A la salud del Rey

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POR ANTONIO ESPINOZA

 

 

Yo compongo mis canciones

pa´ que el pueblo me las cante,

y el día que el pueblo me falle,

ese día voy a llorar.

 

José Alfredo Jiménez, “El hijo del pueblo”

 

En el año de 1983, en el canal 9, el entonces canal cultural de Televisa, el licenciado Jacobo

Zabludovsky dirigía el programa Contrapunto,, en el que siempre se trataban temas polémicos.

Recuerdo bien un programa dedicado al centenario de la muerte de Karl Marx, el creador del

socialismo científico. En el noticiero 24 Horas, del que era titular, Zabludovsky anunciaba ese

programa de Contrapunto con una pregunta maliciosa: “¿Es el mundo como Marx lo imaginó?”

Otro programa que resultó memorable fue el dedicado a José Alfredo Jiménez, supongo que para

conmemorar los primeros diez años de la muerte del cantante y compositor guanajuatense. Ahí

la actitud provocadora del ilustre periodista empezaba con el título mismo de la emisión: “José

Alfredo Jiménez: ¿cantor del alcohol?”

A treinta años de distancia, recuerdo bien que varios de los invitados (sobre todo Lucha

Villa) dedicaron buena parte de sus intervenciones a defender a su amigo. La gran intérprete

chihuahuense decía —y decía bien— que había canciones de José Alfredo que no mencionaban

la palabra “alcohol” y que eran canciones de amor maravillosas. Es cierto: varias de las

canciones de amor más bellas de nuestro repertorio musical se deben a la pluma de José

Alfredo: : : Amanecí en tus brazos, Despacito, Serenata sin luna, Si nos dejan…  En… En Serenata

sin luna, por cierto, sí se mencionan las palabras “borracho” y “tequila”. Por eso creo que

no se debe establecer una división tan tajante entre las canciones “amorosas” y las canciones

“tequileras” de José Alfredo. Además, el repertorio del maestro guanajuatense es tan amplio

y son tantas las versiones de sus canciones, que alcanza para todos. La lista de intérpretes es

enorme: Pedro Infante, Jorge Negrete, Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza La Tariácuri,

Miguel Aceves Mejía, Javier Solís, Estela Núñez, Plácido Domingo, Chavela Vargas, Vicente

Fernández, Rocío Banquells, Tania Libertad, Luis Miguel…

En mi cancionero personal nacional hay muchas piezas con versiones insuperables. Amo Cien

años (Fuentes y Cervantes) con Pedro Infante; ; Mil besos (Emma Elena Valdelamar) con María

Victoria; Amor perdido (Pedro Flores) con María Luisa Landín; Humo en los ojos (Agustín Lara)

con Amparo Montes; ; Entrega total (Abelardo Pulido) con Javier Solís; ; Así (María Grever) con

Nicolás Urcelay; Mi razón (Homero Aguilar) con la Sonora Santanera… Estoy convencido de

que también hay versiones insuperables de las canciones de José Alfredo. De Amarga navidad,

la versión insuperable es la de Amalia Mendoza La Tariácuri, quien no la cantaba… la lloraba;

de El hijo del pueblo, la versión insuperable es la de Jorge Negrete; de El Jinete, la de Miguel

Aceves Mejía, El Rey del Falsete; de Amanecí en tus brazos, la de Javier Solís; de Las ciudades,

la de Lucha Villa y de En el último trago, la de Chavela Vargas.

Desde mediados del siglo pasado, las canciones de José Alfredo Jiménez se fueron integrando al

repertorio musical nacional. Poco a poco, las letras del autor guanajuatense se popularizaron y se

adhirieron a nuestra educación sentimental. Con todo y sus excesos tequileros, las canciones de

José Alfredo forman parte de nuestra idiosincrasia. Sobre El Hijo del Pueblo, Carlos Monsiváis

escribió un pasaje memorable: “Desde los cincuentas, zonas vastísimas de la población mexicana

han acudido una y otra vez al repertorio de José Alfredo para manifestarse, justificarse,

declararse, entrar en crisis, hallar vías catárticas, implorar el olvido, gritar la impotencia; desde

los cincuentas, José Alfredo ha sido —no nos fijemos en la calidad literaria sino en el poder

expresivo— uno de los poetas más significativos de México” (Amor perdido, México, Ediciones

Era, 1977).

 

 

Pero sigo siendo el Rey

 

La producción artística nacional inspirada en José Alfredo Jiménez es notable. Con motivo de los

25 años de la muerte del cantautor, Emiliano Gironella Parra (ciudad de México, 1972) presentó

en el Museo Nacional de Culturas Populares, de la ciudad de México, la exposición: Y sigue

 siendo el rey. Homenaje a José Alfredo Jiménez, abierta de noviembre de 1998 a febrero de

1999. El artista exhibió 19 obras, entre pinturas y grabados. Fue una exposición muy interesante

y divertida, pues no sólo hubo retratos de José Alfredo, sino también obras alusivas a sus

canciones y retratos de Pedro Infante y Jorge Negrete (Dos tipos de cuidado, 1997), Lucha Reyes

y Chavela Vargas. La muestra, que se presentó posteriormente en Aguascalientes y Tijuana,

fue acompañada de un catálogo profusamente ilustrado con un texto de presentación de Carlos

Monsiváis.

Diez años después, Betsabeé Romero (ciudad de México, 1963) construyó una obra monumental

para conmemorar los 35 años de la muerte de José Alfredo. Inaugurada el 1 de noviembre de

2008 en el vestíbulo del Auditorio Nacional, la megainstalación  Amaneció otra vez incluyó

35 trajineras “voladoras”, todas colgadas con cables de acero en el techo del recinto. Fue una

ofrenda-homenaje (coincidió con el Día de Muertos) a la memoria de José Alfredo y a sus

canciones que se han interpretado tantas veces en las trajineras de Xochimilco. “Muchas de sus

canciones han viajado en trajinera”, declaró entonces la autora (El Universal, 31 de octubre de

2008).

Dos meses antes de esta memorable exposición, el 6 de septiembre de 2008, fue inaugurado en

Dolores Hidalgo, Guanajuato, el Museo José Alfredo Jiménez, en la casa donde nació el célebre

cantautor el 19 de enero de 1926. En este recinto se exhiben numerosas fotografías y objetos

personales del compositor y cantante. Ahí se encuentra un mural que rinde homenaje a José

Alfredo Jiménez y a la música popular mexicana. Su autor es Octavio Ocampo (Celaya, 1943), el

famoso pintor ilusionista.

 

Camino de Guanajuato

 

Este año la producción artística inspirada en José Alfredo Jiménez se incrementó, gracias a

una exposición organizada por el que esto escribe con motivo de los 40 años de la muerte del

maestro guanajuatense. José Alfredo Jiménez. El Hijo del Pueblo fue una exposición-homenaje

que se presentó en las Galerías Jorge Alberto Manrique y Puerta de Oro del Bajío de la Casa de

la Cultura de Celaya, Guanajuato, entre el 26 de abril y el 26 de mayo. Participaron 48 artistas

mexicanos, tanto de la capital del país como del Estado de México y Celaya. Se exhibieron

pinturas, esculturas, grabados, dibujos, fotografías y otras expresiones artísticas.

Ejerciendo su libertad, los artistas hicieron lo que quisieron. Hubo autores que se inspiraron en

canciones. Janitzio Escalera, Carlos Martínez Jiménez, Antonio Luquín, Hersel Yáñez y José

Antonio Platas se inspiraron en El Rey para realizar sus obras. El primero lo retrató en actitud

triunfante, como un símbolo nacionalista; el segundo imaginó a un José Alfredo pop que carga

en una mano una botella de tequila y en la otra un corazón amoroso; el tercero lo concibió como

una piñata que al romperse no deja caer frutas ni dulces, sino partituras musicales; el cuarto lo

dibujó emergiendo entre las letras de la canción; el quinto, como un trovador popular que surge

del mapa guanajuatense. Por su parte, Mónica Mayer y Víctor Lerma, el dúo dinámico del arte,

participó con una impresión digital (Con el Fonca y sin el Fonca, 2013) que también hacía

referencia a la canción El Rey.

Otros artistas que se inspiraron en canciones fueron: Arturo Márquez ((Las botas de charro),

Jorge Ismael Rodríguez (Ojalá que te vaya bonito), Rodrigo Pimentel (El caballo blanco),

Saraí Sánchez (Las ciudades), Ana Luisa Pérez Urbiola (Ella y El Jinete), Elizabeth Ibáñez

y Samuel Monroy (Si nos dejan), Víctor Mora y Carla Zaldívar (Camino de Guanajuato),

Claudia Méndez y Ethel Orozco (Amanecí en tus brazos) y Stephanie Zedli (En el último trago).

Por su parte, Marcos Cano y Macario García imaginaron en fotografía y en impresión digital,

respectivamente, “un mundo raro”, cada quien a su modo.

Carlos Martínez González, hijo de Martínez Jiménez, se apropió de la canción Se acabaron las

 palabras; la intervino para hacer una pieza sonora mortuoria en homenaje a José Alfredo. El

mismo sentido tiene la obra Réquiem, de Eduardo Romo, un dibujo conceptual que no se refiere

a alguna obra específica del cantautor, pero sí a la música y al alcohol. Más festivos fueron

Rubén Ángeles (quien colocó la imagen de José Alfredo sobre un fondo abstracto), Héctor M.

Flores (quien construyó un sarape de vidrio), Joel Rendón (quien intervino lúdicamente tres

fotografías) y Karla Hernández, conocida como la Chica Dragón, quien tampoco se inspiró en

canción alguna, pero imaginó al cantautor como un Santo Patrono.

Quizá eso sea José Alfredo Jiménez: el Santo Patrono de nuestras penas y desdichas. Somos

desdichados en el amor, pero por fortuna el tequila (bebida milagrosa) nos ayuda a mitigar

nuestras penas. La derrota y la decepción amorosa se olvidan con una copa de tequila… o con

toda la botella si se puede: “Que me sirvan de una vez pa’ todo el año que me pienso seriamente

emborrachar”. En “el rincón de una cantina”, con una botella de tequila, los mexicanos lloramos

nuestro desamor, nuestro dolor, nuestra frustración. El alcohol nos permite aceptar la fatalidad:

“Ando borracho, ando tomando porque el destino cambió mi suerte”. Y nadie se salva: “¿Quién

no llega a la cantina exigiendo su tequila y exigiendo su canción?” ¡Salud!

 

*Fotografía: “Las ciudades” (2013)/Saraí Sánchez

 

 

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