Cine políticamente correcto: lo que la censura se llevó

Ago 8 • Conexiones, destacamos, principales • 5133 Views • No hay comentarios en Cine políticamente correcto: lo que la censura se llevó

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La decisión de HBOMax de retirar temporalmente la película Lo que el viento se llevó de su servicio de streaming para después contextualizar su contenido racista abrió un debate mundial sobre la libertad de expresión y la censura. Destacados críticos de cine evalúan las consecuencias que podría tener para la revalorización de otras obras de la pantalla grande

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POR MAUREEN LENNON ZANINOVIC/EL MERCURIO/ GDA

En el libro Cien claves del cine, publicado originalmente por la editorial Planeta en 1995, los críticos Ascanio Cavallo y Antonio Martínez sostienen que la rara particularidad de Lo que el viento se llevó (1939) es el formidable protagonismo que les confiere a las mujeres. “A través de Scarlett O’Hara y su madre Ellen, la criada Mammy, la prostituta Belle Watling y la dama Melanie Hamilton se levanta un gran fresco de la femineidad”, escriben y añaden que en este filme, que transcurre durante la Guerra de Secesión, se ve a los hombres marchar al frente y ninguno de ellos dispara un arma, en cambio “abundan los heridos, los mutilados, los harapientos”.

 

Considerado uno de los clásicos más exitosos de la historia del cine, y a 81 años de su estreno, esta cinta producida por David O. Selznick y ganadora de ocho premios Oscar (entre otros, Hattie McDaniel fue la primera actriz afroamericana en obtener una estatuilla) ha estado en el foco de la polémica. En medio de las protestas en Estados Unidos por la muerte de George Floyd, la plataforma de streaming HBOMax decidió retirarla de su catálogo, “por ofrecer una visión idealizada de la esclavitud y perpetuar estereotipos racistas”. Eso sí —lo confirmó hace algunos días— la repondrá con una aclaración sobre el contexto en que fue filmada.

 

La retirada de Gone With The Wind se produjo después de que el diario Los Angeles Times publicara una columna de opinión, firmada por el cineasta John Ridley (“12 años de esclavitud”), pidiendo esta medida. La polémica surge, además, en un momento en que los límites de la libertad de expresión y la llamada “corrección política” han estado en el debate público. El intelectual chileno Álvaro Fischer denunció hace una semana una doctrina según la cual las personas tienen “derecho” a sentirse ofendidas por las expresiones que emitan terceros y, en consecuencia, “estos deberían inhibirse de expresarlas en el debate público. En particular, grupos que se identifican por su género, orientación sexual o cultura tienden a invocarla”, escribe Fischer.

 

Ana Josefa Silva, crítica de cine de El Mercurio, se suma al análisis y comenta la noticia de que el filme dirigido por Victor Fleming se volverá a reponer con una aviso de advertencia. “¡De qué aviso me hablan! No estoy de acuerdo. Si empezamos a hacer un revisionismo del cine y del arte, en general, podemos quedarnos sin nada”. Silva explica que el gran valor de Lo que el viento se llevó es que tiene a una gran protagonista femenina. “Si hablamos de minorías, hace algunos años y en el contexto de los premios Oscar, nos preguntábamos por las pocas mujeres que hay en la dirección y en los elencos. En el caso de esta cinta estamos ante una mujer tremenda (Scarlett O’Hara), que se para imperfecta. No es un ángel. Es una mujer fuerte, a la que le da lo mismo, que hace y deshace. Es claramente una heroína y por eso ha traspasado generaciones”. La experta señala que cabe preguntarse si esta obra efectivamente es tan racista como se la ha denunciado en los últimos días. “Porque si vamos a herir susceptibilidades, ahí está El nacimiento de una nación, de Griffith, que sí es horrorosamente racista por su visión del Ku Klux Klan. ¿También la vamos a botar por eso? ¿La vamos a censurar? La gracia del arte es que nos permite reflexionar sobre la historia y, en este caso, sobre el racismo. No podemos pasar por alto estas joyas”, cierra.

 

Antonio Martínez, crítico de la Revista Wikén, advierte que el escrito del cineasta John Ridley, en Los Angeles Times, fue una columna de opinión que no pedía censura ni prohibir la película, sino suspenderla del catálogo por estas fechas y que regrese en el futuro, idealmente con un texto explicativo o de contexto. “Lo de Ridley fue una opinión, pero la responsabilidad fue de HBO que le hizo caso: primero retirándola y luego diciendo que la repondrá con un texto inicial. Lo hizo probablemente por temor y por las ganas de salir bien en la foto”. Martínez añade que “no comparto en absoluto la decisión de HBO, pero entiendo el reclamo de John Ridley”.

 

 

“Es absurdo contextualizar”
Ascanio Cavallo, crítico de Revista Sábado, es más enfático en la molestia. A su juicio, estamos ante una decisión lamentable, “que pone en evidencia la nula perspectiva histórica que tienen los ejecutivos de las plataformas de distribución de películas. Con la idea del ‘contenido racista’, habría que hacer una razzia no sólo por el cine, sino que también por la TV y la totalidad de las artes. Nunca he compartido, y espero no hacerlo jamás, un acto de censura”. Cavallo tampoco celebra que se vuelva a transmitir Lo que el viento se llevó con un aviso aclaratorio. “Absurdo. Habría que contextualizar hasta El acorazado Potemkin. Eso está bien para los colegios, pero se supone que los adultos disponemos de los criterios —o de la manera de buscarlos— para dar perspectiva histórica a lo que vemos. En eso consiste la educación”.

 

El teórico también cita a El nacimiento de una nación: un gran fresco sobre la Guerra Civil de Estados Unidos y sus consecuencias, relatadas a través de dos familias, una del norte y otra del sur. “Fue problemática desde su estreno y lo sigue siendo, porque efectivamente presenta un punto de vista muy adverso a la raza negra. Pero era la visión de un sudista, D.W. Griffith, y a pesar de esos malos momentos es una obra inmensa. Ante el escándalo por su película, Griffith respondió con otra llamada, muy adecuadamente, Intolerancia”, concluye Ascanio Cavallo.

 

Ernesto Ayala, crítico de cine de Artes y Letras, señala que no es que Lo que el viento se llevó sea abiertamente racista, “pero posee el pecado de mostrar a esclavos que no cuestionan ni parecen incómodos con su esclavitud, lo que es raro especialmente cuando la cinta está ambientada en plena Guerra Civil. Dicho eso, no comparto la medida de sacarla de circulación. Lo que corresponde es la crítica, la sátira o la parodia, que son formas de críticas también”. El periodista continúa su análisis y matiza la histórica apreciación del popular filme. “Además, seamos francos, la cinta no es tan relevante. Si se considera un clásico es gracias al éxito que tuvo, no a su calidad. La medida tiene a todo el mundo hablando de una película que no merece, ni de cerca, tanta atención”, afirma.
Ernesto Ayala concluye que lo que corresponde hacer con cintas problemáticas como El nacimiento de una nación (1915) o El triunfo de la voluntad (1935), de Leni Riefenstahl, que glorifica un evento nazi, “es verlas y discutirlas, criticarlas, parodiarlas o reírse de ellas, como hace Spike Lee con la película de Griffith en BlacKkKlansman (2018). La censura no ayuda a desarrollar el pensamiento crítico ni a mantener las antenas alerta contra la basura ética”.

 

El crítico español José María Aresté, director del popular sitio Decine21, agradece el contacto de Artes y Letras para referirse a este episodio. A su juicio todo resulta preocupante y sintomático de un “auténtico vendaval de intolerancia e ignorancia. Corremos el riesgo de que prevalezca la dictadura de lo políticamente correcto, con el resultado de que muchas obras de arte queden solo como rarezas para eruditos”. El teórico hispano recuerda la decisión de algunas bibliotecas de relegar el cómic de Hergé Tintín en el Congo a la sección de mayores, “por la mirada paternalista a los habitantes de este país cuando era una colonia belga. Se está tratando a la opinión pública como a menores de edad y sin criterio”.

 

 

¿Un disparate?
Aresté califica la medida de HBOMax como “completo disparate” y a su juicio, puede abrir una auténtica caja de Pandora, “en que otras películas se conviertan en sospechosas para nuevos ministerios de la verdad orwellianos, que empezarán a decir qué obra no es suficientemente feminista, o respetuosa con las minorías, o con la nueva sensibilidad de turno”. Del mismo modo, considera “infantiloide” situar un letrero al inicio de un filme, a modo de advertencia de que contiene algunos estereotipos raciales. “Siguiendo ese criterio todos los museos y bibliotecas deberían estar llenos de letreros con avisos semejantes. Hay que confiar en la capacidad crítica del espectadorlector, y por supuesto en el papel de la crítica”, concluye.

 

Antonio Martínez también rechaza la contextualización. “No, no es necesaria. La industria de Hollywood siempre se enorgulleció por esa película, y si ahora se avergüenza, en ese caso el problema lo tiene la industria, en ningún caso la película”, declara el crítico de Wikén, y añade que “siempre habrá alguien pequeño y reaccionario, pero a las cintas hay que dejarlas y exhibirlas tal como se hicieron. Si a alguien le disgusta Lolita, hay una solución: hagan otro remake y supriman lo que les irrita. Tengo la impresión, en todo caso, de que la batahola reafirma la libertad para el cine”. La opinión es compartida por Ascanio Cavallo, quien habla de una “vertiente de intolerancia” y de “oportunismo y abuso”.

 

Con respecto a largometrajes como Lolita de Kubrick o El último tango en París de Bertolucci, Ana Josefa Silva destaca que “son obras desgarradoras, pero no por ello hoy hay que cuestionarlas y contextualizarlas. Lo mismo podíamos decir de los westerns que, salvo algunos que son piezas maestras, son tremendamente misóginos. ¿Los vamos a castigar entonces?”, cierra.

 

Por su parte, la periodista, cinéfila y escritora Isabel Plant se suma al debate y explica que este fenómeno se puede extender a otras cintas que no necesariamente se vinculan al universo afroamericano. “Se podría ver en el tratamiento de las minorías. En decir, por ejemplo, que el amigo gay no puede aparecer en la pantalla siempre de una manera o que los latinos no sean los narcotraficantes. Esa reflexión me parece interesante. Ahora si estamos discutiendo entre prohibir una cinta o ponerle un aviso, me parece mucho mejor poner un aviso porque el cine sí tiene y necesita un contexto”, adelanta y añade que con respecto al tema racial hoy hay un debate en torno a producciones contemporáneas como Green book o The help, cuyas “propias actrices han pedido que no las vean porque siguen un estereotipo de que el hombre blanco es, finalmente, más interesante que uno negro”, dice Plant.

 

El debate abre flancos en varios clásicos del cine del siglo XX, entre otros se podría asociar a las películas de Alfred Hitchcock, a quien se lo valora como un maestro, pero también se le critican las obsesiones sexuales de sus protagonistas, la elección de rubias, y un trato poco amable en el set hacia las mujeres.

 

Ernesto Ayala advierte que la filmografía del autor de Vértigo resiste bastante bien la inspección de cerca, “aunque, si nos ponemos quisquillosos, se pueden contar algunos villanos que, oh casualidad, resultan también ser homosexuales. Y prácticamente no hay afroamericanos entre sus personajes. Ahora, esa crítica se puede hacer a todo el cine clásico. Sería injusto achacarle a Hitchcock la falta de diversidad histórica de Hollywood”.

 

José María Aresté afirma que si hoy viviera Hitchcock, el “movimiento #MeToo haría todo lo que estuviera en su mano para impedirle rodar, como ha hecho con Woody Allen”.
El director de Decine21 cierra con una reflexión: “Atravesados de fanatismo, se puede echar a la hoguera fílmica cualquier cosa. Si aún no escuchamos protestas porque John Wayne arrastra por el suelo a Maureen O’Hara en su obra maestra The quiet man, será seguramente porque los pirómanos de turno ni siquiera conocen la película. Sacar las películas o las novelas del contexto cultural en que se realizaron para proceder a su demonización revela una gran ignorancia”.

 

FOTO: Póster de Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1936)./ Especial

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