Vadym, Sylvain y Daniela: novedades musicales con Lázaro Azar

Oct 1 • Miradas, Música • 1539 Views • No hay comentarios en Vadym, Sylvain y Daniela: novedades musicales con Lázaro Azar

 

Maestría técnica y piezas prodigiosas fueron los rasgos elementales de estos programas pianísticos

 

POR LÁZARO AZAR
La semana pasada, los pianófilos irredentos como yo, estuvimos de plácemes ante la oportunidad de presenciar tres sesiones memorables. Las dos primeras tuvieron lugar en la Sala Nezahualcóyotl y trajeron a mi mente la presencia de dos amigos entrañables, Sergio Alejandro Matos y el muy añorado Ignacio Toscano; la tercera, sucedió en el Auditorio Blas Galindo.

 

Hace 25 años, Matos echó a andar el Festival Cultural de Mayo de Jalisco, que tiene el gran mérito de ser el espejo de sus vastas inquietudes artísticas y no regirse por políticas, cambios ni criterios sexenales. No ha sido fácil, pero lo ha consolidado contra viento y marea, por llamarle de algún modo a la proverbial incertidumbre de contar con los apoyos que, para su subsistencia, recibe del gobierno y la iniciativa privada. Si algo agradezco de dicho festival, es que ha presentado por primera vez ante el público mexicano a pianistas como François-Fréderic Guy, Gérgely Bóganyi, Llyr Williams, Ian Parker o al extraordinario ganador del Concurso Internacional Van Cliburn de 2013, Vadym Kholodenko, quien apenas debutó en esta ciudad.

 

El programa del recital que le escuchamos el jueves 22 abrió y cerró con Prokofiev, compositor hacia el que profesa tal afinidad, que le ha retribuido con el consecuente reconocimiento: no solamente ha grabado la totalidad de sus conciertos para piano, acompañado por la Fort Worth Symphony Orchestra bajo la dirección de Miguel Harth-Bedoya, sino que, el primer recital que dio en nuestro país, el 23 de mayo de 2018 en el Teatro Degollado, lo terminó interpretando su octava sonata con tal intensidad, que nos robó el aliento a cuantos tuvimos el privilegio de atestiguar aquella histórica velada.

 

Ahora, incluyó un par de obras contenidas en su más reciente grabación dedicada íntegramente a este autor: empezó con las Cuatro piezas, Op. 32, y terminó con la primera de las tres sonatas conocidas como “de guerra”, por haber sido compuestas entre 1940 y 1944. Tras la chispeante picardía de las miniaturas con ritmos bailables ofrecidas como aperitivo (Danza, Menuetto, Gavota y Vals), el contraste —anímico, estilístico y sonoro— no pudo ser mayor con el compositor elegido para enmarcar el intermedio: Schubert. Lo abordó con un touché tan distinto, que hasta sonaba como si hubiera cambiado de instrumento. De la Sonata en Mi bemol, D. 568 me quedo con la nostálgica melancolía que Kholodenko vertió en el Andante molto, y de las Tres piezas D. 946 con que abrió la segunda parte, con la aterciopelada languidecencia con que recreó el episodio marcado L’istesso tempo de la segunda de ellas.

 

Al volver a Prokofiev, electrizó al público con su ríspida e inquietante Sonata n. 6, Op. 82, y correspondió las bien ganadas ovaciones con dos caramelitos: el Rondó K. 485 de Mozart y la Bagatela Op. 1 n. 1 de Valentín Silvestrov, compositor cuya sutil Serenata del atardecer fungió como obertura del concierto al que asistí el sábado 24, y que —curiosamente— además de ser segundo programa de la tercera temporada 2022 de la OFUNAM, era el primero que dirigía Sylvain Gasançon en su calidad de nuevo titular de esta orquesta con la que tuvo su primer contacto en 2005.

 

A propósito de dicho vínculo, me resulta imposible no evocar a Nachito Toscano, ya que Gasançon fue el ganador del primer lugar en la primera edición del desaparecido Concurso Internacional de Dirección de Orquesta Eduardo Mata que, en asociación con nuestra máxima casa de estudios, organizaba tan incansable, capaz e imaginativo funcionario a través de Instrumenta, aquella asociación de feliz memoria que dirigía a solicitud de Don Alfredo Harp, su patrocinador. Cuánta falta hacen ahora, más que nunca, servidores públicos como él, y asociaciones como Instrumenta, ante la entelequia en que se han convertido la secretaria y la Secretaría de Cultura.

 

Volviendo a la Música, este programa permitió aquilatar la maestría técnica de Kholodenko como solista del Concierto n. 2, Op. 83 de Brahms, compositor hacia el que, estilísticamente, no resultó tan afín. Digamos que, su versión, fue más rusa que germánica… aunque, si algo hay que lamentar de lo escuchado, fueron las grotescas desafinaciones cometidas durante los solos de corno, tan importantes en esta obra. Mucho mejor sonó la Sinfonía n. 3 de Florence Price, la primera mujer afroamericana reconocida como compositora sinfónica, y eso que, a diferencia del Brahms, que es una obra de repertorio, esta sinfonía —de la que se ha dicho que “a la par de su arranque quasi-wagneriano, subyacen discretamente temas afroamericanos y varios pasajes que recuerdan a Shostakovich”— apenas estaba siendo estrenada en México, 82 años después de haber sido interpretada por primera vez.

 

¡Qué delicia fue su tercer movimiento! En él, Price honra sus raíces afroamericanas al sustituir el tradicional scherzo por una Juba, que es como se denomina cierto tipo de danza, muy vivaracho, que floreció en el sureste de los Estados Unidos. Se notó que —muy a su pesar— los atrilistas tuvieron ensayos seccionales hasta durante los proverbiales días de asueto en torno a las fiestas patrias, y que, como todo inicio, están en plena luna de miel con su nuevo titular, del que no podrán decir que “no le entienden”, ya que (ahora) el Maestro Gasançon habla muy fluidamente en español. Hago votos porque la OFUNAM recobre el lustre que ha perdido con titulares que no han dado el ancho.

 

Finalmente, coroné mi fin de semana con el recital de Daniela Liebman en el Cenart. Recuerdo que, cuando empezamos a tener noticias de ella, no faltaron colegas que insistían en catalogarla como “niña prodigio”, y eso me bastó para desconfiar hasta que, ya convertida en adolescente y puesta en manos de mejores maestros, empezó a demostrar la seriedad, pasión y disciplina con que centraba su vida en su instrumento. Hoy, admiro cuánto ha avanzado. Técnica y musicalmente.

 

Con gran madurez, inició con un par de Sonatas de Scarlatti, ¿quién no la habrá comparado con Horowitz, tras las primeras notas de la L. 118/K. 466, una de las más asociadas al célebre virtuoso? Admito que yo lo hice, y la impresión que me dejó no pudo haber sido más favorable. Le sucedieron la segunda y la cuarta Baladas de Chopin, afrontadas con gran seguridad y redondeó la primera parte de su programa con una impecable versión del primer cuaderno de Imágenes, de Debussy. Tras el intermedio, Dani ofreció una de las joyitas menos tocadas de la literatura pianística mexicana, el Impromptu de Alfredo Carrasco (sí, el mismo autor del famoso “Adiós de Carrasco”) antes de lanzarse con la endiablada Sonata n. 8, Op. 84 de Prokofiev, obra que además de una sólida técnica, demanda un alto grado de concentración, y también salió airosa. El Träumerei de Schumann elegido como encore, volvió a remitirme a la evocación horowitziana.

 

Con el tiempo, Daniela superará los pequeños “peros” que, hoy, todavía puedan señalársele. En lo personal, anhelo que gane volumen sonoro. Eso es algo que irá logrando conforme su mano adquiera más peso muscular. Felizmente, ahora tiene un sonido redondo y la inteligencia de no forzarlo. Todavía está lejos de tomar la estafeta de Angélica Morales —de cuyo concurso en su memoria platicaremos la próxima semana—, pero va por muy buen camino.

 

Por lo pronto, celebro que tenga tan clara su vocación y no se distraiga pretendiendo ser influencer, youtuber, ajonjolí de todos los moles ni alardear de incontables “premios” en concursos patito, como cierto lamentable remedo de aporrea teclas que pulula por ahí, ya que, si algo puedo afirmar ahora, es que concentrándose en lo suyo, Daniela Liebman ha logrado convertirse en la mejor pianista mexicana de su generación, y eso, no es poca cosa.

 

FOTO: El pianista Vadym Kholodenko (Kiev, 1986)/ Tomado de Cultural UNAM

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