Chappie o la ciencia corrompida

Mar 28 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 4123 Views • No hay comentarios en Chappie o la ciencia corrompida

 

POR MAURICIO MATAMOROS DURÁN

 

 

Hace casi 70 años, Issac Asimov y John W. Campbell propusieron Las Tres Leyes de la Robótica; reglas que hoy, prácticamente, han quedado en desuso frente a una civilización que parece ir en retroceso.

 

Estas leyes surgidas en la ficción de estos autores –aunque definidas por un humanismo y sentido común influido por un conocimiento científico real– nos hablaban de la búsqueda y propuesta de un orden en la relación del ser vivo con las máquinas; un orden en el que la máquina no podría cometer ningún acto que afectara a su creador, pues por definición el creador tampoco querría afectar a su creación

 

Pero cualquier ley prácticamente nace para ser rota (digamos, como un augurio), y en menos de un siglo hemos visto cómo la ficción fantacientífica se ha encaminado hacia la forma de una distopía que en mayor, más que menor, grado a golpe constante nos recuerda que estamos viviendo la hecatombe científica y, con ella, la de la civilización.

 

Chappie (2015) el más reciente filme del sudafricano Neill Blomkamp, es un relato oscuro que nos muestra claramente la ineficacia de esas tres leyes en un mundo donde la máquina es corrompida y sobajada por el ser humano, como lo hace consigo mismo.

 

Ya desde su filme debut, el extraordinario Sector 9 (District 9, 2009), Blomkamp tomaba elementos de la Ciencia Ficción para incrustarlos en un escenario netamente real y cimbrándonos con su resultado (en este filme, el sector 9 del título es una zona de refugio para extraterrestres que se quedaron varados sobre el cielo de Johannesburgo, y que en su nuevo hábitat encuentran la desesperación y perdición que cualquier habitante de una zona marginada enfrenta dentro de un ecosistema criminal y en el que la segregación racial es la ley de vida). Aunque el contexto y la historia de Sector 9 claramente son reflejos de la Sudáfrica actual, el conflicto es el presente de muchas naciones y no extraña, entonces, que para continuar discutiendo sobre las divisiones de poder y económicas en otro futuro distópico en su segunda largometraje, el menos logrado Elysium (2013), el realizador decidiera filmar varias de sus escenas en Iztapalapa, Interlomas y Huixquilucan, escenarios con zonas que ya estaban puestas para mostrar el fracaso de la civilización.

 

Blomkamp entonces ya se revelaba como un importante fabulador en la Ciencia Ficción cinematográfica, listo para explotar los resortes del género como herramientas dispuestas para hablar del presente en metáforas que, aunque espectaculares, no dejan de ser intensos relatos aleccionadores.

 

Y el caso de Chappie, su tercer filme, no es muy distinto. Aunque en una primera apreciación, lectura, el filme es prácticamente un gran espectáculo cuya construcción con base en códigos de violencia visual y emocional generarán la satisfacción esperada en un espectador medio educado por noticieros y seriales televisivos de nota roja, en el filme subyace una interesante y un tanto estresante reflexión acerca del ascenso de las máquinas ante el fracaso de la civilización.

 

La historia se desarrolla en un futuro inmediato, donde el crimen organizado en Johannesburgo ha logrado ser controlado con ayuda de la nueva fuerza policiaca conformada por ejércitos de robots prácticamente indestructibles y precisos en su eficiencia. El creador de estas máquinas, el ingeniero Deon Wilson (interpretado por el actor indú Dev Patel, conocido por aquella otra oda y denuncia a la miseria llamada Slumdog Millionaire) da entonces el siguiente paso: crear un prototipo de Inteligencia Artificial que permita a la máquina la capacidad de desarrollar una conciencia e inteligencia gradual; aunque a una velocidad mayor que la humana. Cuando Wilson decide probar su invento en un robot dado de baja, sus ejércitos policiacos son saboteados por otro científico contrincante y un repique en el crimen permite que su robot sea secuestrado. De nombre Chappie, esta Inteligencia Artificial entonces tendrá que ser educada entre la cultura de una pareja de raterillos, cuya aula de clases han sido las calles y su pizarrón sus muros tatuados y descarapelados.

 

Aunque la seductora inocencia del robot ha hecho creer a niños y padres que se trata de una película para toda la familia, esta condición del protagonista (interpretado por el actor sudafricano Sharlto Coplay, con base en un proceso llamado performance caption, que permite animar al robot sobre el mismo desempeño del artista) lleva a la historia por un sendero de abusos y corrupciones que sufre ante sus criminales “padres” y una ciudad que resulta un monstruo de violencia.

 

La interpretación de los padres, por parte del dueto de hip hop Die Antwoord, es un amasijo de violencia y colisión de referentes de los mass media y la cultura más paupérrima que lo único que pueden ofrecer a una entidad inocente es un arma y un lenguaje entrecortado y soez como forma de comunicación. Los personajes, sus escenarios y la condición del conjunto nos permiten entender un ascenso del desorden total como parte central de la cultura hoy día.

 

Así las cosas, el encontronazo entre lo más alto de la tecnología y lo más bajo de la sociedad en Chappie, entregan un filme de Ciencia Ficción que puede resultar fascinante y que, de igual manera, presenta tanto elementos del cine de explotación (violencia, erotismo, sexo y abusos) como la condición de un filme que parece meditar sobre la humanidad, cuando ya no hay tiempo para hacerlo.

 

El final parece redimir al ser humano a través de la máquina, pero esto no es otra cosa que un happy end aberrante en el que las Tres Leyes de la Robótica han perecido absolutamente.

 

 

*Las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov entran en conflicto con la humanidad en esta cinta del sudafricano Neill Blomkamp / Foto: Especial

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