Alfonso Gómez-Rejón y la leucemia prodigiosa
POR JORGE AYALA BLANCO
En Yo, él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl, EU, 2015), mercurial y cinicazo opus 2 del TVserialista cuarentón texano fronterizo como asistente de la santísima trinidad Scorsese/Iñárritu/Affleck formado Alfonso Gómez-Rejón (primer largo: Espera a que se haga de noche 14), con base en la debutante novela superventas homónima de Jesse Andrews por éste mismo adaptada para ser la comedia-revelación independiente de Sundance 14, el autoapabullado adolescente güerejo carademarmota asumida Greg (Thomas Mann) evoca a mil por hora y al frenético grito conjunto de “No tengo ni la menor idea de lo que estoy haciendo” y de “Ésta es la historia de mi último año en el bachillerato, de cómo destruí mi vida y cómo filmé una película tan mala que literalmente mató a alguien”, todo lo íntimo inconfesable e inimaginable de ese encantador personajito hiperactivo y omnipresente, empezando por su original necesidad de estar en todas partes de su escuela de Pittsburgh y en ninguna, su disfrute de una invisibilidad ubicua para él indispensable, su capacidad para aparentar ser amigo de todo mundo (atletas/drogos/teatreros/marginales) y de nadie, su omniprotectora destreza para lidiar con el asedio de bellas-alce como la irresistible Madison (Katharine C. Hughes) que sólo piensan en aplastar feos-ardillita como él, su dependencia del mariguano profe de historia McCarthy (John Bernthal) para refugiarse a tomar alimentos sin pisar la monstruosamente agresiva y caótica cafetería comunitaria, su sabotaje deliberado a las posibilidades de ingresar a cualquier universidad cuyo asqueroso menú especifica un manual supervoluminoso, su absorbente devoción secreta para realizar desternillantes parodias de películas célebres en inafectiva pero efectivísima colaboración estrictamente profesional con el compañero afrolúmpen Earl (RJ Cyler), su esquivo aguante de un padre (s)ociólogo que en lo emocional únicamente puede relacionarse con su gato (Nick Offerman) y de una madre ultrachantajista sentimental (Connie Britton) que un buen día amenaza romper la prudente distancia mantenida con la realidad, al orillarlo a visitar por vil lástima a la hija leucémica de la desconsolada amiga judía Denisse (Molly Shannon), la cual resulta ser una simpática Raquel (Olivia Cooke sensacional) tan reacia a la compasión/autocompasión como él, plena de sentido del humor y capaz de reírse todo el tiempo de sí misma y de sus imposibilidades, tropiezos y tragedias en acecho, por lo que no le será difícil a Greg congeniar con ella, entablando pronto una estrecha amistad que los demás juzgan como noviazgo, aceptando ser orillado por Earl a volverla aficionada a sus cintas e incluso, ahora orillado por la otrora inaccesible Madison, a dedicarle una en homenaje de despedida del universo, antes de que la pareja rompa por una imperdonable bobada, Raquel suspenda sus quimioterapias hasta ir a dar moribunda al hospital y Madison invite por piedad al baile de graduación a un remordido Greg a punto de abrirse a los demás.
La leucemia prodigiosa despliega de principio a fin una enorme, avasalladora, pero jamás hostigante cantidad de recursos expresivos esencialmente narrativas y eminentemente visuales, que llevan al espectador más advertido, tanto como al menos, de sorpresa en sorpresa y de hallazgo en hallazgo, sin cesar reinventados, destacando en sus mejores momentos esa doble bitácora contando los funestos Días de la Amistad Condenada (3, 85, 204) y otra precisando la Parte en que va la evolución/involución del monologador personaje (la Parte en que conocí a la chava moribunda, la Parte en que entro en pánico por mera torpeza), ese hilarante uso de animaciones atrozmente amateurs para ejemplificar la tortura sobre cocodrilos en el Peor de los Tiempos o los daños femeninos contra la infeliz ardillita-alter ego o los cojines vivientes, la rápida ilustración objetiva o recordada de los horrores reales y traumas a medida que se aluden, los encuadres de súbito chuecos a 90 grados, las incómodas separaciones de figuras reacias con pronunciada profundidad de campo wellesiana en el ámbito repelentemente rosa de un plano abierto vuelto asfixiante, la gracia de una fotografía asiática sin pudores de Cheng-hoon Chung, o esa insidiosa equiparación de los territorios escolares adolescentes con países bélicamente invadidos por EU y a la sensación traidora que se evidencia con la angustia irreprimible de ese “Eres un Assange, eres un Assange” proclamada por las calles.
La leucemia prodigiosa prodiga, sobre todo, inagotables paralelismos extraordinarios, sabrosísimos y más que excéntricos con el cine de arte local y europeo (el cine “extranjero” de Coppola, Scorsese, Malle y Bergman), ahíto de tipos solitarios y violentos con los cuales identificarse, tanto al nivel de las 42 falsamente naïves microcintas atribuidas al desatado protagonista (ese Senior Citizen Kane, ese Apocalipsis ahora vuelto Épocas cursis ahora, esa Seventh Seal) como los producidos por el montaje propiamente ficcional (ese fondo de Taxi Driver 76 denunciando el verdadero subtexto agresivo del héroe confeso, ese padre identificado con Aguirre, la ira de dios 72 en el instante de visionarlo, esa deflacionaria culminación caritativa alternando con la música-palpitación recóndita del desesperado desconcierto final del chavo enternecedoramente truffautiano de Los 400 golpes 59), pero también la deliciosa imitación salvaje del mamonazo acento avieso de Werner Herzog y la soberana antología de composiciones para cine de Brian Eno, corregida y aumentada por él mismo, que se desenfrena con auténtico furor intrauterino por doquier.
Y la leucemia prodigiosa rechaza como la peste, al igual que sus criaturas cualquier patetismo/autopatetismo, incluso mintiendo sobre la posible salvación de Raquel, logrando ser más que desgarradora, y dándoles contención e incisivo sentido unívoco a lo que sólo eran diseminados fragmentos de una eternidad compartida.
*FOTO: Difundida en español como Yo él y Raquel,la segunda película de Alfonso Gómez-Rejón cuenta la historia de Greg, quien pasa el último año del instituto de la forma más anónima posible, evitando todo tipo de relaciones, mientras en secreto hace extrañas películas con su único amigo/Especial.
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