Christos Nikou y la memoria opcional

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Después de una pandemia de amnesia, un hombre afectado será obligado a llevar a cabo extrañas tareas monitoreadas dentro de un programa de nueva identidad por parte de un hospital neurológico

 

POR JORGE AYALA BLANCO 
En Fruto de la memoria (Mila/ Apples, Grecia-Polonia-Eslovenia, 2020), calculador debut del ateniense exasistente de director y segunda unidad de 36 años Christos Nikou (cortos previos: Metaxourgeio 08 y Km 12), con guion suyo y de Stavros Raptis, el solitario ciudadano barbón de edad madura referido como Aris pero más bien anónimo (Aris Servetalis) desayuna sus acostumbradas manzanas escuchando las nuevas noticias de la pandemia y la melosa balada retro “Another Day” en cover griego moderno, sale por la reja de su vivienda marcada con el número 135, saluda al perrito Malou de un vecino, presencia el banal incidente callejero que protagonizan un herido y un auto estorboso, compra un ramo de flores luctuosas, aborda un autobús, se deja envolver por luces rojizas y, sin poder decir a donde se dirigía, el conductor del autobús vacío lo obliga a descender en la terminal, lo reporta como uno más de los miles de ciudadanos aquejados por un ataque masivo de amnesia, se le recluye en el Departamento de Memoria Perturbada del Hospital de Neurología y, en vista de que nadie lo reclama como pariente o conocido, se le asignan el número 14842 y dos graves asesores del programa “Nueva Identidad” (Anna Kalaitzidou, Argyris Bakirtzis) que lo instalan en un depto solitario y le encomiendan tareas tras tareas por medio de estrictas grabaciones seriadas, obligándolo a reportar su cumplimiento a través de selfies in situ, cosa que disciplinadamente ejecuta el paciente, trátese de pedir prestada una bici infantil para pedalear en la pista nevada o dejarse acosar eróticamente por una teibolera enteca de zona rojísima, coincide por azar con una voluntariosa asertiva mujer más joven en su misma situación (Sofia Georgovasili) que se hace acompañar por él, lo busca, intiman hasta donde es posible, el buen hombre se infatúa, se niega a comer manzanas porque fortalecen esa memoria perdida que empieza a recuperar, mencionando la cifra 135 como la de su casa y reconociendo en un parque al can Malou, pero, luego de tener intenso sexo con su homóloga en un baño público donde ella lo ha metido, se decepciona de la amante fugaz al saber que su lance estaba programado por los asesores, y comienza a recordar y recordar aceleradamente, y retorna a su casa hasta recobrar la memoria opcional.

 

La memoria opcional se estructura como una larga deriva deambulatoria a la manera a la vez del minimalismo hiperrealista duro pero más fluidamente afectuoso, por decirlo de alguna manera, y de lirismo severo tipo el cine del turco Bilge Ceylan (Distante 03, El peral silvestre 18), sembrado por encuentros reveladores, aunque siguiendo cien por ciento del tiempo en pantalla al mismo único personaje concentrado y antiexpresivamente superdúctil, excepcionalmente sensible y sombríamente sobrio, contemplado y hurgado al escalpelo por una tododesglamurizadora fotografía grisácea y mortecina a desesperar de Bartosz Swiniarski, más una música atmosférica espectral del grupo The Boy que coexiste lúdicamente con la simbólica balada pop inaugural o el Ave María de Schubert.

 

La memoria opcional crea con ínfimos elementos y situaciones cotidianas apenas descentradas una rara enrarecida fábula pluridimensional que, en el mejor estilo neohelénico humanista de Angelopoulos (El viaje de los comediantes 75, La mirada de Ulises 95) y Lánthimos (el Diente de perro 09 del que Nikou fuera asistente; La langosta 15), enfoca la pérdida amnésica y la recuperación de la memoria desde varios puntos de vista totalizadores, permitiendo altivas lecturas múltiples e interpretaciones globales, una lectura coyuntural sorprendentemente ética (una metáfora prolongada de la actual pandemia y sus consecuencias morales), una lectura social (la manipulación externa a niveles superlativos), una lectura política (la obediencia rígida y decepcionante de un plan vital coaccionante y contencioso), una lectura genérica literario-fantástica-cienciaficcional (la sujeción postorweliana a una voluntad impersonal e inflexible), una lectura metafísica (el determinismo que suprime toda libertad para suprimir ésta en términos de prefijado destino), pero curiosamente su lectura literal viene a ser la más rica y emotiva: los mecanismos psicológicos (la lucha interna exteriorizada sólo por signos e indicios y briznas de sentido) y las implicaciones poéticas de la ficción navegante en el umbral, entre la realidad y la fantasía, entre la alegoría y la parábola, entre la figura presente ausente y la imagen revolvente, entre la voluntad y su sombra entre la violencia invisible y la resistencia abismalmente diminuta del inerme hombre pequeño, entre la efigie acosada y el vertiginoso cuerpo reflexivo.

 

La memoria opcional se carga y recarga extrañamente de un gélido humor cerebral de la sentencia despersonalizadora en la sala de espera o de estancia inamovible (“Le pasó de repente, como a todos los demás”), el topetón de autocastigo contra la pared, las obligatorias fotofijas cual violadoras y trivializantes ladronas aviesas del alma, los dados que ocultan objetos inmemorizables, la tableta con un mariachi probable autor de El lago de los cisnes de Chaikovski, la fiesta de disfraces en traje de astronauta de Gravedad (Cuarón 13) o Batman o Gatúbela, la chava que goza con pararse de cabeza durante cuatro minutos, la piscina de las aguas originarias y el verbalizado cuento trágico de un ahogamiento masivo, pero sobre todo se lleva hasta sus últimas consecuencias la relación con las manzanas, esas manzanas como frutos compartidos por un compañero en desgracia en el hospital (“No sé si me gustan”), fruto obsequiado como testimonio de simpatía solidaria con el vecino verdulero, fruto emblemático y unánime/unívoco/uniformador/convocante, fruto-vehículo facilitador de la memoria y del deseo identitario.

 

Y la memoria opcional confirma su omniprovidente vocación necrofílica depositando flores en la tumba de la esposa y saboreando rodajas de manzana propiciatoria.

 

FOTO: La cinta inauguró la sección Orizzonti durante el Festival de Cine de Venecia 2020/ Especial

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