Habibetna Ya (Nuestro amor por) Beirut

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La explosión del 4 de agosto en la capital de Líbano lleva al historiador a hacer un recorrido por las joyas culturales de esta ciudad, objeto de convocatorias para su reconstrucción por parte de algunas de sus figuras artísticas más representativas, como el cantante Mika y el escritor Amin Maalouf

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POR CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

Es difícil imaginar que una persona pueda en una sola vida presenciar dos veces la destrucción de la misma ciudad y menos cuando se trata del presente no del pasado. Es el caso de Beirut, arrasada durante la larga guerra de tres lustros en Líbano que inició en 1975 y tuvo a su capital como centro de operaciones. Durante años se reconstruyó lo que se pudo, pero de nuevo pareciera parte de la sentencia que conlleva el mito del Ave Fénix, invocada en el país porque siempre renace de las cenizas. La devastadora explosión en el muelle 12 del puerto de Beirut el 4 de agosto arroyó en su destrucción los barrios cercanos, es decir los más antiguos, que asombraron a los viajeros del siglo XIX cuando veían Beirut desde el Mediterráneo, entre ellos Renan y Lamartine. Allí se erigían las construcciones que con su blancura marcaron estilo libanés porteño.

 

No es una ciudad sorprendente con la atmósfera de Alejandría o la belleza de Estambul, pero Beirut ejerció una fascinación difícil de explicar y el viajero siempre busca regresar. Quizás su permanencia de 4 mil años ayuda en esa impresión que causaba desde que Egipto la llamaba Beruta, luego los romanos le dieron el nombre de Colonia Augusta Berytus, hasta que los bizantinos la conocían como Beroe, para ser llamada Beirut cuando durante el dominio árabe fue convirtiéndose en el centro comercial de la seda. Sus cálidos y soleados atardeceres sólo rivalizan con las mañaneros rayos del sol cuando comienzan a iluminarla. “Vi Líbano aquella noche como un pensamiento poético, como un sueño entre dos amaneceres”, escribió Gibrán.

 

El trazo urbano que veían los viajeros cambió durante el siglo XX, más cuando su guerra destruyó gran parte de la ciudad. La plaza de Los cañones con sus cafés y tabaquerías, los souks y los grandes hoteles recibían el bullicio de los visitantes que recorrían su costera para contemplar las singulares rocas que debido a su forma fueron llamadas de los Pichones, que emergen en la orilla del mar. Un enorme y ambicioso plan de reconstrucción se puso en marcha en 1994 cuando el Consejo de ministros lo aprobó para restaurar y reconstruir un polígono de 4 millones 690 mil metros cuadrados, que sumaba los más de 600 mil que entonces se ganaron al mar. En el lugar central quedaba el área llamada Solidere, realizada por un consorcio en el que participaron varios países europeos, Arabia Saudí y los Emiratos árabes con la convocatoria del dos veces primer ministro Rafik Hariri, y se terminó reuniendo a cien mil accionistas. El nuevo recorrido se daba sobre los mismos lugares, pero ahora su plaza central se identificaba como de los Mártires, por el monumento que le da nombre. Por los grandes pasajes de tiendas de marcas internacionales que sustituyeron los pasadizos del antiguo mercado, por el Gran Serrallo o sede del gobierno, la Plaza de la Estrella, con su reloj donado en los años 30 del siglo pasado por Miguel E. Abed, un inmigrante libanés en México que guardó el vínculo con la tierra de sus ancestros. Detenerse en una perfumería o en una chocolatería es entrar al mundo del refinamiento, donde sus envoltorios le dan al producto el carácter de una joya. Una impresión inigualable es ingresar a una dulcería y pastelería con su variedad inimaginable expuesta en vitrinas que parecen resguardar tesoros.

 

Restaurada y reconstruida la ciudad de Beirut recuperó su belleza y el interés de los turistas por detenerse en sus cafés y restaurantes, ver sus galerías de arte contemporáneo en los barrios de Mar Mikhaël, Gemmayzé, Ackrafiyeh, elegidos por artistas y promotores de arte que han visto desvanecidos sus sueños de dar a la ciudad un mensaje cultural y universal con los nuevos talentos de Beirut. Miles de sueños terminaron a las 18:03 horas del pasado 4 de agosto cuando varios de sus promotores murieron o fueron heridos mientras sus espacios resultaban muy dañados. Los silos donde se resguardaban miles de toneladas de trigo actuaron como una muralla que bloqueó el estallido y evitó más muertes.

 

Continuar el recorrido por la calle Hamra permitía encontrarse con el mar, luego de hacer alto en alguna de esas galerías. Se podía hacer alto en cualquier sitio para comer falafel o chawarma, beber un aromático café y alojarse en uno de sus grandes hoteles como el Fenicia, el Vendôme Intercontinental, Le Gabriel y tantos otros. El Hilton no pudo incluirse en ese plan porque convertido en el esqueleto como lo dejó la guerra, conservó mucho tiempo sobre su fachada destruida una enorme manta que con ironía tenía impreso: ¡Viva Líbano! Durante años fue imposible restaurar el alto hotel que fue centro de reunión de los corresponsales de guerra y que, junto con otros, sufrió serios daños durante la llamada batalla de los hoteles. Entonces los combatientes de diferentes bandos se confrontaban y parapetaban en ellos. El Fenicia tuvo una suerte singular porque entonces fue destruido, y una vez restaurado sufrió de nuevo grandes daños por la carga explosiva que mató al exprimer ministro Rafik Hariri cuando el convoy que lo trasladaba pasaba enfrente. Y el 4 de agosto con el desastre generalizado tuvo que cerrarse de nuevo por sus daños y por los cristales rotos de todas sus ventanas.

 

Daños impagables dejó el “viento malo” como algún niño llamó a la ola expansiva provocada por la explosión de 4 mil 700 toneladas de nitrato de amonio, dejando una destrucción inimaginable, además de más de 170 muertos y seis mil heridos. Por eso, en el duelo por la ciudad, se escucha por todas partes la voz de la icónica cantante Fairuz interpretando En Beirut, una pieza con letra del poeta Joseph Harb y música con un arreglo del adagio del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, realizado por los hermanos Rahbani. Lo irónico es que fue compuesta en 1984 para lamentarse por la destructiva guerra recién concluida, apenas como un murmullo para hacer un llamado por la paz. Un himno de amor y nostalgia por la ciudad perdida entonces, con la alegoría de un niño herido conducido de la mano por una ciudad solitaria donde ha quedado su sangre y el dolor contenido:

 

 

A Beirut
Un saludo desde mi corazón para Beirut,
besos al mar y a sus moradas,
a la roca que me recuerda el rostro de un viejo marinero.
La ciudad que aclama el espíritu y el alma del pueblo,
La que cosecha de su sudor, pan y jazmín.
Pero ¿por qué sabes a humo y a fuego?
A Beirut, gloria desde las cenizas,
a Beirut, gloria desde la sangre de un niño en la palma de su mano.
Mi ciudad apagó las luces,
cerró la puerta,
Y se volvió una con la noche.
Eres mía.
Abrázame. Me perteneces.
Mi emblema, mi roca, mi destino, mi ola viajera.
Las heridas de mi pueblo han florecido,
las lágrimas de las madres también.
Tu Beirut eres mía,
Abrázame.

 

 

Beirut se ha quedado sola luego de la destrucción porque los pobladores que sobrevivieron, se replegaron en busca del refugio que la explosión les arrebató. Allí, en medio de los escombros permaneció enhiesta la escultura de El Emigrante, realizada por el escultor Ramis Barquet, donada por el Centro Libanés de México al país de procedencia de los padres y abuelos en 2012. El hombre que lo representa va vestido a la usanza antigua de Monte Líbano. Que haya quedado intacta a pesar de su cercanía a la bodega donde se originó la explosión, puede representar una metáfora de la necesaria presencia de los hijos de los emigrantes en la diáspora mundial, para otorgar su apoyo solidario al país de sus ancestros.

 

Se vuelven a reciclar canciones conocidas como “Beirut” de Assi El-Hellani, considerada un himno patriótico de 8 minutos de duración en el que declara su más grande amor a la ciudad a través de su historia, mencionando sus invaluables cualidades. Y el título de Ragheb Alama en sí mismo expresa su letra: Nuestro amor por Beirut. La ciudad, el país, sólo sobrevivirán con el establecimiento de un diálogo verdadero entre los que comprenden todo lo esencial, temporal e históricamente. Partes cuya identidad no es un reflejo, sino por lo contrario, un destello e iluminación. El poeta sirio Adonis que ha hecho de esa ciudad su morada, afirma: “Beirut sabe que todo diálogo verdadero se construye a base de futuro compartido y de las formas de propiciarlo. Dicho futuro común implica dejar atrás pasados y presentes” (agosto 2020). Aunque después de la catástrofe su poesía fue más drástica:

 

“Beirut es mi cuerpo:
Un cuerpo sangriento con heridas abiertas aún por recibir”.

 

Mientras se espera el arreglo político que permita salir a Líbano de la crisis económica ya de por sí de enormes dimensiones, después de las explosiones, no sólo persiste sino que se incrementó. De los 8 mil edificios afectados se encuentran 640 considerados históricos, como el del reconocido y afamado Museo Sursok, un bello edificio del esplendor colonial con colecciones de artistas de todo el mundo, pero con una parte importante dedicada al arte libanés. Fue afectado igualmente el Museo Nacional de Beirut que resguarda verdaderas joyas de las civilizaciones de esa región del mundo como el sarcófago de Ahiram con una escritura del año mil antes de la era común: “Sarcófago que ha hecho Ittobal, hijo de Ahiram, rey de Biblos, a Ahiram, su padre, como residencia para la eternidad”. Están igualmente las figurillas de bronce con el gorro cónico, revestidas con lámina de oro del templo de los Obeliscos en la necrópolis de Biblos de los siglos XIX y XVIII antes de la era común. En fin allí se pueden ver piezas desde el neolítico y algunos monumentos con el alfabeto fenicio invaluables para el conocimiento universal del comienzo de la escritura. Pero además, están el Museo Arqueológico de la Universidad América de Beirut, el Museo de Prehistoria Libanés y el de las Maravillas del Mar, según la Unesco se encuentran en peligro y se teme el saqueo enorme semejante a lo acaecido por las guerras de Irak y de Siria. La delegación libanesa del Consejo Internacional de Museos (ICOM) se encuentra trabajando para evaluar la totalidad de los daños a esos recintos.

 

Y detrás de las pérdidas artísticas, el drama humano como la muerte de alrededor de cuarenta emigrantes que debieron abandonar Siria debido a la guerra. Y entre todas las historias está la de Nawal, de apenas 28 años, quien murió dejando a tres hijos y a su marido. Juntos decidieron llevarla a sepultar a Damasco porque ella quería volver, así que la familia debía cumplir su deseo y con un enorme esfuerzo decidieron cumplirle para que sus restos reposen en su tierra que tanto añoraba.

 

La solidaridad se expresa, en el concierto que está organizando el cantante británico libanés Mika, bajo el título I love Beirut, a realizarse el próximo 19 de septiembre, porque declaró que se le “rompió el corazón al pensar en todas las familias que perdieron su techo, sus medios de vida y sus cercanos en esta catástrofe”. Se podrá tener acceso al concierto en forma virtual mediante la compra de boletos de 10 dólares que se abonarán a la Cruz Roja Libanesa y a la asociación Salvar niños en Líbano.

 

Khaled Ft Rodge canta Ella se llama Beirut, y en las imágenes del vídeo que lo acompaña una niña, camina entre las ruinas de la ciudad, arrastrando su oso de peluche de la mano, quizás en alusión al niño de la canción de Fairuz. En un momento abandona el juguete y toma una bandera de Líbano para enarbolarla sostenida por la pirámide formada por un montón de escombros.
Amin Maalouf, el escritor libanés más leído, que ha recreado como nadie la historia y la cultura de Líbano, pero además se ha preguntado por el destino de esa trágica región, se interroga sobre los recientes acontecimientos: “¿Cómo el país de los cedros, una gran promesa económica y confesional, de libertad, de síntesis entre el Oriente y el Occidente, pudo llegar a esto? ¿Con la mitad de sus habitantes por debajo del umbral de la pobreza? ¿Y de un tan grave caos?”

 

Por fortuna, hay quienes como el joven cantante Mika se expresan con más optimismo sobre lo que viene, en palabras que espero muchos de su generación compartan: “No me queda duda, la ciudad se recuperará y la vida resurgirá una vez más”. Y de nuevo no importa que sea a la sombra del Ave Fénix, que sería mejor no seguir invocando.

 

FOTO: Aviones franceses dejan estelas con los colores de la bandera libanesa en el marco de la visita del presidente Emmanuel Macron el pasado primero de septiembre./ Wael Hamzeh/ EFE

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