Alexander Payne y el humanismo estrábico

Ene 20 • destacamos, Miradas, Pantallas • 2285 Views • No hay comentarios en Alexander Payne y el humanismo estrábico

 

En Los que se quedan, un despreciable profesor de un colegio americano se ve forzado a pasar la Nochebuena con sus alumnos; una cinta cargada de ironía que podría convertirse en un clásico de la época navideña

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Los que se quedan (The Holdovers, EU, 2023), socavador film 7 del estadunidense nebraskiano de 62 años Alexander Payne (Entre copas 04, Los descendientes 11), con guion original del prolífico TVserialista David Hemingson, el severo profe solterón bizco y con corbata de moño Hunham (Paul Giamatti portentoso en su debilidad sacudida) imparte la materia de Civilizaciones Antiguas en el internado elitista Barton de Massachusetts, siempre despreciando las torpes deformaciones sociomorales de sus alumnos (“Pequeños filisteos perezosos y rancios”), pero a fines de diciembre de 1970 es castigado por su excompañero de clase hoy rector Woodrup (Andrew Garman) a permanecer en la escuela durante la temporada navideña, sólo apoyado por la voluminosa afrojefa de cocina Mary (Da’Vine Joy Randolph) que acaba de perder a su hijo en Vietnam, quedando ambos al cuidando de los seis alumnos que por lejanía o desdén no pasarán esas fiestas con su familia, entre los cuales se halla el problemático adolescente consumidor de pornografía y mariguana Tully (Dominic Sessa), visceralmente confrontado por un privilegiado retrógrada Kountze (Bady Hepner) que acaba llevándose a la playa en un helicóptero a todos los lamentables chavos, salvándolos del estricto régimen de estudio impuesto por el antipático Hunham, menos a ese Tully que no tarda en rebelarse y hacerse perseguir hasta el gimnasio interdicto donde se disloca un hombro de inmediato enderezado en el hospital mediando el auxilio de una sorpresiva mentira piadosa del profe, con quien el chico y la cocinera asisten a una reunión de Nochebuena en casa de la obsequiosa secretaria escolar Crane (Carry Preston) a quien el hosco desengañado Hunham dejará de ver como una galana posible, mientras la enloquecida gimoteante Mary recibe el consuelo de su pretendiente el afanador Danny (Naheem Garcia) y el agresivo Tully se dulcifica al besarse con la linda puberta aventada Elise (Daby Lilly Lee-Stack), aunque es incapaz de evitar la furia de un mutilado de guerra en un billar eléctrico al huir los tres de la fiesta, cenar juntos e identificándose en sus carencias y fragilidades, y acabar consumando en trío una jubilosa excursión prohibida a Boston, donde la jocunda Mary permanece con una hermanita embarazada en un barrio, el resentido Hunham presume falsos logros ante un prominente excondiscípulo de Harvard (del que el profe fue corrido) y el subrepticio Tully rinde una devastadora visita a su paranoico padre Tom (Stephen Thorne) en un psiquiátrico, sólo para que los tres infractores acaben viendo por TV la llegada del año nuevo en el Times Square neoyorquino, antes de que el infortunado Hunham se sienta éticamente obligado a echarse toda la culpa de la descubierta salida arbitraria para proteger a Tully, y sea despedido de la academia, cual paradójico máximo logro de un recién vislumbrado humanismo estrábico.

 

El humanismo estrábico vuelve a entronizar a Payne, de acuerdo con las líneas de fuerza de sus obras anteriores, como un metafórico especialista íntimo en insensibilizados varones hipersensibles (Las confesiones del Sr. Schmidt 02),) caminos laterales (Entre copas), autodestrucciones aparentes (Los descendientes) y postreros aires vitales (Nebraska 13), contando ahora con un hábil libreto ahíto de giros incisivos e incidentes retorcidos sin falla, un elegante diseño de producción de Ryan Warren Smith, una dinámica fotografía de Eigil Bayld siempre amenazado por el preciosismo de los panoramas helados y los suntuosos interiores baldíos, y una elíptica edición de Kevin Tent de contundencia sin tregua.

 

El humanismo estrábico descubre una verdad parcial más cálida y fundamental afectiva e importante que la verdad total, imposible e inconveniente, y además porque es la que el antihéroe miedoso de las mujeres puede atinar a ver con su único ojo bueno, y gracias al inestimable respaldo de un florilegio de brutales sentencias grecorromanas con especial elogio al irreligioso Marco Aurelio (“No sólo para eso naces”//“La soledad disminuye al hombre”//“No puede ni soñar un sueño completo”//“El mundo es tiniebla, la vida es percepción”), escuetos diálogos agudísimos como el del chavo reprimidazo con la chava desinhibida (“¿Estás tratando de ver bajo mi blusa?”/ ”No; sííí”) y la respuesta a la pomposa advertencia cultista (“No cruces el Rubicón”/ “La suerte está echada”) o las consolaciones al joven hermanado en el consumo de los mismos antidepresivos (“Tú no eres tu padre, eres tú”), y last but not least ese bombardeo incesante de villancicos y cánticos navideños modernos como cruel contrapunto con la irónica alegría circundante.

 

El humanismo estrábico se encuentra unánime y entusiastamente emplazado para convertirse en un clásico favorito de la época navideña, pues, al igual que el gran detentador de ese status: ¡Qué bello es vivir! de Capra (47), narra la historia de un salvador que mágica y conmovedoramente es salvado por los demás de manera espontánea y solidaria, pero aquí no se necesita que un ángel baje del cielo en busca de sus alas ni que un pueblo entero se reúna para rescatar al banco salvahumildes en bancarrota, ya que basta con tres vulnerados distintos y una sola conquista íntima valedera, es suficiente con que el vulnerado orgulloso Tully respalde la autorreivindicadora mentira del vulnerado acomplejadazo Hunham presumiendo un rango académico-literario para él aún inalcanzable, y con que la vulnerada inconsolable Mary le obsequie una gruesa libreta en blanco para que, venturosamente expulsado por otra mentira misericordiosa, ese profe escriba su libro monográfico largamente aplazado.

 

Y el humanismo estrábico culmina con la figura del antiguo infeliz perdedor nato Hunham bebiendo un trago del vino sustraído en la oficina del odiado rector oprimente, como si se tratara de un elíxir capaz de lograr su liberación interior de la rigidez, antes de enfilar hacia nuevos horizontes por la nevada carretera magnífica.

 

 

 

FOTO: Los que se quedan ganó dos Globos de Oro por “Mejor actriz de reparto” y “Mejor actor de comedia”. /Especial

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