Nueve.Ocho: de lo conceptual en la escena

Jul 12 • Escenarios, Miradas • 6568 Views • No hay comentarios en Nueve.Ocho: de lo conceptual en la escena

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Las bailarinas y coreógrafas Bárbara Foulkes y Nuria Fragoso presentaron en el Teatro Benito Juárez la obra Nueve.Ocho, pieza híbrida que parte del cuerpo humano en movimiento para desarrollarse luego en vertientes del performance, la instalación, la creación plástica y la experimentación de algunos conceptos de la física (como la gravedad) en la escena.

 

Las dos bailarinas sostenidas por arneses se convierten en una especie de péndulo sobre un punto sobre el suelo. La pérdida de equilibrio, la relación de los cuerpos con la gravedad y el vértigo son elementos de exploración en el espacio y el tiempo.

 

Al balancearse, las bailarinas sueltan la mano y con un grafito trazan líneas arbitrarias sobre un lienzo blanco. La relación vertical entre los cuerpos y la superficie sugiere desequilibrio del eje, que al moverse cambia la perspectiva espacial y temporal. La aparente liviandad corpórea invoca la fantasía humana no realizada de la ingravidez: volar.

 

La pieza no admite una mirada convencional, ni se le puede encajonar dentro de las categorías artísticas tradicionales. Nueve.Ocho es una de esas experiencias en donde lo conceptual está por encima de la obra como objeto; la acción es más importante que el resultado, la experiencia como creación de una realidad nueva e irrepetible en el tiempo y el espacio, el objetivo.

 

No es danza, ni performance, ni instalación o ambiente en sentido estricto, pero en la forma de construir la experiencia escénica las creadoras utilizan herramientas de las disciplinas artísticas mencionadas. Su aproximación a la escena es conceptual y tiene que ver con el instante en el que la presencia de los cuerpos en relación con un espacio específico y la acción misma se constituyen en el valor de una sintaxis artística.

 

En la función a la que asistimos en el Teatro Benito Juárez parece que hubo un error técnico, toda vez que la música o sonido sólo entró por breves minutos y la mayor parte de la obra se realizó en silencio. De cualquier modo la experiencia silente resaltó el sonido de la respiración de las bailarinas, de sus pies y manos rozando la superficie y la energía de sus cuerpos en acción dibujando formas en el espacio.

 

La relación de esta propuesta con el espectador es directa. Colocado en un cuadro alrededor de la superficie sobre el cual las bailarinas se deslizaban y flotaban, el público formaba parte de ese micro cosmos en el que la relación fuerza, peso y gravedad trastocaban el equilibrio del pequeño universo, poniendo al ser humano en una situación de desasosiego frente a su manera de estar y de ver el mundo.

 

La experiencia escénica propuesta por Bárbara Foulkes y Nuria Fragoso causó desconcierto en los espectadores, quienes se veían unos a otros como quien no comprende que es lo que ahí está pasando o lo qué quieren decir las artistas. Y es que las creadoras no quieren decir nada en sentido literal, es decir, no hablan del amor, de las relaciones de pareja, de la soledad o de alguna otra pasión humana; su objetivo parece ser el de someterse a una experiencia que en sí misma signifique colocarse en un lugar distinto al convencional para poder experimentar al mundo, al tiempo y el espacio desde un eje que no es el de siempre, en el que el equilibrio está en el movimiento continuo y el cuerpo se experimenta en una dimensión física absolutamente lejana a la de la cotidianidad.

 

Podríamos decir que es arte actual, sin embargo este tipo de búsquedas tienen una historia añeja; se realizan a partir de la década de los 60 del siglo XX, cuando la crisis de los lenguajes artísticos tradicionales abrieron la puerta a nuevas formas de experimentación creativa. No obstante, en pleno siglo XXI este tipo de obras conceptuales aún producen cierto estupor en los espectadores.

 

La obra deja su rastro material en el lienzo con los trazos del grafito sobre su superficie trazados por las bailarines en el deslizamiento flotante de sus cuerpos. Se trata de una pieza efímera, que podría constituir una instalación, pero no es el valor plástico lo sobresaliente en este caso sino la experiencia humana que dio vida a esa nueva realidad que yace, sin sentido aparente, sobre el piso.

 

El suceso culmina en un modo anticlimático porque la obra no tiene una estructura dramática convencional. Ante la ausencia del signo que revele el fin de la experiencia, el público permanece sentado en sus lugares, esperando que algo ocurra, que otra cosa pase. Confundidos y reticentes, lentamente, uno a otro se decide a partir. Algunos con el gesto desilusionado, otros confundido. De algún modo y a pesar de las diferentes reacciones, los espectadores han sido tocados por esa experiencia cuya única finalidad era la de mover el eje de la acción humana cotidiana para colocarnos y experimentar el mundo de un modo distinto.

 

*Nueve.Ocho, creación de Bárbara Foulkes y Nuria Fragoso, se presenta en el Teatro Benito Juárez (Villalongín 15, Cuauhtémoc), martes y miércoles a las 20 horas, hasta el 23 de julio.

 

* Fotografía: Cortesía Sistema de Teatros de la Ciudad de México.

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