Barro Rojo, el poder expresivo del movimiento

Oct 25 • Escenarios, Miradas • 4872 Views • No hay comentarios en Barro Rojo, el poder expresivo del movimiento

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Si algo distingue el lenguaje de la compañía de danza contemporánea Barro Rojo Arte Escénico es el poder que le concede a la energía del cuerpo en movimiento como forma expresiva; respetuoso de la tradición, sin cerrar la posibilidad de explorar la actualidad del mundo, tanto en el aspecto social como en el íntimo.

 

Recientemente la compañía —con 32 años de trabajo permanente en la escena dancística nacional— presentó el programa Encuentro, integrado por las coreografías: Largo amanecer, de Laura Rocha y Francisco Illescas; La consecuencia, de Víctor Ruiz, y Paisaje interior, de Rocha, en el Teatro Raúl Flores Canelo del Centro Nacional de las Artes, en la ciudad de México.

 

El cuidado y limpieza de las composiciones presentadas son resultado del trabajo estable que la compañía realiza, con el objetivo de madurar un lenguaje, estilo y conformar un discurso que responda a sus necesidades expresivas.

 

Pocas compañías en México tienen la oportunidad de trabajar con estabilidad. De hecho, lo más común en la escena dancística mexicana es el trabajo por proyecto; es decir, cuando se convoca a bailarines para trabajar en una obra específica.

 

Con las obras presentadas, Barro Rojo muestra coherencia estética, un estilo reconocible, un lenguaje que apela a la propia tradición de la compañía —conformada a lo largo de 32 años de trabajo— y un discurso que, por otro lado, mantiene un diálogo con la humanidad del siglo XXI.

 

Largo amanecer, de Illescas y Rocha, es un diálogo: el encuentro de dos puntos de vista sobre la relación de la naturaleza femenina y la masculina. Esa parece ser la premisa. La mujer con los pesos del estigma (de ahí el uso de la manzana roja, como símbolo de su poder seductor pero también de su pecado), y el varón que se deja avasallar por el instinto.

 

Inteligencia maquinadora femenina versus la irracionalidad frenética masculina, que parece remitirnos a la pareja primigenia, mítica, de la cultura de occidente: Adán y Eva, no como relación amorosa, sino como símbolo poderoso de la fundación del mundo, del modo de verlo y de estar en él.

 

Se trata de una obra visualmente seductora, provocadora, atractiva, que recurre a los símbolos para ofrecer una interpretación abierta del mundo que, en este caso, va de lo sagrado a lo terrenal. Es, a final de cuentas, el mito, el relato sagrado, el que sustenta el discurso artístico que es reflexión sobre la condición humana, en niveles que escapan a la racionalidad y que forman parte de la apropiación automática de una cultura.

 

Por otro lado, La consecuencia, del coreógrafo invitado Víctor Ruiz —quien es codirector de la compañía Delfos Danza Contemporánea—, es una obra que aborda el tema del desgaste del amor en una relación de pareja. Los momentos angustiantes, las dudas, la soledad, el arrepentimiento y, finalmente, la liberación, a partir de la ruptura con la dependencia emocional.

 

La obra de Víctor Ruiz recurre al dueto, interpretado por Felipe Landa y la bailarina Stephanie García. Esta última merece mención aparte, pues logra un nivel técnico y un poder interpretativo virtuoso. La bailarina por sí misma, con la calidad de sus movimientos, la energía explosiva, y la sublime manifestación de emociones, cautiva y consigue mantener el alto nivel dramático de la coreografía.

 

Víctor Ruiz rodea el escenario de zapatos, la mayoría de mujer, de diferentes modelos, simbolizando, quizá, los distintos caminos que se pueden tomar, o las distintas vidas que se pueden tener o que ya se vivieron, las posibilidades de aferrarse al pasado o proseguir por un camino lleno de incertidumbres pero vital.

 

Paisaje interior, de Laura Rocha, es una manifestación gozosa, sensual, erótica y lúdica. Una visión del mundo placentera. Una reconciliación con el deseo y un reconocimiento del instinto. Un paisaje edénico de la existencia, en la que los bailarines inundan el escenario de arriba abajo y de un extremo al otro.

 

La propuesta artística de Barro Rojo es sólida. Se trata de una compañía que sigue creyendo en el movimiento como creador de discurso con un sentido claro, a partir del cual le habla al mundo. La compañía es defensora de esa estética del movimiento, del trabajo expresivo único e irremplazable del bailarín en la danza: esa es la tradición que guía su búsqueda.

 

No obstante la sólida propuesta, lograda gracias a décadas de trabajo como compañía estable, con una estructura que le permite trabajar proyectos a largo plazo, Barro Rojo Arte Escénico —beneficiaria del programa México en Escena del Fonca— en algún momento habrá de enfrentarse al desafío de salir de su zona de confort para arriesgarse en nuevas búsquedas, que le permitan continuar evolucionando y ofreciendo, sin hacer a un lado su tradición, nuevas formas de aproximación a la danza; y reafirmar, como lo hacen en la actualidad, su importancia capital en el concierto de la danza en México.

 

Barro Rojo Arte Escénico presenta Encuentro, con los bailarines Jesús Chacón, Stephanie García, Julio Hernández, Lorena López Aguado, Felipe Landa, el intérprete invitado Roberto Solís, y las integrantes en formación Daniela Carmona, Kezia Herrera y Laura Vargas, en el Teatro Raúl Flores Canelo del Cenart (Río Churubusco y Tlalpan), el 26 de octubre, a las 18 horas.

 

* Fotografía: Aspecto de la coreografía “Largo amanecer”, de Laura Rocha y Francisco Illescas / Especial.

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