés y Salomón. Algunos de los relatos fueron claramente tomados del Antiguo Testamento, algunos fueron adaptados. De la misma manera que en el Génesis, en el Corán Alá creó el mundo en seis días (sin contar el día de descanso). Y, sin embargo, a pesar de los puntos de contacto con la tradición judeocristiana, lo que dificulta enormemente la lectura es la combinación ecléctica de fragmentos de historias con preceptos religiosos, una mezcolanza que el historiador Edward Gibbon llamó “rapsodia incoherente”.

 

En el Corán se menciona repetidamente el “pacto” entre Alá y los “hijos de Israel”, que los salvaría a cambio de que reconocieran al verdadero dios. Este mensaje se machaca una y otra vez: el creyente debe aceptar un solo dios, todopoderoso y omnisciente, que ha creado el mundo y a la humanidad. Quizás Mahoma decidió apoyarse en la Torah para crear el Corán porque buena parte de sus historias ya eran conocidas en la época de sus revelaciones. En todo caso, no decidió comenzar de cero, con un relato totalmente diferente y por eso el Corán menciona a 50 personalidades que también figuran en la Biblia. El Corán admite la santidad de Jesucristo y menciona a José y María, pero no acepta que Jesucristo haya sido crucificado ni que haya sido el hijo de Dios.

 

Algunos versos del Corán han recibido diferentes interpretaciones, ya que el texto original aparentemente incluía algunas palabras de otros lenguajes, como el arameo, las que fueron integradas en un dialecto del árabe. Ya que este idioma se escribe sin vocales, y en aquella época no se usaban aun símbolos diacríticos para desambiguar la lectura de las consonantes, se pueden atribuir diferentes interpretaciones a los versos. Hay una historia de Mahoma, quizás apócrifa, pero que ilustra bien el problema: cuando dos personas disputaban sobre la interpretación de un verso del Corán, acudieron a Ubay ibn Ka’b, uno de los discípulos del profeta. Ubay respondió con una tercera interpretación, por lo que los tres fueron con Mahoma, quien declaró a las tres interpretaciones como correctas. Notando la perplejidad de Ubay, Mahoma le dijo “reza para que Alá te proteja del maldito Satanás”.

 

Pero hablando de Satanás y del infierno, ambos están presentes en el Corán, Satanás bajo el nombre de Iblis, quien es arrojado al infierno cuando Alá creó a Adán y les ordena a los ángeles que lo veneren. Iblis se negó, por orgullo, porque él había sido creado del fuego y no del lodo. El verso 51 de la sura 18 afirma: “Y acuérdate de cuando dijimos a los ángeles: ‘Someteos a Adán’ y todos ellos se sometieron, excepto Iblis. Era uno de los Yinn; y desobedeció la orden de su Señor”. Los Yinn serían seres míticos no muy explicados en el Corán, pero que figuran ampliamente en la literatura árabe como “genios” (como el de la lámpara de Aladino).

 

En cuanto al infierno, este es llamado Yahannam y contiene siete niveles. En cada nivel se castiga un pecado diferente: “Pues en verdad, el Infierno es el lugar prometido para todos ellos. Tiene siete puertas; y a cada puerta se le asigna un grupo de ellos.” (15:44-45). Curiosamente, el cielo también posee siete niveles: “Así Él los perfeccionó en siete cielos en dos períodos y reveló a cada cielo en su función. Y adornamos el cielo inferior con lámparas para dar luz y protección. Así es el decreto del Poderoso, el Omnisciente.” Esa doctrina de los “siete cielos” había nacido realmente siglos antes, en Mesopotamia. Cada nivel corresponde a uno de los astros conocidos en la antigüedad (la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno). Los judíos retomaron esa idea astronómica en el Talmud y los comentadores cristianos de la Biblia también. Así que para cuando Mahoma recibe la inspiración para el Corán, la creencia en siete niveles del cielo estaba bien establecida. Y para cuando Dante escribe la “Divina Comedia”, los escolásticos habían hecho crecer el número de niveles del cielo y del paraíso de siete a nueve. Mahoma, al igual que Dante, visitó el cielo, pero montado en una especie de caballo mágico, algo que en el Corán solo se menciona brevemente, pero que es reseñado en recopilaciones de las enseñanzas de Mahoma.

 

El Corán fue un éxito inmediato. Mientras que el cristianismo tardó siglos en propagarse y convertirse en religión oficial del imperio romano, el Islam se expandió en pocos años. Al principio hubo rechazo a las enseñanzas de Mahoma. Después de varios atentados en su contra, su comunidad religiosa emigró de la Meca a Medina. Es la llamada Hegira, que marca el año uno del calendario islámico. Aunque Mahoma esperaba ser reconocido por los judíos como uno más de sus profetas, esto no ocurrió y los musulmanes dejaron entonces de rezar orientados hacia Jerusalén para comenzar a rezar orientados hacia la Meca. En las mezquitas, un nicho en la pared les indica a los creyentes cuál es la dirección correcta para postrarse a rezar.

 

A partir del año 624 comenzó la guerra entre los seguidores de Mahoma en Medina y la ciudad de la Meca. En el año 630 Mahoma conquistó a la Meca y se convirtió en el gobernador de facto de la península arábiga, que llegó a dominar completa hasta su muerte en el año 632. A partir de ahí comenzó la expansión incontenible del Islam sobre los restos del imperio romano de Oriente y más allá. Solo un año más tarde, ejércitos árabes invadieron Palestina. Ya para el año 642 los árabes controlaban Egipto y Palestina, hasta Siria. Así terminó el control del imperio romano sobre la región, que había durado siglos, y comenzó la conjunción de tres grandes religiones monoteístas, con Jerusalén como centro de convergencia espiritual.

 

El Islam se convirtió en una religión expansiva. Las intenciones de control militar iban siempre revestidas de ideología religiosa, como habían hecho los cristianos en otras partes de Asia. Con la conquista del imperio sasánida (el antiguo imperio persa), el Islam se extendió hasta el Cáucaso, parte de Afganistán y la India. La cultura persa se funde entonces con la cultura árabe, de manera que gran parte de lo que hoy consideramos el legado árabe, en las ciencias, arquitectura y cultura, tiene que ver con ese proceso de integración. Ya para el año 750 los ejércitos árabes dominaban todo el norte de África y casi la totalidad de la península ibérica, rodeando prácticamente al resto de Europa. Los territorios ocupados estaban dirigidos por califas, que supuestamente eran sucesores de Mahoma. El califa concentraba así el poder militar y religioso en una sola persona.

 

Pero el Islam también se escindió, como le ha pasado a muchas otras religiones. A la muerte de Mahoma surgieron discrepancias sobre quienes deberían ser los líderes del mundo islámico. Según los sunitas, Mahoma no había nombrado a un sucesor y por eso el primer califa, Abu Bakr, había sido electo. Pero según los chiitas, Mahoma nombró como sucesor a su primo Alí. La palabra chiita proviene precisamente de “chíat-u-Ali”, que quiere decir partidario de Alí. Los chiitas reúnen actualmente alrededor del 15% de los creyentes islámicos. Son especialmente influyentes en Irán.

 

El Corán es además la fuente de la que se nutre el derecho islámico, junto con los llamados “hadices”, que son recopilaciones de hechos y dichos de Mahoma. Hay diversas escuelas jurídicas islámicas, pero que difieren mucho en el grado de lo que podríamos llamar su liberalismo social. Las ramas Wahhabi y Salafi, por ejemplo, son las más estrictas. Son las que gobiernan en Arabia Saudita y Afganistán, respectivamente. La rama hanafi es más liberal y domina en Turquía y Asia Central.

 

Pienso que el problema del Corán es que no se hizo como en el cristianismo, que le añadió los evangelios al Antiguo Testamento. Con los evangelios se modernizó el texto de la Biblia y el dios justiciero e intolerante de la primera parte (un dios milenario forjado en siglos de esfuerzo literario) se convirtió en el dios bondadoso y misericordioso de la segunda parte. El Corán ha permanecido inmutable durante siglos y sus preceptos, seguidos al pie de la letra, ya no corresponden a la sociedad moderna, especialmente en lo que se refiere al papel social de las mujeres. Es cierto que existen muchas interpretaciones: exégetas del Corán de buena voluntad se esfuerzan en alegar que todo ha sido una lectura equivocada de ciertos pasajes (como los que le permiten al marido golpear a su mujer para educarla). Pero lo que tradicionalmente se ha lamentado del Islam, es que no haya pasado por una fase como el Renacimiento y la Ilustración en Europa, que eliminaron a la larga la Inquisición, la intolerancia y la supeditación del poder terrenal al poder religioso. Pero bueno, también en Europa la reina de Inglaterra es hoy en día la cabeza de la iglesia anglicana y uno de los partidos que por más años ha gobernado en Alemania es la democracia cristiana, así que posiblemente ese proceso de disociación entre lo terrenal y lo divino aún no esté realmente concluido para ninguna de las mayores religiones.

 

FOTO: Mahoma recibiendo la revelación de los suras por parte del ángel Gabriel/ Edinburgh University Library

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