Al margen “En jirones”; una aproximación

May 27 • Lecturas, Miradas, principales, Reflexiones • 809 Views • No hay comentarios en Al margen “En jirones”; una aproximación

 

Resulta de una tesis de licenciatura una de las interpretaciones narratológicas mejores logradas a la obra de En jirones, de Luis Zapata, la cual anida una “poesía del deseo” superior al tratado de erotismo y amor

 

POR YOLANDA LEDESMA
Cuando le comenté a Luis Zapata que quería hacer mi tesis de licenciatura sobre su novela En jirones, me dijo que no se sentía tan viejo como para ser objeto de estudio, eso a pesar de que ya existía una tesis sobre su obra y de que su nombre aparecía en diversos ensayos sobre literatura latinoamericana. Con su habitual coquetería añadió que había cosas más interesantes para estudiar, pero que era obvio que yo era libre de elegir mi tema.

 

En el transcurso de mi investigación varias veces platiqué con Luis sobre la novela para saber más del contexto que la acompañó, pero definitivamente él siempre destacó que eran los personajes los que marcaban la pauta. Por mi parte, en uno de esos encuentros puse a su consideración los epígrafes que encabezan los capítulos y entre bromas y chusqueces, todos fueron de su agrado.

 

Sin embargo, tengo la impresión de que se sintió un poco apenado, aunque a la vez halagado, cuando le dije que una de las conclusiones de mi análisis era que en la novela se expresa una “poesía del deseo” y que para mí En jirones era mucho más atractiva que cualquier tratado sobre el amor o el erotismo.

 

Me atrevo a afirmar lo anterior porque supongo que cualquier lector atento puede detectar en este texto las afirmaciones que hacen tanto Octavio Paz en La llama doble, Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso y Herbert Marcuse en Eros y civilización.

 

Después de terminar mi trabajo, y a partir de las observaciones de mis profesores, tuve la evidencia de que En jirones tiene lecturas múltiples y que, como afirma Juan Carlos Bautista, es la novela de Zapata más arriesgada (lo vemos desde el mismo título), además de que comparte con otras de sus obras ciertas constantes, algunas de ellas sobresalientes.

 

Así, tenemos que en Luis Zapata la conciencia de sus fines y sus medios se deriva de su gusto por la experimentación. Siempre ha elegido formas distintas para expresarse y nunca ha caído en la repetición del mismo esquema. Aunque en su obra aparecen aparentes reiteraciones, éstas están escritas en varias estilísticas en una conjunción de prosaísmo y lirismo.

 

A Zapata le encantan los juegos literarios y es maniático, como su admirado Flaubert, del término justo. Un botón de muestra: “A es puto. Puto en el sentido más estrecho y moralista de la palabra puto”.

 

Zapata utiliza también el humor de manera oportuna equilibrando el relato y quitando la tensión a situaciones excesivamente intensas y a veces auto parodiando sus referencias. Sin embargo, tengo que decir que en muchas ocasiones podía ser conscientemente cruel con sus personajes.

 

A menudo alude a lo literario o a la función de la escritura y se refiere a todo tipo de literatura, sobre todo a la de la Edad Media, y no por nada, pues la propia tesis de licenciatura de Luis fue sobre Chrétien de Troyes. Me viene a la mente una anécdota que habla de su sagacidad en el manejo de la lengua francesa y, sobre todo, de su humor: utilizó el nombre de un amigo francés para hacer un falso texto medieval que presentó como un anónimo descubierto por él y que fue publicado en la revista Siempre!

 

Sus referencias culturales abarcan todos los registros, desde la cultura popular hasta los códigos eruditos. Desde muy joven empezó a cultivarse. Leía de todo e incluso en varios idiomas. Es un autor mucho más culto que cualquier joven de los años en que empieza a publicar.

 

Entre sus constantes aparece el cine, otro de sus amores, tanto el cine de autor como el popular, y sus alusiones humorísticas al respecto enriquecen el sentido original, por ejemplo: “El obscuro encanto de tu represión”, o trastocan el sentido original: “Dios no es mi copiloto”.

 

En el mundo sonoro, también presente en su obra, hay una correspondencia entre la situación descrita y la música. Del registro popular de cantina tipo Javier Solís o Juan Gabriel, pasa al rock and roll de su época y a muchos y diversos cantantes: Janis Joplin, Jim Morrison, Roberto Carlos, Caetano Veloso y, por supuesto, su adorada Angélica María; también habla de ópera y sonoriza juego infantiles con el Cancionero Picot o Cri Cri.

 

En cuanto a sus saberes médicos, en ocasiones se burla de Freud, sobre todo habla de la psiquiatría y hace un repaso de todos los antidepresivos existentes y hasta de los inexistentes pero ideales que se deben inventar.

 

Para muchos es un autor obsceno (los que se quedaron en una superficial lectura de El vampiro de la colonia Roma), sin embargo, son muy atinadas sus lúcidas observaciones morales acerca de los fines y las actitudes de los seres humanos.

 

Pensándolo bien, es probable que se me escapen muchos de los códigos culturales utilizados por Zapata en su vasta obra y me enfrento ahora a la paradoja de que Luis Zapata depresivo tenía una infinita capacidad de juego, placer y erotismo.

 

 

 

FOTO: Luis Zapata, autor de El vampiro de la colonia Roma, reveló que escribió el libro “por terquedad, como un reto”. El escritor se confesó “comodino, un poco haragán”. Crédito de imagen: Carlos Zamudio /Archivo El Universal

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