Streaming musical en tiempos del Covid

Mar 21 • destacamos, Miradas, Música, principales • 3766 Views • No hay comentarios en Streaming musical en tiempos del Covid

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Orquestas e instituciones musicales han lanzado iniciativas digitales para hacer más llevaderos los días de cuidado y prevención que vivimos en este momento histórico

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POR IVÁN MARTÍNEZ 

Soy un defensor de la experiencia en vivo. Y si no puedo estar presente, prefiero las transmisiones de radio que un disco, y entre los discos, prefiero aquellos que registraron un concierto y no los de estudio, editados. Son experiencias más auténticas, con emociones más vivas del intérprete ante el público, con errores incluso, o con nerviosismo, y que se complementan con la respuesta de ese público: el aplauso; siempre cursi, pero quizá honestamente llamado el alimento del artista.

 

Soy un seguidor religioso de las transmisiones programadas para la radio tradicional de dos instituciones estadounidenses, principalmente, y que, gracias a la internet, ahora son accesibles a todo el mundo y no sólo a los receptores de sus ciudades: la Sinfónica de Chicago (https://csosoundsandstories.org/category/cso-radio/), que los lunes transmite un concierto de temporada junto a otra obra que complete las dos horas de música, y la Chamber Music Society (CMS) del Lincoln Center

 

(https://www.chambermusicsociety.org/watch-and-listen/), que los miércoles pasa sesenta minutos de ejecuciones grabadas en sus conciertos. (Para quien quiera iniciarse, la mayoría de los programas están archivados y listos para escucharse en cualquier momento.) No sé todavía si ello complementa mi dieta semanal de la música que puedo presenciar en mi vida chilanga, o ya es al revés, pero me he vuelto asiduo a los streamings.

 

No hace falta mayor contexto: la pandemia del nuevo coronavirus ha cerrado teatros y salas de conciertos y ante ello, muchas organizaciones han decidido realizar sus presentaciones sin público, utilizando esa tecnología que algunos ya manejaban regularmente para llegar a su audiencia (la sala de conciertos digital de la Filarmónica de Berlín -abierta al público sin cargo por un mes- es el pináculo del avance tecnológico).

 

Algunos accedieron a ella por primera vez, hablo tanto de las organizaciones como de la audiencia, y han tenido que aprender a usarla de un día para otro. Para quienes somos asiduos, hablo tanto de las organizaciones como de la audiencia, tampoco ha sido igual: también hemos tenido que aprender. Y es que la experiencia no ha sido de ninguna manera exacta.

 

Ante las cancelaciones súbitas de los conciertos del 13 (Sinfónica Nacional) y 14 de marzo (Filarmónica de la Ciudad) y la recomendación de ya no asistir al del 15 (Filarmónica de la UNAM), me sumé desde casa a la audiencia de la Orquesta de Filadelfia, que nunca he escuchado en persona y que es difícil cachar en radio, y de la CMS, que presentaba el fin de semana dos de sus programas más atractivos de la temporada.

 

Comencé con el programa de la serie New Milestones desde Nueva York, que estaba programado desde antes para ser transmitido en video. La CMS está acostumbrada a esta práctica y tiene en sus filas presentadores que hacen alguna introducción simple, elocuente e informada de lo que escuchará el público y que suelen dirigirse con fluidez tanto a las cámaras como al público del Rose Theatre. Esta vez, ellos mismos estaban desconcertados: no sabían qué decir, hacia dónde voltear, cómo reaccionar, cómo señalar.

 

El programa comenzó con el Trío de cuerdas, op. 45 de Schoenberg, obra ya de por sí densa. Es poco conocida y tocada, su estructura es compleja, sus texturas parecen desintegrarse en cualquier momento. Y los músicos de la CMS se mantuvieron, yo diría, fuertes, en una ejecución que resultó más feroz de lo que esperaba. Su final no es, paradójicamente, tajante. Y esa, digamos “inconsistencia” musical, se sumó al contexto.

 

No quisiera romantizar la crisis, pero escuchar ese final así, sin ser seguido por un aplauso, con una vista del foro vacío, ha representado la sensación más profunda que vaya a sentir en un concierto por mucho tiempo. Pasó desde mi casa. El desconcierto fue visible también entre los músicos, que no sabían si reverenciar, si salir del escenario, si saludarse entre ellos. Si llorar en su notable conmoción.

 

Siguió uno de los más peculiares estrenos mundiales que se han dado en la historia de la música, uno que quedará inscrito quizá como el primero de aquellos que se dieron para un público virtual. El de Heron. Rain. Blossom. para flauta, clarinete, viola y chelo, de Alexandra Du Bois (1981): es una pieza poderosa en su naturaleza meditativa, de colores y texturas profundas, que resultó más auténtica de lo que temía por su introducción “zen” y que no pudo tener mejor contexto. Tras otra obra para esta dotación de Tristan Murail, el concierto concluyó con el cuarteto no. 4 de Ben Johnson, subtitulado (¿existen las casualidades?) “Amazing grace”, por la sutil cita y deconstrucción de ese himno tradicional negro.

 

¿No es paradójico que en estos tiempos de constante confinamiento a nuestros “dispositivos”, hayan sido estos recitales, en condiciones obligatorias de aislamiento, los más emocionantes de mi año? ¿Escribe la parte de mí más sensible? ¿Qué tanto de lo que escuchamos es contexto? La serie de conciertos de la cuarentena nos va a dejar más que sólo música.

 

En Filadelfia entre tanto, las sinfonías quinta y sexta de Beethoven, que dirigió su titular Yannick Nézet-Seguin con frescura y brillantez, a veces punzante, sirvieron para ofrecer otro estreno, el de “Jeder Baum spricht”, de Iman Habibi, cuya energía sirvió de preludio (literal, sin interrupción) a la ejecución de la Quinta. En Nueva York, el segundo concierto de la CMS también fue más tradicional en su repertorio: la Serenata para trío de cuerdas de Dohnányi, el sexteto “Souvenir de Florencia” de Tchaikovsky y una pujante interpretación de la Sonata para dos pianos y percusión de Bartok.

 

FOTO: Alessio Bax Y Lucille Chung. /Tristan Cook

 

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