“Al boxeo hay que ponerle historias” Una charla con Eduardo Lamazón

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POR LEONARDO IVÁN MARTÍNEZ

Autor de El huerto y la ceniza (IMC, 2012); @leoelmagon

 

 

Eduardo Lamazón, mejor conocido como Don Lama en el ambiente boxístico, se autodefine como un lector enfermizo y caótico desde la infancia en su natal Argentina. En 2013 Eduardo Don Lama lanzó un libro El boxeo en números en donde hace historia y estadística de los récords, triunfos, derrotas y campeonatos en la historia de este deporte.

 

Tuvimos una conversación con este hombre de box, lector de Walt Whitman y Xavier Villaurrutia, el hombre que lee poemas en la televisión mientras los boxeadores caminan del vestidor al ring. Durante este round de sombra entre el box y la ficción, entre la literatura y el pugilato los nombres de escritores y boxeadores brincaban a la mesa como jabs y uppercuts.

 

¿Tiene usted alguna relación con el gremio literario? ¿Frecuenta usted a escritores?

He conocido escritores en mi vida pero lo mío es el periodismo más que la literatura. Fui amigo de Ricardo Garibay y hablé un par de ocasiones con Octavio Paz. También fui muy amigo de Luis Guillermo Piazza, un escritor argentino que vivía en México, ya fallecido.

 

Ahora que menciona a Ricardo Garibay, uno de los escritores que hizo más estrecha la relación entre la literatura y el box con su crónica Las glorias del gran Púas ¿qué escritor tendría hoy esa estafeta dejada por Ricardo Garibay?

En la actualidad no encuentro quiénes hagan eso entre el boxeo y la literatura. Villoro (Juan) está muy cerca del futbol pero no lo he visto cerca del boxeo. Sinceramente no encuentro al autor que llene este espacio. Fuera de México podemos destacar a Nicolás Guillén que dice “yo qué sé de boxeo…”, a Antonio Machado que dice “boxeador camorrero, zúrratelas con el viento…”, a Arthur Conan Doyle, que sólo sé que le gustaba mucho el boxeo, a Julio Cortázar, Jack London y Ernest Hemingway que tienen cuentos insuperables. Todos estos nombres los digo pensándolos en estos momentos, lo mío es el box y no tengo la posibilidad de hablar doctoralmente de literatura.

 

¿Crees que alguien haya tomado el relevo como ídolo popular con esos toques picarescos que tenía el Púas Olivares?

Yo creo que ha habido cinco ídolos del boxeo en México: El Chango Casanova, El Toluco López, El Ratón Macías, El Púas Olivares y Julio César Chávez. En este momento, Julio César Chávez Jr. Pudo aspirar a ser un ídolo pero para mí ya echó a perder su carrera. Al Canelo Álvarez la gente no lo acepta como un ídolo y aunque mueve multitudes, sobre todo fuera de México, no lo aceptan por la protección de Televisa. Yo no creo que esa protección sea mala, simplemente creo que las televisoras promocionan lo que se vende. A las televisoras no les interesa el boxeo, están contando dinero, y estos boxeadores son populares y venden mucho. Obviamente un sector de la gente reacciona diciendo que son inventos de la televisión y ya no hay condiciones para esa idolatría que generaba El Ratón Macías. Yo no alcancé al Ratón Macías. Se retiró cuando yo apenas nacía, pero como historiador no puedo hablar sólo de lo que me acuerdo. Yo sé de aquellos años porque hablé con El Cuyo Hernández, con Pancho Rosales, José Sulaimán, Agustín Álvarez Briones, Jorge Sonny Alarcón, Antonio Andere; todos ellos fueron mis compañeros en las narraciones y me contaron la historia del Ratón Macías. Fue el máximo ídolo no sólo del boxeo sino de todo el deporte en México. Se destrozaba la gente en el aeropuerto de México cuando llegaba.

 

Es difícil encontrar a un ídolo de aquel tamaño. El mundo ha cambiado. Desde que Muhammad Alí y George Foreman pelearon en Zaire en 1974, la primera pelea que se hace a las 4 de la mañana para que entre en prime time en Nueva York a las 10 de la noche, el mundo del boxeo cambió. Las personas que de niños iban a ver el boxeo de la esquina de su barrio y de su colonia empezaron a ver a las grandes figuras en su casa, en su televisión. Comenzaron a ver a Muhammad Alí, y después a otros peleadores: Leonard, Chávez, Tyson.

 

El boxeo es de épocas, a diferencia del futbol. En el futbol, un niño le va a un equipo hasta que se muere, con todos los altibajos que este equipo tenga. El equipo lo tiene prisionero de amor. El boxeo no es así: yo tengo un ídolo pero el tiempo lo retira, entonces hay que espera un tiempo variable e impredecible para que aparezca un nuevo ídolo. Se fue Julio César Chávez y hubo que esperar hasta Mike Tyson que capturó el amor de toda esa gente. Yo no encuentro en este momento en el boxeo mexicano alguien que tenga esas características de arrastre popular como lo tuvo El Púas Olivares. Pudo haber sido El Maromero Páez, pero en su época no había tanta televisión y no transmitieron muchas de sus peleas y nos perdimos de un personaje súper interesante. También se lo perdió la literatura porque alguien pudo escribir sobre El Maromero en las mismas condiciones en que Garibay escribió sobre El Púas Olivares.

 

¿Y cuáles son los ídolos no logrados? Me viene a la mente la figura de Salvador Sánchez, por ejemplo.

 

Salvador Sánchez no era un ídolo popular, era todo lo contrario. Era el boxeador de la aristocracia. Lo manejaban los Torres Landa y era todavía el tiempo de Olivares. Olivares iba de salida y llegó Salvador Sánchez, pero se superponen en algún momento de sus carreras. Si ves el récord de ambos te darás cuenta que ya estaba Salvador Sánchez consolidado y El Púas todavía estaba activo. Se vieron los dos polos: aquí estaba El Púas y allá estaba el de la aristocracia. Sí lo querían porque era mexicano, pero no era el boxeador del pueblo, el ídolo de Tepito, ese era El Púas.

 

¿Ahora que mencionó a Jack London y su inolvidable personaje del cuento “Por un bistec”? ¿Qué historia de esa naturaleza podríamos encontrar en el box mexicano?

Eso lo encuentras en cada boxeador. Simplemente hay que ponerse a hablar con ellos, cara a cara y llevarlos un poquito de sus historias. No hay gente que venga de una vida cómoda que se dedique al boxeo con éxito. Todos los muchachos o la inmensa mayoría vienen de sufrir, de muchas postergaciones. Es la única manera que alguien se dedique al boxeo porque es un deporte muy duro. Se alimenta de individuos marginados por la sociedad y no encuentran otro camino; si tienen alguna aptitud para el boxeo canalizan la esperanza para salir de todas las miserias que la vida les ha mostrado.

 

¿Cuánto hay de ficción en el box, entendiéndolo como un acto imaginativo y creativo y qué tanto hay de pugilismo en la literatura?

El boxeo es una metáfora de la vida donde te caes, te levantas, donde tienes obstáculos, revanchas, venganzas. El boxeo es la más descarnada representación del drama de la vida, es el hombre y su lucha, desde que nace hasta que muere. Suele no haber atajos para evadir el dolor de vivir. No es el deporte de la ternura, ya se sabe, pero lejos del ring también hay más golpes y caricias: confrontar, caer, levantarse, cambiar el rumbo de las cosas, ganar y perder, gozar el abyecto placer de la venganza, mentar madres, sobreponerse a la adversidad,  jugar el mal fario de un destino mal hadado, matar o morir, igual arriba que abajo del ring.

 

¿Por qué en un deporte de tanta confrontación y desgarramiento emotivo para el boxeador y los espectadores es necesario leer poesía?

El boxeo es otra expresión de la cultura del ser humano. La poesía es la más alta posibilidad de expresión, es la más refinada capacidad de expresión del ser humano. No hay forma más desgarradora o más bella de dirigirse a una persona que con poesía. A mí me gusta el boxeo en tanto sea la historia de dos seres humanos que llegan a pelear. Dos tipos peleándose en la esquina no es algo que me interese y recomiende ver, es una bajeza y cochinada que no me llama la atención. Pero si descubrimos que los dos que están peleando se llaman Mayweather y Pacquiao y que detrás de ellos hay una historia de vida riquísima de gente que nació en la alcantarilla y de repente está paralizando al mundo para verlos, la cosa cambia. Esa historia de seres humanos que han luchado por vencer sus condiciones de vida, triunfar a su manera. Unos lo hacen cantando, otros cocinando o boxeando porque la vida, la naturaleza o Dios les dio la capacidad, esa habilidad. A mí me gustan las peleas con historia.

 

¿Qué ejemplo le viene a la mente?

Un día antes de su pelea contra Joshua Clottey en Arlington, Texas, visité a Mannny Pacquiao y me contó que un día de su infancia sólo comieron una lata de sardina. Eran ocho hermanos. A mí me llamó la atención porque ese hombre al día siguiente iba a ganar 40 millones de dólares. Me sorprendió tanto la historia que comencé a preguntarle cómo son las latas de sardina en Filipinas y resulta que son iguales que aquí: pequeñas con tres o cuatro trozos adentro. ¿En dónde está lo importante de Pacquiao y Mayweather?¿Qué va a ser la más importante? Pues quién sabe. A lo mejor y con suerte justifican todo el pancho que le han armado. Es importante porque conocemos la historia de los dos, porque desde hace diez años viene uno por acá y otro por allá, y están disputándose la paternidad de esta época del boxeo. No sabemos quién va a ganar. Ahí está la importancia. Al boxeo hay que ponerle historias.

 

¿Cuáles son los grandes personajes de la narración televisiva de box que hay en México y cuál es la importancia de un narrador en el box?

Te voy a dar cinco nombres: Agustín Álvarez Briones, Antonio Andere, Jorge Alarcón, el doctor Alfonso Morales y Carlos Aguilar. La narración es parte del espectáculo. Los dos mejores boxeadores del mundo peleando en el desierto del Sahara, sin ropa, sin referee, sin aplausos, música y luces, no significarían nada. Creo que el narrador, la voz que escuchan millones en sus casas, es una parte importantísima en el espectáculo.

 

¿No han pensado en invitar a un escritor aficionado al box para que los acompañe en las transmisiones?

Creo que sería una muy buena idea. A ver si algún día la podemos llevar para ver si interesa. Tendríamos que hacer una lista porque debe tener una buena voz y ciertas características. Recuerdo que en los mundiales de futbol invitaban a Juan José Arreola como comentarista. Gente avezada en literatura comentando el futbol se ha hecho, pero en box todavía no se ha dado esa oportunidad.

 

 

*Eduardo Lamazón es autor del libro “El Boxeo en números. 100 años de historia” / Foto: Adrián Hernández /EL UNIVERSAL

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