Francis Alÿs va a la guerra

Abr 25 • Conexiones, destacamos, principales • 7151 Views • No hay comentarios en Francis Alÿs va a la guerra

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POR GERARDO LAMMERS

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Francis Alÿs (Amberes, Bélgica, 1959) se entretiene desenredando la madeja que hay dentro de su cabeza. ¿O la está enredando? Larguirucho y de afilado perfil (lo han comparado en su fisonomía, y con razón, con un Giacometti), está sentado junto a una ventana, en una de las oficinas del Museo Tamayo, desde donde se pueden ver los árboles del bosque de Chapultepec. Inicia una frase y luego se detiene. Se regresa por donde vino y dobla en una esquina. Y cuando parece que no va a llegar a ninguna parte, retoma la idea inicial y concluye. O casi. Al igual que ocurre en muchas de sus obras, en donde su propio personaje camina con sus ya clásicos tenis de bota y sus camisas y pantalones holgados, a Alÿs le gusta deambular por sus pensamientos.

 

Desde que, en 1986, estableció su estudio en el centro histórico de la ciudad de México, siendo arquitecto, se ha dedicado a mimetizarse con la ciudad y con el país que lo hicieron artista, sentando las bases de lo que podría llamarse el método Alÿs de creación o, mejor, de re-actuación. Por alguna razón se siente bien en estas tierras, persiguiendo remolinos, real y metafóricamente, algo que a final de cuentas, dice, es lo mismo. Viaja con frecuencia al extranjero, eso sí, siempre inventándose nuevos problemas. Fue al Estrecho de Gibraltar, por ejemplo, para producir una fábula en torno a la migración. A la guerra de Afganistán a experimentar los efectos de la adrenalina en una situación de riesgo y a confirmar que la realidad que se vive en esta región del Medio Oriente no es como la “pintan” los medios de comunicación occidentales. Y a Ciudad Juárez a patear una bola de fuego de reminiscencias orozquianas.

 

El resultado de estas recientes incursiones puede apreciarse tanto en el Tamayo (“Relato de una negociación”) como en la Sala de Arte Público Siqueiros (“Hotel Juárez”). Ambas exposiciones, complementarias en más de un sentido y que, como lo señala el curador Cuauhtémoc Medina, exploran las relaciones posibles entre la pintura, la acción y el video, están unidas por un rastro bicolor de pintura que sale a las calles.

 

—¿Dirías tú que el título “Relato de una negociación” (entre la fantasía artística y la realidad inmediata) alude a tu búsqueda como artista?

—Yo creo que más que a mi búsqueda, al proceso artístico… La actividad artística es una larga negociación entre muchos factores que van desde tu vida personal y tus ambiciones profesionales, hasta tu capacidad para desarrollar una idea en el marco de una temporalidad determinada.

 

Para explicar mejor esta idea, pone como ejemplo “Tornado” (2000-2010), un proyecto que hizo a lo largo de una década en que él y su pequeño equipo de colaboradores (Rafael Ortega, Felix Blume y Julien Devaux) estuvieron a la caza de los remolinos de tierra que se levantan luego de la cosecha en los maizales de Milpa Alta, a las afueras de la capital. Por extraño que parezca, este proyecto —que dio como resultado dibujos, pinturas y una serie de electrizantes registros en video—, consistió para Alÿs no sólo en localizar los remolinos, sino en aproximarse hasta ellos… e introducirse en su centro.

 

“Esos diez años —prosigue el belga— corresponden a los primeros diez años de la vida de mi hijo. Mi hijo nació en el 2000 y el primer tornado lo vi en el 2000. Es muy fácil para mí tratar de leer el desarrollo de este proyecto en paralelo con mi vida personal. Y con el contexto nacional. Si tú tomas el México del 2000, estamos hablando de la llegada del PAN, de un momento en que hubo gran esperanza en un cambio, que obviamente nunca ocurrió. Si lo comparas con la situación del 2010, pues estamos al otro extremo. La situación de la República es un desastre. Estamos en el pico de la narcoviolencia. De manera inevitable eso afecta el desarrollo de la pieza. Y para regresar a tu pregunta, cuando utilizo la palabra ‘negociación’, me estoy refiriendo a que el proceso artístico es esta historia de compromisos entre tu vida personal y la vida real. La suma de deseos, contradicciones, proyecciones, frustraciones y decepciones. Y ésa es la negociación de cualquier proyecto artístico. Es un proceso de duda constante. La exposición casi se pudo haber llamado ‘Una historia de compromisos’: a final de cuentas, te la pasas haciendo compromisos. Y creo que una de las razones por las que me siento tan a gusto aquí es que la sociedad mexicana fomenta un tipo de cultura del compromiso”.

 

—¿A qué le llamas “cultura del compromiso”?

—Al “sí, pero no”.

 

Aspecto de la exposición Relato de una negociación, Francis Alÿs

 

 

Alÿs se explaya diciendo que tal como él la percibe, la sociedad mexicana, quizá como una estrategia de resistencia frente a Estados Unidos, el poderoso vecino, se caracteriza por su ambigüedad y su sentido de la paradoja. En todo caso, desde su llegada a México, poco después del terremoto de 1985, se ha encontrado con una ciudad y un país que le han permitido hacerse una y otra vez la misma pregunta, aunque cada vez con mayor intensidad: ¿Hasta qué punto, estando en una situación de crisis, puede el artista introducir otro ángulo de lectura de la realidad?

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—Antes salías de tu estudio para ver si te tropezabas con un perro, pero ahora has llegado hasta Afganistán buscando la guerra, ¿de dónde viene este asunto de colocarte en situación de riesgo?

My midlife’s crisis (risas). Según va avanzando la vida, la neta, cada vez tienes menos que perder y más que ganar. También hay un rollo de estar empujando cada vez tus propios límites; una necesidad de provocar emociones que realmente rebasen tu control, como me ocurrió un par de veces en Afganistán, en que me dejé llevar intelectual, emocional y físicamente por eventos exteriores. Entregarte a otro contexto es un intento de liberarte de ti mismo y de estar, por un momento, conciliando con esos eventos.

—¿Entrar al ojo de un tornado e ir a la guerra es lo mismo?

—Es lo mismo: buscar un momento de comunión con la realidad externa. Estamos hablando de momentos muy breves, instantes, que te permiten distanciarte de todo el proceso que hay detrás y de proyectar todo lo que está por venir. Es doloroso, ¿eh? No es fácil. Pero es tan necesario como la actividad meditativa de pintar. El proceso artístico es muy raro.

—¿Qué fue lo más difícil que te tocó enfrentar en Afganistán? ¿Sentiste que realmente pusiste en riesgo tu vida?

—Lo sentí, pero después.

 

Para Francis Alÿs la actividad artística es una negociación de factores vivenciales

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Alÿs cuenta que en una ocasión, volando a muy baja altura a bordo de un helicóptero británico, en 2013, de ésos que traen la parte trasera abierta, las tropas enemigas comenzaron a dispararles desde tierra.

 

Por un momento, parece que el artista se olvida de que está en una oficina y mira hacia la ventana, trazando con su brazo la trayectoria de las luces que vio.

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“Tru, tru, tru”, dice, imitando el sonido de los cohetes. “No me di cuenta de nada. Estaba viendo esas líneas de luz que atravesaban el cielo, ¡contemplando un espectáculo! La verdad fue que el susto me llegó después. O sea, mi sensación de estar en peligro nunca logró del todo coincidir con la realidad del peligro. Me interesó mucho este desfase entre la experiencia de un evento y el entendimiento del mismo”.

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—Tengo la impresión de que gran parte de tu práctica ha consistido en ensanchar las fronteras de lo que un espectador normal o de lo que incluso tú puedes entender como arte. ¿Es algo consciente? ¿Es algo que has buscado a través de estos proyectos en donde lo mismo dejas correr un hilo de pintura que vas a la guerra?

—No sé si estoy tan… vanguardista. Si acaso, trato de reflejar la sociedad en la cual vivo o en la cual me encuentro. No hago mucho más que tratar de ofrecer un retrato de esta sociedad… Sí, quizá bajo otro ángulo, pero no me interesa mucho la cosa del lenguaje o del estilo. Siento que el vocabulario artístico hoy en día es muy extenso y cada situación llama a una intervención determinada, al uso y a veces al abuso de un medio. Pero esos medios ya están. El lenguaje artístico hoy en día es tan abierto, que a veces es muy difícil saber si estás haciendo un videoarte o un documental. Las distinciones se me hacen muy sutiles.

 

“Gran parte del desarrollo de mi método como artista es la observación de un barrio”

 

Luego de una pausa, en que dice que no está seguro de haber entendido la pregunta, agrega:

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—Acuérdate que el desarrollo de mi propuesta viene de manera casi exclusiva de un proceso de observación de la vida cotidiana del centro histórico. O sea, gran parte del desarrollo de mi método como artista, porque sí es un método, es mera observación de un barrio donde, literalmente, acabé repitiendo, re-actuando, ciertas situaciones que había visto, dándole un ligero twist, una ligera desviación, tratando de replantear esta misma situación en otro contexto. Pero fue un fenómeno de mimetismo absoluto. Y mimetismo por la sencilla razón de que yo quería pertenecer a esta ciudad en un intento de que me adoptaran…

—Aunque fuera como turista…

—Aunque fuera como turista. Aunque fuera como alguien cuyo físico no encajaba con el contexto. En ese sentido siento que mis métodos de trabajo no son nada inventivos. O sea, son meramente actos que reproducen situaciones ya encontradas. Y ése sigue siendo el caso. Quizá se ha abierto más el rango de actitudes y de situaciones que me gustaría en un momento re-actuar. Pero no son más que… un proceso de… ser parte de una sociedad. Y eso puede pasar en México como puede pasar en Afganistán. Tengo colegas que son muchísimo más creativos que yo, a nivel del lenguaje y del vocabulario artístico. Esta parte no me interesa tanto personalmente porque siento que el vocabulario a mi disposición de manera inmediata con la calle es infinito. México tiene esta particularidad: cambia, pero no cambia. Te puedo decir que cambió muchísimo desde 1986 cuando llegué, pero a la vez está igual… En fin.

 

—¿Para qué sirve el arte? ¿Te haces con frecuencia esta pregunta?

—Sí, claro. Cuestiono mucho la relevancia de mi papel como artista. Es una actividad a la vez tan absurda e inútil que sí me provoca un cuestionamiento constante. Ayuda, uno, el hecho de tener un público; y, dos, la suerte de vivir de esto. Es un negocio también.

 

La exposición “Relato de una negociación” (en colaboración con Elena Pardo, Julien Devaux, Rafael Ortega, Felix Blume, Emilio Rivera, Raúl Ortega y Daniel Toxqui) estará abierta en el Museo Tamayo hasta el próximo 16 de agosto, mientras que “Hotel Juárez” (en colaboración con Alejandro Morales, Felix Blume, Julien Devaux y Rafael Ortega), montada en la Sala de Arte Público Siqueiros, estará hasta el próximo 26 de julio. / Foto: Federico Gama

 

 

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