Álvarez arriba a su veleta

Ago 4 • Miradas, Música • 3149 Views • No hay comentarios en Álvarez arriba a su veleta

POR LUIS PÉREZ SANTOJA

Si un compositor que vive en Londres compone una obra a la que titula Temazcal y utiliza en ella el sonido de maracas, casi seguro es un músico mexicano nostálgico por su tierra. En efecto, Javier Álvarez compuso la obra de ese nombre durante su larga estancia de estudios de doctorado y trabajo profesional en Londres y, a pesar de ser una obra para cinta electroacústica, áspera y abstracta, logra ser atractiva con base en el singular contraste de las maracas “en vivo”, que hacia el final, cuando parecen “colarse” las notas de un rico son veracruzano, llevan el sabroso ritmo con todo y nuestro típico final folklórico.

 

Álvarez es una de las voces más destacadas de la música actual, con un amplio catálogo de obras en múltiples géneros y formatos que han sido interpretadas por importantes solistas, ensambles y orquestas internacionales. Su lenguaje musical no ha eludido desde el principio el uso de procedimientos innovadores del siglo xx, como la atonalidad y la microtonalidad. Sin embargo, en tiempos recientes su lenguaje ha ido aceptando incluso temas relativamente tonales, modales, pentatónicos y otros que permiten un mayor acercamiento del oyente.

 

Recordemos que Álvarez es el autor de esa simpática pero rigurosa serie de piezas Metro Chabacano, Metro Taxqueña y Metro Nativitas —aunque ofreció que “haría” toda la línea 1 del metro de la ciudad de México, hasta ahora no ha agregado obras a su red de estaciones.

En días pasados, la Orquesta Sinfónica de Minería hizo el estreno mundial de su nueva obra, De aquí a la veleta, cuyo contenido musical no pareciera asociarse con el sentido intelectualizado que Álvarez ha dado al título:

 

El ritmo domina conceptualmente una obra que es un homenaje al ritmo, tanto el del esqueleto formal, alma de cualquier música, como aquel que es evidente al oído y que se asocia con formas y géneros. Esa repetición obstinada de notas nos puede llevar a la asociación del girar de una veleta, pero recordemos que, para Álvarez —quien rechaza una intención descriptiva en su música—, el sentido detrás del título es una metáfora sobre el proceso creativo de una obra musical o la invención de algo tan sencillo como una veleta, producto del ingenio humano. La repetición minimalista en obras como Metro Chabacano no alude al avance estable del tren o al girar de sus ruedas, sino a una instalación de arte que representa una escalera eléctrica suspendida cuyos escalones giran y regresan eternamente, cuyo símil musical sería el de un movimiento perpetuo.

 

De aquí a la veleta atrapa desde el primer compás; ese inusitado pasaje introductorio de todas las cuerdas en pizzicato —la pulsión y rasgueo de las cuerdas, como en una guitarra, con todo y plectros o uñas— es el pasaje en pizzicato más extenso que recuerdo en una obra moderna, y que persiste hasta que toda la orquesta introduce el primero de sus momentos sonoros culminantes, con un tema que se desarrolla y crece. La obra nos lleva obstinadamente, de un pasaje a otro, de cima en cima, con un discurso narrativo continuo, aunque hay momentos, como la parte central, en los que la rítmica cede ante cierto reposo y claridad. El gran final es una verdadera culminación de la tensión rítmica que ha sostenido la obra y la orquesta explota en un desahogo temático y rítmico, con una sutil reminiscencia revueltiana (¡ah, esa culebra tutelar de la música mexicana!).

 

La obra requiere de todo un arsenal de percusiones, con algunos extraños visitantes a la sección (el caldero brillo caribeño, la manguera ondulante), que contribuyen a la deslumbrante sonoridad, como el alucinante ¡solo para trío de güiros!, tal vez el primero que recuerde en una obra orquestal.

 

La interpretación de la Sinfónica de Minería y el control experto de José Areán lograron un gran triunfo para la obra y para Javier Álvarez; es preciso que su edición en formatos coleccionables (antes se llamaban “discos”) sea el destino final de una obra tan acabada y disfrutable.

 

*FOTOGRAFÍA: El concierto de Navidad de la Orquesta Sinfónica de Minería, en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario/Roberto Armocida/EL UNIVERSAL.

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