Ayúdame que yo me ayudaré
POR HERNÁN BRAVO VARELA
—Patrón, ¿no me regala para un taco?
—No, gracias.
—Ándele, regáleme una moneda.
—No tengo cambio. Se la debo.
—Patrón, no he comido en todo el día…
—Si tiene cambio de un billete de veinte, le doy de ahí…
—(Se hurga en los bolsillos.) No, patrón.
—Pues discúlpeme entonces.
—¿No me regala su pan?
—Déjeme ver si de puro milagro tengo una moneda.
—Gracias, patrón.
—(Se hurga en los bolsillos.) Parece que no. Ya mejor tenga los veinte. Luego me da el vuelto…
—Pues quédese con el pan.
—Qué amable. Muchas gracias.
—A usted, patrón. Que Dios me lo bendiga.
—A usted también, jefe.
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Filantropía: ocio sectario entendido como labor social.
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Los que se preocupan visible y hasta públicamente por los demás, ¿sabrán que otros también lo hacen? ¿Y que esos otros, a su vez, se preocupan por otros más que suelen ignorar al resto? Cuánta competencia desleal entre egos anulados.
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Aquél que piensa en los que no tienen voz, ¿por qué suele hacerlo a gritos?
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La limosna: una traición de Judas en pequeños y cómodos abonos.
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La caridad, como la buena estrella y la dicha, es muda. La así llamada “asistencia” es otra cosa. Se asiste retóricamente a “los más desafortunados”, a los “pobres infelices”.
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Piensa mal, apoya una buena causa. Y acertarás.
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“Darse un gustito”: la modalidad más íntima de la beneficencia.
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¡Diablo Mundo, Suprema Corte de los Milagros! Trabajamos de mendigos y mendigamos para trabajar. Como el cielo, nuestro pan lo ganamos con el sudor de nuestras palmas extendidas. Pedimos lo que no tenemos para después tener lo que nos piden. ¡Una moneda de dos caras, por el amor de Dios!
*FOTO: Mendigos, grabado de Rembrandt (1630)/Especial.
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