Alonzo King: danza convencional y sin riesgos

Ago 1 • Escenarios, Miradas • 6174 Views • No hay comentarios en Alonzo King: danza convencional y sin riesgos

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Recientemente estuvo en México la compañía Alonzo King Lines Ballet, fundada en San Francisco, en 1982, por el coreógrafo Alonzo King (Georgia, Estados Unidos, 1952), de la que se han hecho alabanzas que no corresponden, desde nuestro punto de vista, con la realidad.

 

Se ha dicho, por ejemplo, que se trata de una compañía “innovadora” del lenguaje dancístico. Nada más alejado de la propuesta de la agrupación estadunidense de ballet contemporáneo, pues si algo le caracteriza es la postura conservadora y convencional a la hora de trazar la ruta de su propuesta artística.

 

Nada hay de innovador en la serie de fórmulas probadas y de fácil acceso en el gusto del público. Pongamos como ejemplo el estereotipo corporal de los bailarines de tradición clásica: cuerpos de proporciones perfectas, musculares, de brazos, piernas y cuellos largos, que en escena ofrecen en sí mismos un espectáculo y son, sin duda, un deleite para los ojos del público, acostumbrado al modelo de belleza corporal promovido en los medios de comunicación y la publicidad. Modelo que inunda, excesivamente, nuestra mirada y moldea el gusto masivo.

 

No estamos en contra de este modelo de belleza corporal clásico en el bailarín, pero sí de su uso artificial, es decir, sin un concepto profundo que busque explorar a profundidad emociones, sensaciones, pensamientos, deseos, miedos, que contribuyan a la creación de un discurso que provenga de los cuerpos de los intérpretes y, sobre todo, de sus necesidades expresivas.

 

Tampoco hay nada renovador en el uso de las extremidades alargadas de los bailarines como base del movimiento convertido en estilo predominante de la compañía. Los brazos y las piernas se desenvuelven en escena como flechas afiladas que, a una gran velocidad, no hacen más que confirmar las virtudes técnicas de los intérpretes; esas sí, dignas de alabanza.

 

Este tipo de movimiento, que se ha venido desarrollando en la historia del ballet contemporáneo desde la época del pionero del estilo neoclásico George Balanchine (San Petersburgo, Rusia, 1904-NuevaYork, 1983) hasta Robert Joffrey (Seattle, 1930-Nueva York, 1988), sin olvidar el paso de Mijaíl Baryshnikov (Riga, Letonia, 1948) como director artístico del American Ballet Theatre, en 1980, y hasta de Twyla Tharp (Portland, Indiana, 1941) —por mencionar sólo algunos de los que han desarrollado su carrera en Estados Unidos con influencia internacional—, hoy resulta ejemplo de lo que hace tiempo dejó de ser vanguardia para convertirse en estereotipo de lo que predomina en el mercado dancístico internacional.

 

Alonzo King es un hombre seguramente consciente de lo que aquí mencionamos. De hecho él no es quién se asume como renovador del lenguaje coreográfico, así lo han nombrado aquellos quienes, debido a la falta de cultura dancística, ven en su propuesta algo nunca antes realizado.

 

Lo que sí vemos en esta compañía que se presentó en el Palacio de Bellas Artes, como parte de la temporada dancística programada por la Coordinación Nacional de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes, es una consolidación del estilo que, como ya dijimos, a estas alturas resulta altamente convencional. Reconocemos que la compañía estadunidense ha conseguido afianzarse a la seguridad de ese terreno para alejarse de las arenas movedizas del riesgo.

 

King tiene talento para vestir de manera espectacular el escenario: amén de los bailarines de bellas formas e inmejorable técnica, la iluminación y el vestuario permiten la creación de cuadros plásticos en movimiento que, formalmente, son atractivos al ojo humano. Luces sutiles que dan a la escena una atmósfera íntima, en algunos momentos supra humana, siempre con el apoyo de una selección musical oficiante: desde temas del alemán Johann Sebastian Bach (1685-1750) hasta Edgar Meyer (Tulsa, Oklahoma, 1960) y la aportación del músico catalán Jordi Savall (Igualada, España, 1941), quien con la inclusión de voces determinó la secuencia de talante religiosa a la obra Writing grounds, con la cual cerró su participación la compañía en el Palacio de Bellas Artes.

 

Antes la Alonzo King Lines Ballet había abierto con Concierto para dos violines, una obra dialogante con la tradición dancística heredada por Balanchine y el genio de Bach, uno de los músicos más conocidos en el mundo.

 

También ofreció Quinteto para hombres, fragmento de la obra The Radius of convergence, con música de los estadunidenses Meyer, compositor amante del bluegrass, newgrass y el jazz, y Pharoah Sanders (Little Rock, Arkansas, 1940), saxofonista y jazzista.

 

La función ofrecida por la compañía Alonzo King Lines Ballet en el Palacio de Bellas Artes fue del agrado del público. La limpieza y profesionalismo en el uso de los recursos de la escena y la loable demostración técnica de los bailarines la posiciona como una agrupación sólida en el campo del ballet contemporáneo. Con un estilo que se vende fácilmente, precisamente por no plantear ni riesgos, ni retos al público, sino por manejar el lenguaje legitimado del arte coreográfico, que se ocupa de la belleza superficial de las formas: una danza complaciente.

 

 

 

*Concierto para dos violines, Quinteto para hombres, fragmento de The Radius of Convergence, y Writing Grounds, coreografías de Alonzo King, se presentaron con la compañía estadunidense Alonzo King Lines Ballet, con los bailarines Babatunji, Robb Beresford, Adji Cissoko, Madeline DeVries, Shuaib Elhassan, Courtney Henry, Yujin Kim, Michael Montgomery, Laura O´malley, Jeffrey Van Sciver y Kara Wilkes, en el Palacio de Bellas Artes, el 25 de julio, en el marco de la Temporada de Danza en el recinto marmóreo.

**FOTO: Concierto para dos violines, Quinteto para hombres, fragmento de The Radius of Convergence, y Writing Grounds, coreografías de Alonzo King se presentaron el pasado 25 de julio en el Palacio de Bellas Artes./Cortesía INBA.

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