Pablo Larraín y el femiestallido libertario

Mar 21 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 4650 Views • No hay comentarios en Pablo Larraín y el femiestallido libertario

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Ema, personaje principal de la nueva película de Pablo Larraín, es una bailarina de reggaetón, entra en una etapa de su vida en la que la maternidad y su tendencia pirómana propician problemas en su relación amorosa

POR JORGE AYALA BLANCO 

En Ema (Chile, 2019), anárquico opus 8 del santiaguino retornante victorioso de Hollywood a los 43 años Pablo Larraín (de la psicotización naturalista de Fuga 06 a la antibiopic de la Kennedy en Jackie 16), con guion suyo y de Guillermo Calderón y Alejandro Moreno, la moderna pareja amorosa abierta y sexualmente bipolar que integran el infértil coreógrafo clasicista explosivo en la cuarentena Gastón (Gael García Bernal colérico descompuesto) y la tempestuosa danzarina de reguetón con su propio grupo pero también instructora de baile para infantes aunque apenas en la veintena Ema (Mariana Di Girolamo dulcísima), ha debido devolver a su hijito adoptivo de origen colombiano Polo (Cristián Suárez impenetrable) tras un incidente en el que el chavo de 8 años intentó quemarle el cabello a una tía postiza por el mero gusto de hacerlo, emulando la piromanía incontenible de su efímera madre adoptiva cuyo máximo placer consiste en querer incendiarlo todo en las calles o arriba del escenario gracias al manejo de un lanzallamas, por lo que las mutuas acusaciones entre Ema y su marido ruco son cada vez más salvajes en la intimidad o ante un consejo escolar de emergencia y expulsión de la chamba, culpándose entre sí de los abandonos sufridos por el pequeño y dando como resultado un paulatino alejamiento entre ellos, tanto en lo afectivo como en lo profesional, más una proliferación de las aventuras eróticas de cada quien por su lado, si bien a veces en un mismo bar, él refugiándose con lances facilones sin importancia y ella explorando a fondo otras opciones, con sus bailarinas homosexuales e incluso con la fascinada directora de un colegio sucedáneo donde busca laborar (Amparo Noguera), y recibiendo hasta una propuesta de matrimonio lésbico, pero la calculadora insatisfecha radical Ema va a ejecutar además con sigilo un golpe magistral ligándose al nuevo padre adoptivo de su antiguo hijo Polo, el guapo bombero-barman Aníbal (Santiago Cabrera barboncillo), para hacerse embarazar por él, sin importar que el varón sostenga una equilibrada relación con su esposa infértil Raquel (Paola Giannina), pues Ema planea para colmo la seducción de ésta y la reconquista de su deleznado marido Gastón, con el objeto de ofrecerle al niño Polo un hermanito que lo hará feliz, y la estabilidad de una amorosa familia extendida, merced a las potencialidades de un femiestallido libertario.

 

El femiestallido libertario se ubica en un intemporal puerto de Valparaíso vuelto fantástico para imponer de principio a fin un estilo alucinado muy original, hecho de danza, disfunción, épica, ferocidad, fuga y tiempos plurales, a modo de un auténtico Festival Larraín alegre y desconcertante, al reunir en lo instantáneo los mejores hitos de la mitología ascendente/descendente del hoy supremo realizador latinoamericano: los súbitos arrebatos dancísticos ultranarcisistas del obsedido lumpenhistrión posJohn Travolta titular de Tony Manero (08), la disfuncionalidad existencial del carcomido escribano solidarizándose con la desaparecida bailarina decadente a la hora del golpe militar en Post Mortem (10), la épica urbana del omniprecursor “Ya basta” en No (12), la ferocidad en el trato formal y cotidiano de los curas-escoria encasillados en El club (15), la escarpada fuga inalcanzable del dichoso Neruda (16), pero ante todo el encomiástico retrato quebrado de Jackie en multitud de tiempos superpuestos que son capas de realidad desplegadas y ofrecidas a una inabarcable multidimensionalidad femenina.

 

El femiestallido libertario añade a ese magnetizador conjunto estilístico discusiones conyugales que son intensas batallas atípicas (nervio fotográfico de Sergio Armstrong), a base de emplazamientos tan tóxicos como ellas mismas (“Como si hubiéramos asfixiado a un perro con una bolsa de plástico”) y cortes deliberadamente caóticos (edición de Sebastián Sepúlveda) para llevar hasta sus últimas consecuencias la acritud de los crueles oficinistas santiaguinos de los Tres tristes tigres del fundacional Raúl Ruiz (68), a semejanza de los melancólicos ritmos galvanizantes de la música entre alada y alelada del neoyorquinochileno Nicolás Jaar y en el marco de los sísmicos sacudimientos/desplazamientos de las coreografías reguetonianas, vueltas pesadilla cosmogónica en los escenarios o fruición en los cuerpos juveniles liberados en los salones de estudio dancístico (“Yo solo enseño libertad”) o las grises calles por ellos sensibilizadas cuya naturaleza orgásmica tanto irrita al represor marido machín rabioso y chantajista sentimental Gastón, pues hacen acopio de la hipervitalidad explosiva femenina a la chilena de Gloria y de Una mujer fantástica (Lelio 12/17).

 

El femiestallido libertario hace vivir así, contagiosa y admirablemente, a una Ema-emblEma de la actual revuelta feminista mundial, una Ema en escandalosamente tranquilo estado de ignición perpetua e identificada con un destructor discurso anarquista fundado en la subversión por el fuego y en el más demoledor de los incendios: el que sucede en el exterior como reflejo de lo interior de otra manera inexpresable, una rompedora Ema situada en las antípodas de su lamentable antepasada decimonónica Ema Bovary del deseo incumplido (si bien cargando aún con el lastre de un marido, una Ema entre los semáforos ardiendo en el prólogo callejero y la orgía lésbica y un arrastre de las greñas a una amantita del marido, una Ema tan eufórica lanzando llamas a un auto estacionado como echando chorros de agua con la manguera manipula por Aníbal como Scarface estrenando ametralladora (Hawks 32).

 

Y el femiestallido libertario desemboca en un extraño final feliz que ha ido incubando poco a poco para remitir, más allá de la maternidad subrogada, a la composición/recomposición de una familia heterodoxa a lo Koreeda (De tal padre tal hijo 13, Un asunto de familia 18), en torno a una demiúrgica Ema profundamente ética por libre de toda atadura de la moral convencional.

 

FOTO: Ema está protagonizada por Mariana Di Girolamo y Gael García Bernal (en la foto)./ Especial

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