Alondra y Coral, dos discos

Dic 19 • Miradas, Música • 3746 Views • No hay comentarios en Alondra y Coral, dos discos

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

Desde hace unas semanas está en circulación el disco Stravinsky: Works for piano and orchestra (Sony), del pianista Alexej Gorlatch (1988), en el que, acompañado por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, presenta el “Concierto para piano e instrumentos de aliento” y el “Capricho para piano y orquesta”, dos obras concertantes centrales e icónicas de ese neoclasicismo rítmico, incisivo, sincopado, de aroma jazzístico del compositor ruso; a su vez, dos piezas quizá no tan frecuentes en el repertorio de los pianistas como lo son, para grupos de cámara u orquestas, obras del mismo periodo (el “Octeto” para alientos, “Pulcinella” o “La Historia del soldado”).

 

Se trata de un disco que se ha promocionado mucho en nuestro país por la batuta encargada de llevar al ensamble berlinés, la de Alondra De la Parra, que ofrece un acompañamiento discreto y hasta elegante sin dejar de ser suficientemente preciso y sólido en sus motivos rítmicos y armónicos (el cuidado con el que se presenta la introducción de los metales en el “Concierto”, por ejemplo, es prodigioso), y considerado para con su solista, quien ofrece una versión sin aspavientos, moderada, sin decaer nunca de energía, de ambas obras; lo que puede parecer simple para quienes busquen las grabaciones llevadas a uno u otro extremo de interpretación, pero que la vuelve de cierto modo referencial al ser tan equilibrada. Sin obviar la viveza con que ejecutan solista y ensamble los movimientos externos, es de destacar la quietud, poderosa y poética, con que se interpretan los centrales (sobre todo el Largo del “Concierto”; una lástima que no se especifique el nombre de los atrilistas encargados de los solos en los metales).

 

Pero el principal atractivo de esta producción es la muy temprana “Sonata para piano en fa sostenido menor” (1904), una pieza con la que el mismo Stravinsky no quedó muy contento, rara vez presentada, que se acerca en forma a las últimas sonatas de Beethoven pero al romanticismo tardío de algunos rusos, como Rimsky-Korsakov (tutor con quien Stravinsky preparó la obra), en sonoridad. Es presentada aquí con pulcritud y suficiente entusiasmo, sin el apasionamiento que pudiera emparentarla con el estilo de las grandes sonatas para piano de Rachmaninov o Liszt.

 

Una interpretación más clásica con visos de romanticismo, que sonoramente transporta al oyente al presente de la “Séptima Sonata para piano” de Leonardo Coral, pieza con que inicia Quijotescas (Tempus Clásico), el nuevo monográfico de este compositor mexicano, que está también en circulación desde hace unas semanas.

 

Si la de Stravinsky es presentada en el disco de Gorlatch como un ejercicio maduro del estudiante que copia el estilo de sus maestros, la de Coral es una muestra del ejercicio maduro de un compositor con oficio, que domina su propio lenguaje –ese que ha sido bien descrito por Luis Pérez Santoja como uno que abre las puertas de la modernidad con arraigo a la tradición con una música melódica, expansiva y nerviosa, de ímpetu rítmico; contraste de carácter e intención– y que escribe con doble amor irrestricto: al instrumento y a la intérprete, Tere Frenk, dedicataria de la obra; a la paleta de recursos interpretativos de ambos.

 

(En tecnicismos y quizá innecesarias comparaciones, pero por haberlas ligado, me resulta necesario decir que si bien la de Gorlatch es una grabación más pulcra, con un sonido más cuidado por la producción, mientras el de Frenk se ha producido en un instrumento de colores más metálicos, y descuidada incluso en afinación para una de las siguientes obras, la de ella es una interpretación menos discreta, más vehemente que la “tímida” y académicamente atenta, de él.)

 

La misma Frenk se encarga, luego de los cuatro caprichos para violín solo titulados Orígenes que ejecuta Victoria Horti, de los 12 preludios para piano; dos series de piezas características bien estructuradas y definidas en intenciones, con resultados de buen balance entre el manuscrito, la ejecución y el registro discográfico.

 

Estampas quijotescas”, trío para violín, violonchelo y piano, que reúne en este disco además de a Victoria Horti y Tere Frenk, a la vionchelista Luz María Frenk, y que da nombre al monográfico, es quizá la pieza menos lograda, tanto en la grabación como en la partitura; las siete piezas –estampas– que la conforman, son disímbolas entre sí y no terminan de cuajarse como un ciclo uniforme. Hay, por ejemplo, piececitas que terminan en apatía por la repetición ad nauseam de patrones rítmicos a los que falta algo de solidez armónica, que parecen no ir a ninguna parte (“Molinos de viento” y “El yelmo de Mambrino”) y otras de un lirismo profundo que funcionarían mejor como piezas sueltas (“Dulcinea del Toboso” y “Alonso Quijano el Bueno”, con sus sentidas líneas, de escritura simple pero idiomática para el violonchelo) o mezcladas solo con las piezas de carácter que a manera de interludio aparecen entre los movimientos escritas sobre ostinato y los de tempi lentos (“Manteamiento de Sancho Panza” y “La batalla de Don Quijote y el caballero de la Blanca Luna”).

 

 

*FOTO: Para el disco Stravinsky: Works for piano and orchestra, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín estuvo dirigida por Alondra de la Parra/Juan Boites/EL UNIVERSAL.

 

 

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