Cruce de caminos: una reseña sobre la nueva novela de Jonathan Franzen

Ene 29 • Lecturas, Miradas • 1259 Views • No hay comentarios en Cruce de caminos: una reseña sobre la nueva novela de Jonathan Franzen

 

Encrucijadas, nueva novela de Jonathan Franzen, cuenta la historia de la familia Hildebrandt, encabezada por un pastor protestante, y cuyos miembros enfrentan dilemas morales que involucran drogas, impulsos bélicos y conflictos eróticos

 

POR JOSÉ HOMERO
“Todas las familias felices se parecen…” reza un íncipit tan célebre como aquel del lugar de cuyo autor no puedo acordarme. Desde su segunda novela, Movimiento fuerte (1992), la concepción novelística de Jonathan Franzen (1962) arraiga, principalmente, en configurar familias cuyas desdichas devienen socialmente emblemáticas. Si tal interés pudiera insinuar intimismo, lo cierto es que el desmesurado nativo de Chicago persigue esa obsesión que angustia a todo novelista estadounidense: escribir “la gran novela americana”, cifra de una época y espejo de su tiempo, reflexionando sobre el microcosmos familiar. Quien es considerado actualmente el mejor novelista americano —muerto Wallace y con Roth retirado— lo logró en Las correcciones (2001) y en menor medida, Libertad (2010).

 

Encrucijadas (Ediciones Salamandra, 2021), primera de una trilogía que comprenderá los últimos 50 años, se concentra en los Hildebrandt quienes durante la Navidad y la Pascua de 1971 y 1972 —las fiestas más importantes del cristianismo, nada menos—, viven sucesos decisivos. El patriarca Russ es un pastor ávido de enredarse con una atractiva feligresa buscando librarse de su pesaroso matrimonio. Marion, por su parte, planea adelgazar para reanudar la relación desquiciada que mantuviera en su juventud. Clem, el primogénito, ha enviado al ejército una solicitud de enrolamiento, en tanto su hermana, Becky, se propone quitarle el novio a otra a la vez que experimenta con la mota; y el adolescente Perry conjetura ser bueno y dejar las drogas. En una tonada familiar para los lectores de Franzen, cada integrante de esta familia del Medio Oeste contrapone su libertad a la de los otros miembros. El resultado, como en todo cruce de caminos, será la colisión o la distribución ordenada de las trayectorias. Esa significación se asienta textualmente, más allá del título, en dos episodios ligados sincrónicamente: cuando Perry gira en una bifurcación hacia su colapso (p. 550) y en el momento en que Marion toma una salida del periférico angelino para alucinar una advertencia sobre el destino de su amado hijo demente (p. 557).

 

Las historias individuales se distribuyen en capítulos. No son uniformes, sin embargo, ni en el orden ni en la extensión. La primera ronda narrativa —hay que llamarla de algún modo— concluye con el capítulo correspondiente a la madre, cuyo tamaño y disposición —al final, cuando por jerarquía debía seguir al del padre— perturban, aparentemente, el conjunto. El relato de Russ, en tanto, ameritará otro luengo capítulo que, como el de Marion, es en sí una nouvelle. Y en la segunda ronda de la primera parte —“Adviento”—, dos capítulos contiguos refieren el presente de Russ, uno situado en el ahora del relato, el segundo más atrás, para exponer su p   ugna con Rick Ambrose, el joven pastor carismático que lidera el grupo Encrucijada, uno de los varios cruces que incumbe el título, y meollo de las peripecias.

 

Poco sutil, los títulos de Franzen indican una lectura conceptual: “Correcciones”, “Pureza”, “Libertad”… Encrucijadas no es la excepción y si bien se enlaza intertextualmente con la canción de Robert Johnson a través de su con/versión por Cream, “Crossroads”, y denotativamente con el nombre de la agrupación juvenil, en una senda trascendental remite a las figuraciones del vocablo: “Ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada, asechanza”, y “situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir”. El guiño a la última acepción que reconoce el Diccionario de la Real Academia Española es evidente, pero también reverbera el de la primera: son decisiones que trastornarán las vidas de los personajes y las de sus parientes. Empero, la auténtica encrucijada es simbólica. Conversación en la catedral (1969) de Mario Vargas Llosa, un autor que Franzen leyó provechosamente, inquiría: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. Casi refrán por su parafraseo, dicho íncipit más pareciera anáfora estructural; motivo conductor para barajar hipótesis. De igual modo, las “encrucijadas” son los debates éticos y morales que enfrascan a los personajes en una contradanza cuyas parejas llevan mucho tiempo mal avenidas: la culpa y el perdón; la fe y el ateísmo; la libertad y la predestinación; el compromiso cívico y la conciencia; los privilegios raciales y la constatación de la “injusticia epistémica”; la integridad y el beneficio.

 

En una forma más trascendente, “crucial” es el conflicto de la sociedad estadounidense contemporánea, cuyos cambios desafían a los protagonistas. Así, Russ, educado en una aislada comunidad religiosa, confronta la posibilidad de divorcio y la experiencia con la mariguana. Mientras que Clem, universitario de firmes principios, zozobra entre oponerse a la ocupación de Vietnam —el pacifismo al uso— y el deber moral: asumir una postura sin importar sus consecuencias. Otros personajes sufren asimismo elecciones disyuntivas que van desde compartir una herencia hasta cortar con la pareja.

 

Y aunque menos visible que la accional, la bifurcación es igualmente la transición del optimismo ingenuo de los 60 para adentrarse en un territorio pesadillesco, los 70, donde emergerá una ideología cimentada en el egoísmo y la búsqueda del placer como corolarios de ese nihilismo que anuncia ya el infierno mental de Perry.
Amén de los anhelos por circunscribir la voluble historia en un crisol ficticio, Franzen es quien mejor refleja los tormentos de la conciencia posmoderna con prolijas inquisiciones que son lecciones de configuración literaria. “Conciencia” implica aquí tanto cómo el personaje construye su personalidad —la “consciencia”– como el reconocimiento del bien y del mal; pero también cómo los estímulos externos influyen en nuestros actos y cómo percibimos a los otros. Sutilmente, Encrucijadas revisa la fe y sus diversas facetas religiosas, sin soslayar las respuestas de la filosofía del siglo, incluyendo la agenda política de los movimientos igualitarios.

 

Al respecto, la sátira más clara zahiere la racionalidad como otra forma de demencia, según apunta la descomposición de Perry. La ruta sensual como el de la fría razón conduce a los males contemporáneos, pareciera insinuar Franzen. De existir un antídoto, se encontraría en el cotejo de las ideas; como comprenderá Russ, “hay más de una manera de despellejar al gato”, y si este refrán expande su horizonte religioso, ¿por qué no asumirlo lección de vida?.

 

Entrañable y compleja, racionalmente intrincada y frondosa en la exploración sicológica, el cimiento de esta trilogía en progreso captura una época mediante la instantánea que es su vasta y minuciosa narración. Y si, ciertamente, todas las novelas de Jonathan Franzen se parecen, constatamos que en ellas, cada una de sus familias protagónicas tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.

 

Foto: En 2019, Jonathan Franzen publicó un controversial artículo sobre el cambio climático/ Crédito de foto: Andres Iamartino/EFE

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