Cartas de Carlos Fuentes a Octavio Paz

Ene 24 • destacamos, principales, Reflexiones • 18632 Views • No hay comentarios en Cartas de Carlos Fuentes a Octavio Paz

 

Con la publicación de Lenguaje en libertad, volumen que recopila textos de una treintena de destacados autores, El Colegio Nacional celebra el legado de Octavio Paz. El libro ha sido compilado por Eduardo Mejía. A manera de adelanto, publicamos cinco cartas que Carlos Fuentes le envió entre 1966 y 1969 al poeta de Mixcoac. En dicha correspondencia, los autores tocaron temas diversos: del papel de la crítica en México, a la matanza del 2 de octubre.

 

Roma, 28 de enero de 1966

 

Muy querido Octavio:

 

Tu paso por esta provincia cesárea (polvo al polvo; Roma a los tarquinios democristianos) nos dejó exaltados, aturdidos and painting for more. Siento, ahora, que se nos quedaron un millón de cosas en el tintero, o en la lengua que también me sabe a tinta. No terminaste de explicarme tu proyecto de libro sobre el tercer mundo y la revolución. Y tu nueva perspectiva de las futuras relaciones entre los EUA y América Latina me inquieta terriblemente, me obliga a revisar muchos conceptos… leo a Keynes, a Pareto, a Gaetano Mosca, a Burnham, a Raymond Aron, The Coming Caesars, The End of Ideology, para tratar de entender el nuevo fenómeno del elitismo tecnocrático y su carácter nivelador internacional; donde hay un grado de industrialización que permita apropiar la revolución tecnológica, la ideología muere y la administración de elite se impone sin consulta democrática. A partir de nuestras conversaciones en Roma, quisiera hacerte estas preguntas:

 

¿Realmente contendrá el “mundo de las ciudades” su prosperidad dentro de las fronteras del círculo de desarrollo, el hemisferio norte? ¿Qué nuevas formas adoptará la expansión de las sociedades tecnocráticas en el mundo pobre? ¿Prolongará el estilo actual de la explotación, ahondando nuestro gap económico y cultural, o sufriremos una nueva superimposición en nuestro palimpsesto de fórmulas ideales? ¿Puede preverse, y cómo, dependiendo de qué, un auténtico sistema de cooperación internacional? ¿Qué van a hacer con sus excedentes de capital las sociedades que dentro de veinte años estarán determinadas por factores como la automatización, la electrónica y el ocio? ¿Qué vamos a hacer nosotros con unas estructuras anacrónicas, que en principio sólo pueden ser destruidas revolucionariamente, en un mundo de status quo que en cuarenta y ocho horas sofocaría una revolución local? ¿O tiene razón Guevara y nuestra salida es empantanar a los americanos con múltiples Viet Nams latinoamericanos? ¿O existen ciertas posibilidades aisladas de revolucionar mediante la acción ciudadana, política, social y cultural, llenando el vacío de poder, creando paso a paso sociedades pluralistas, agrupaciones autónomas, etcétera?

 

Quedamos todos maravillados con Marie-José; al dejarlos la otra noche, entonamos Rita, Juan (Soriano), Diego (Mesa) y yo una elegía a tu mujer, a su belleza, inteligencia, calor y gracia que seguramente bastó para llevarlos volando a Niza y points beyond sin necesidad de alas. Hacen una pareja maravillosa y todo esto me da una gran alegría. Saludos muy cariñosos para los dos, de

 

Carlos

***

 

París, 1º de octubre de 1966

 

Querido Octavio:

 

Gracias por el envío de las traducciones y nota de e.e. cummings. El sobretiro de Son Armadans me hizo recordar los tiempos de la Revista Mexicana de Literatura y mantener la esperanza de que lo que entonces quisimos sea, todavía, digno de desearse. Los meses que llevo viviendo en Europa me hacen comprender más todo lo que en aquel momento significó tu presencia en México: la visión que nos diste para compartirla contigo. Nos demostraste, quizá, que un escritor no puede comprometer a la sociedad, la historia, el arte y la individualidad si primero no compromete a la realidad misma. Acaba de morir Breton y mezclo su lectura y tu recuerdo. Ustedes supieron, saben, sabrán que la conciencia no nace de la descomposición de la sociedad o de la historia, sino de la descomposición de la realidad misma.

 

¿Leíste los discursos de la Cámara de Diputados contra Uruchurtu? Súbitamente este coro de mudos recobra la engolada voz y sube a esa tribuna donde jamás se ha defendido a un campesino o a un obrero, para lanzarse contra el moro caído: “Bonaparte, inmisericorde, tirano”. La Lagunilla de la retórica. ¿Tardaron catorce años en descubrir los defectos de Uruchurtu? Sí, los mismos que tardaron en descubrir que Orfila era argentino… A veces pienso que nuestro país está enamorado de su propia sujeción, de su falta de auténtica libertad. Aunque desconozco la manera de obtenerlo (¿en qué blanca noche, en qué oscura mañana?, como diría Cortázar) sigo creyendo que la libertad dentro de las condiciones actuales de México, sólo puede significar pluralidad, posibilidad de puntos de vista disidentes, posibilidad de diversificación de autonomía social e individual: la creación de muchos escalones entre el poder total de unos cuantos y la impotencia total de la mayoría. Es lo más necesario y lo más difícil. Tiene que nacer de posiciones que sean, en primer término, personales, de convicción real. Ante todo, necesitamos gente dispuesta a pararse sobre sus propios pies. Dudo mucho de la eficacia del pensamiento apocalíptico abstracto. El verdadero problema es que cada cual, desde su particular nivel, sepa mantener una aspiración desautorizada, divergente.

 

He hablado mucho con Tomás Segovia de todo esto, de la revista necesaria para mirar en vez de ser mirados. Los talentos literarios en México serán de corta vida, de necesaria frustración, sin las correspondencias con el mundo y sin una auténtica crítica de México en México. No es posible seguir con una sucesión de consagraciones y entierros en el aire, sin razones, sin cultura. ¿Cómo puede mengano despacharse en dos líneas a Arthur Miller, diciendo que en nuestros días la tragedia es ridícula: por qué no se toma el trabajo de leer, por lo menos a Steiner y Domenach?¿Cómo puede fulano cantar con esa tranquilidad el réquiem de Genet? ¿O perengano dictamina: que Montes de Oca y Aridjis son “inmundos”, y basta? ¿Qué es esto? ¿Qué confusión de pigmeos, de vaciladores, de léperos? Hay que hacer una revista que de un golpe esté por encima de esa frivolidad grotesca, que imponga el criterio de las correspondencias: el aislamiento es el virus maligno de la crítica en México. Hay que hacer una revista que de inmediato supere ese vacío, establezca comunicación normal con las otras literaturas, comunique normalmente el criterio extranjero sin pedir permiso a los chovinistas declarados o emboscados (toda satisfacción provinciana es chovinista, invoque a Marx, Freud o el Cura Hidalgo) pero también sin solicitar la mirada extraña.

 

Veo mucha gente siempre y hablamos horas de ti. Joyce Mansour, Alain Jouffroy, Edgar Morin, Jean Daniel, K.S. Karol, Mascolo, Jean Duvignaud, Gironella, Buñuel entre La Coupole y Deux Magots; Diego de Mesa, Alberti y Gregory Corso en Roma, donde tanto los recordé, Roma en Verano, piel de durazno, de playa húmeda.

 

Te abraza,

 

Carlos
(carta no enviada)

***

París, 4 de septiembre de 1968

 

Querido Octavio:

 

No sé ni dónde ni cuándo te escribo; hay demasiados desgarramientos; una noche de borrachera y el cielo lunar de París alfombrado para los borregos y horas enteras de conversación con Pepe Bergamín y luego con Alejo Carpentier y después con Buñuel y García Márquez y hasta hace un rato con Pedro Cuperman (lo cual explica la borrachera, pues discutimos de lo que desconozco: literatura sánscrita) y José Emilio Pacheco se fue a dormir y yo fastidiado porque la noche es de Restif fe la Bretonne y ya no hay con quién conversar pero siempre tengo el recurso de acudir a ti y escribirte una carta, aunque después no la mande (qué boludez, como dicen los ches). Todos estamos tan desolados, tan alegres, tan confundidos, como si de repente el parto y la muerte fuesen simultáneos (¿no lo han sido siempre?) y bueno, mañana Rita y Cecilia se van a un México que ni tú ni yo volveremos a reconocer y yo, puto que soy, me largo a Mallorca, lejos del terror supremo del país que escogí para mí (y puede escoger, qué se yo, Argentina o Chile o los USA o Suiza o Francia ahora mismo, pourquoi pas, y escogí ese encabronado infierno escriturado por el niño dios y el diablo, los géminis sabrán por qué, no son sólo mis padres y mis abuelos, qué carajos, eran salmantinos y canarios y alemanes, chingar) y yo estoy atado a ese país donde la luna brilla de día… Te digo lo que me sale, porque si no contigo ¿con quién?, contigo siento la confianza de ser pendejo, borracho, comemierda y si se ofrece hasta medio cuerdo, porque creo en tu ejemplo y en tu amistad y en Marie-José como la definió hoy en la tarde Bergamín, “belleza discutible y por ello obsesiva”, pregunta y fascinación ¿no es lo mismo?, perdona esta carta y dime qué piensas tú desde la India, recibo todas estas cartas contradictorias desde México y yo, Octavio, privilegiado y miserable frente al Sena, sólo me digo: ser escritor es decir lo que se piensa, sí, pero también antes, sobre todo, pensar lo que se escribe y mi esquizofrenia se vuelve absoluta. ¿Qué pasa en México? Los motivos de adhesión al movimiento son tantos: el reto a la abominable figura del Pater-Imperator-Dux y la consiguiente afirmación y el derecho de los grupos sociales a expresarse, definirse y tener realidad autónoma, el rechazo del chantaje olímpico, el rescate de la palabra enemiga cuando la “palabra” amiga es de la CTM, los periódicos de la cadena García Valseca y las “adhesiones” de los barrenderos del D.F.; la población de la ciudad solidarizándose con los estudiantes a taconazos y pedradas, los burócratas acarreados a las manifestaciones gubernamentales que se voltean contra el gobierno: la crisis del imperio y nosotros nomás mirando mientras, con un basukazo en la puerta de la preparatoria, el gobierno nos dice: allá ustedes, los inconformes, los que imaginan otro país sin parias y sin ladrones y sin criminales, y acá nosotros con nuestra prensa, nuestros banqueros, nuestros inversionistas gringos y nuestros caciques pueblerinos y nuestros líderes de dedo. ¿Qué hacer Octavio: regreso a México en enero o me quedo aquí, donde me gano la vida y escribo en un ambiente de respeto y amistad… y allá sería lo que ya sabemos?

 

Carlos

***

México, D.F., 20 de mayo de 1969

 

Querido Octavio:

 

Pues sí, ya voy para cuatro meses en México. ¿Por dónde comenzar? el país, vuelto a ver, es tan salvajemente bello. Catemaco, Acayucan, El Papaloapan, los Tuxtlas: nombres de la vainilla y el tabaco; las barcazas anaranjadas y los laureles de Indias; los cuervos y los zopilotes; hierbas medicinales y las farmacias en cada esquina; la papaya, el zapote, el robalo y el huachinango: volver a ver, a tocar, a oler México. Los hombres gordos que fundan la autoridad en el vientre ¾como las mujeres embarazadas: ¡cuántas: estatuas pardas, azules, negras! Los pretenciosos hoteles:

 

SU RECÁMARA VENCE A LA 1 P.M.

YOUR ROOM WINS AT 1 P.M.

VOTRE CHAMBRE EST VAINCU A 13 HRS.

(¿y nosotros que la habitamos?)

 

Es el mundo del tacto: un mundo en el que nada es tocado frente a otro mundo de uñas, pezuñas, yemas, plantas y rodillas sangrantes. Hay que salir inmediatamente de la ciudad de México, cada día más fea, estrangulada en su propio gigantismo mussoliniano; una ciudad en la que un ser normal no puede vivir: mármol o polvo; los ricos ya no ven la ciudad: un tubo aséptico los comunica entre sí: residencias, oficinas, restaurantes vía Periférico; los demás viven con los perros, el sudor y las llagas. El claustro o la intemperie: signos de la ciudad de México. Pero ya lugares como Coatzacoalcos o Minatitlán han sido anexados al mundo del consumo: neón, refaccionarias, vidrio, televisión, supermercados, desodorantes instantáneos, frente a tacos, cerdos, moscas, niños desnudos y exvotos. Maravilla permanente de la tierra: Tabasco y Campeche, de Coatzacoalcos a Ciudad del Carmen, pasando por Villahermosa, Espino, Frontera, Río San Pedro, hasta la laguna: bosques de cocoteros, cebús, laureles, llanos inmensos, tabachines en flor: una tierra sin fisuras, plenitud tropical y frontera del espíritu. Tierras verdes billar y tierras rojas como una cancha de tenis. Son las tierras de la creación. Y los ríos son la naturaleza naturante. Cruzo el Usumacinta sobre una panga y entre los jacintos flotantes que corren hacia Guatemala. Frontera: las barberías vetustas, de sillones rojos desfondados; la partida del ejército ocupando un extraño palacio rococó tropical, con la planta alta arruinada, incendiadas, faulkneriana; el mercado a la Soutine: largos cadáveres de reses sangrientas colgando de los garfios; plátano macho y plátano dominico; machetes. La panga triturada por cables del río San Pedro: a la izquierda, el mar se quiebra; a la derecha, el bosque simétrico, macizo, que parece fundirse e impedir el paso en el recodo del río. La Luz del atardecer contiene todas las luces posibles del día y de la noche: la luz tropical es como la blancura de la ballena de Melville, capaz de contener todos los colores. Los muros de Campeche: rosa, verde, amarillo, azul, mano sobre mano de pintura: un palimpsesto; y el color negro ¾liquen, trabajo del aire y del mar¾ que trata de abrirse paso. Muros como pieles. La costa de Campeche: de un lado el mar color limón, cargado de algas, contenido por empalizadas; del otro los cementerios rojos de las palmeras moribundas. Mar del pargo, la corvina, el camarón diminuto, el sápido esmedregal.

 

Pero México es una Gorgona con dos cabezas: la maravilla y el asco paralizan por igual. Regresa a la ciudad. Habla con las familias de los muchachos asesinados en Tlatelolco, familias humildes de burócratas, obreros y comerciantes que no se atreven a protestar porque al día siguiente (el 3 de octubre) la policía llegó a decirles: “Si quieren que no haya más que un muertito en la familia, se callan la boca”. Habla con los muchachos a los que se les formó cuadro de ejecución cinco veces en una noche para obligarlos a confesar “conspiraciones” inexistentes. Habla con los muchachos a los que desnudaron en los separos de la judicial y les pasaron bisturís por los penes, amenazándolos con castrarlos. Octavio: aquel margen de tolerancia o de diálogo que había en tiempos de Ruiz Cortines o de López Mateos ha muerto. Díaz Ordaz es un sicópata vindicativo. Heberto Castillo, que estaba protegido por Cárdenas, fue obligado a entregarse hace unos días; su oposición es tildada de sedición, robo, violencia. Cárdenas mismo no pudo protegerlo. La madre de Marcelino Perelló, una maestra española que llegó a México en 1939 y que durante treinta años se dedicó a la docencia, habiéndose naturalizado mexicana, se vio anular sus papeles de ciudadanía por el delito de ser la madre de Perelló; trató de ampararse; se dio cuenta de que la justicia ya no tiene sentido en este país, desistió y se fue a vivir… a la España de Franco, donde por lo menos cada uno sabe a qué atenerse, donde las leyes son lo que son y no esta charada “revolucionaria e institucional” mexicana. Ha habido un crimen nacional, como los de Porfirio Díaz en Cananea y Río Blanco, y la herida está abierta. A lo que esto se parece es a la Italia de tiempos del asesinato de Matteoti. Hasta ese momento, Mussolini había respetado cierta oposición en la prensa y el parlamento. Como en Italia entonces, ahora en México la herida criminal no cicatriza, el régimen se endurece y adopta la fisonomía de un cinismo descarado, inepto, corrupto. El saqueo público es gigantesco; la opulencia, el boato publicitario, las páginas a colores de fiestas y saraos. Y el 55% de los mexicanos tiene menos de 25 años y muchos ya no quieren ser parte de esa sociedad podrida y de sus ridículos valores. ¿Qué van a hacer? ¿Irán de massacre en massacre? ¿Doblarán las manos? ¿Qué salida hay? Y el 75% de los niños mexicanos tienen que comer con diez centavos diarios. ¡Y el ejército se robó las máquinas de escribir, los microscopios y los aparatos de proyección de la Universidad cuando las ocupó en septiembre! ¿Qué hacer? Demostrar que a pesar de todo esto, somos ciudadanos libres, y que el sistema no puede comprar o reprimir o adular a todos los mexicanos. El régimen es prisionero de sus Frankensteins: la banca, el gran comercio, los industriales, los inversionistas americanos. Esta gente no quiere que se resuelvan los problemas profundos de México, les bastan las ganancias seguras de inversiones fáciles y remunerativas.

 

“Entre la piedra y la flor”, recordé en Yucatán tu gran poema de juventud. Sí, la insoportable tensión binaria, de polaridades, que es México; pero quizá sea mejor que el aristocrático “in metus stat virtus”; aunque el Golden Mean es más humano y civilizado. Lo malo del equilibrio falso de México es que no es ni humano ni civilizado; es, estrictamente, la dorada mediocridad de unos cuantos: una mentira. En Acapulco, los banqueros cantan loas a la Revolución Mexicana (“bendita revolución mexicana: nos has colmado de beneficios”: cita textual de Aníbal de Iturbide.) Los campesinos de Yucatán ni siquiera saben que hubo revolución o que son mexicanos. La revolución y la arqueología: la táctica oficial consiste en arqueologizar a México y luego cobrar entrada. Tenemos, por lo menos, esa gran ventaja: todo lo que está vivo les aterroriza, desconocen tanto la imaginación como la crítica, no saben por dónde torearlas. Hay que escribir, escribir, con audacia, vulgaridad, belleza, terror y sueño: todo lo que afirma niega a este miserable fascismo.

 

Carlos

***

Cuernavaca, 3 de agosto de 1969

 

Muy querido Octavio:

 

No sé por dónde comenzar esta carta de manera que lo haré por lo mejor: Ladera Este. Te puse un telegrama entusiasta al terminar su lectura; ahora sólo abundaré en lo que allí decía: me llevas de sorpresa en sorpresa, pues cuando parece que has alcanzado la cima de tu arte, en realidad sólo te preparabas para un nuevo salto mortal, para descorrer un velo más. Ladera este es un libro maravilloso y conmovedor; creo que no hago más que repetir las palabras de todos los jóvenes que te están leyendo y, contigo, están leyendo al mundo. (El libro es un gran éxito de librería, a pesar de los pesares o quizás gracias a ellos; más sobre esto después.) Creo que esto es muy importante: tu libro es un libro con lectores, los muchachos que lo leen experimentan algo que sólo se puede llamar libertad, a través de tu libro, hablando con muchos jóvenes, me he dado cuenta que la cultura en nuestro país ya no es un sistema de recados; realmente, dada la ausencia de información en México, es la literatura la que informa. Un joven lee en Ladera Este todo lo que, de otra manera, no podría saber. Tu poesía cumple una doble función: es la experiencia intransferible y secreta de un artista y es una lectura del mundo. Esto es lo que más me ha conmovido al leerte. No sacrificas, no sacrificas nada: estás tú entero, tu sensualidad, tu inteligencia, tu arte, y al mismo tiempo te trasciendes, lees lo real, lo descubres por primera vez, para todos. Lectura de John Cage: y lectura de Octavio Paz: lectura del mundo. Crees en lo que dices: la forma, interna o visual, del poema, cada adjetivo, cada nombre, cada verbo, son reales, parecen nacidos del encuentro perfecto de la convicción y la sensación. Hablas de otras culturas sólo para demostrar que no hay más que una cultura, enriquecida por el esplendor y la agonía de las civilizaciones. Escribes poemas proverbiales y nos condenas a repetirlos incesantemente al tomar el café y al beber la copa: nuestros manteles huelen a pólvora, aunque nosotros tampoco tengamos de quién hablar. Hablas de la muerte de la limpidez, y con un poema límpido la restituyes. He reído con el humor de tus poemas, me he asombrado ante formas y colores que desconocía, he tocado un mundo de luz y piedra y plantas nuevas. La luz: atraviesa Ladera Este, se convierte en monumento, en astro, en trepanadora, en coño, en sonido. Escribo contigo; leo tu libro y puedo seguir con el mío. Desciendo al aire, asciendo al pozo. Gracias.

 

Te envío la nota bibliográfica del suplemento de Siempre! No verás muchas más. El gobierno ha decretado el blackout de informaciones sobre ciertas personas y ciertos libros. Sé de comentaristas que han llevado notas sobre tu libro o sobre el mío a algunos periódicos; en todos los casos, sus colaboraciones han sido rechazadas. Joaquín (Díez-Canedo) opina que esta falta de comentarios es tan flagrante que está operando a favor de los libros: tanto Ladera Este como La nueva novela hispanoamericana se venden estupendamente. Esto sólo te demuestra, por un lado, que lo que pasa por “crítica” entre nosotros es totalmente dispensable, y por el otro, cómo se las gasta el gobierno. Yo me siento habitante de la Italia de Mussolini o de la Alemania de Hitler (primeras épocas).

 

Grandes abrazos y mucho amor para Marie José.

 

Carlos

 

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