Roma: Tres mujeres para un reto

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La presencia y la sensibilidad de las tres actrices principales definen a Roma como una obra sutil y sugerente. En esta entrevista, Yalitza Aparicio, Marina de Tavira y Nancy García hablan de cómo el acercamiento mutuo les permitió crear una conexión espontánea o natural en sus respectivas interpretaciones

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POR LEONARDO TARIFEÑO
“Quise hacer una película que fuera íntima y universal a la vez”, afirma Cuarón sobre Roma. En ese universo personal y social, donde al mismo tiempo resuenan los ecos de la separación familiar y el Halconazo de junio de 1971, los recuerdos surgen de la evocación de tres mujeres: la madre, Sofía (Marina de Tavira), y las dos criadas, Cleo (Yalitza Aparicio) y Adela (Nancy García). La presencia y la sensibilidad femeninas definen una obra sutil y sugerente.

 

Como Aparicio y García jamás habían actuado, el apoyo de Marina resultó fundamental para ambas. “Para mí fue muy difícil pararme frente a la cámara y rodeada de tantas personas, porque yo soy de las que se esconden de todo —admite Aparicio—; pero lo que me ayudó mucho fue, por un lado, trabajar junto a Marina; y por el otro, que la película se filmó en continuidad, de manera cronológica. Así pude vivir cada momento del personaje, ver su evolución y reaccionar con emociones naturales de acuerdo a lo que se iba presentando”.

 

La experiencia de Marina, en cambio, fue muy distinta a la que vivió Yalitza. “En mi caso, veo mi trabajo en Roma a través de dos líneas —cuenta—. La parte técnica, en la que al ser la única actriz de todo el equipo con experiencia previa me sentía obligaba a conectarme con la forma en la que trabajaban todos los demás; y la parte actoral, que incluía emociones muy fuertes, pero contenidas. Todo esto se conectaba con mis propios recuerdos, así que al final también fue, de mi parte, algo muy personal”.

 

Nancy, amiga de Yalitza de su Tlaxiaco natal, llegó a Roma sin proponérselo. “Yali me pidió que la acompañara, me dijo: ‘ven, que no estás haciendo nada en tu casa’, y después de varios encuentros me dijeron que tenía el papel. Pero yo no me lo creía”, señala. Para ella, “lo más difícil fue hacer algo que no había hecho nunca, y el reto consistió en no dejar de creer que sí podía hacerlo. Ahí fue muy importante Marina; no porque dijera cómo debíamos hacer las cosas, sino por su presencia, el apoyo y la confianza que nos dio”.

 

Ese apoyo, según Marina, se basó en permitir “la manera en la que ellas se acercaban a la actuación”. Con raíces profesionales en el teatro, De Tavira aclara que su tendencia actoral es “el análisis del personaje, proyectar una escena y profundizar un acercamiento formal o intelectual”; en Roma, en cambio, trabajó desde una perspectiva para la que sigue sin encontrar la palabra justa. “Diría ‘espontáneo’, pero no es así. ¿‘Natural’? Quizás”, se pregunta.

 

Pero la manera de actuar no fue el único desafío que planteó Roma. En el caso particular de Aparicio, su esfuerzo demostró que la falta de experiencia no era un obstáculo para sorprender al mundo. “La verdad es que esto nunca fue mi sueño —apunta ella—, porque a mí jamás se me había ocurrido ser actriz. Por eso mismo, creo, este trabajo muestra que una chica oaxaqueña puede pertenecer al mundo que quiera. Como en el cine nunca hay gente como nosotras, a veces podemos pensar que ese mundo no nos pertenece. Pero no es así. Si queremos ser cantantes, actores o lo que sea, el físico o el color de piel no importa. El estereotipo existe, pero existe para desafiarlo”.

 

FOTO: Yalitza Aparicio, Marco Graf y Marina de Tavira, en una escena de Roma. / Especial

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