“Cuaderno del sur”, poesía que viaja sola

Jul 8 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 1416 Views • No hay comentarios en “Cuaderno del sur”, poesía que viaja sola

 

Después de 30 años, Mauricio Montiel vuelve a publicar un libro de poesía; una aventura geográfica y creativa

 

POR JOSÉ JUAN DE ÁVILA

—De pequeño, cuando oía esa canción, siempre me preguntaba qué debía de haber al sur de la frontera —dije.
—Yo también —coincidió Shimamoto—. De mayor, cuando leí la letra de la canción, me llevé una desilusión. ¡Sólo era una canción sobre México! Yo que pensaba que al sur de la frontera debía de haber algo maravilloso.

Haruki Murakami. Al sur de la frontera, al oeste del sol.

 

Hay libros con los que se viaja y hay libros que son la invitación al viaje, al estilo de Baudelaire. Pero, la poesía viaja sola, ligera de equipaje como recomendaba Machado, sin siquiera un autor, quien solo puede ser estación de tren o la sala de espera para tomar el vuelo hacia un destino del cual no se vuelve.
Cuaderno del Sur (Mano Santa Editores) parece un regreso, el de su autor, Mauricio Montiel Figueiras, a la poesía, después de 30 años; pero, como toda poesía, viajó sola, sin la mano que alimentó de visiones sus bitácoras: Bitácora de los vientos, Bitácora de los hoteles abandonados, Bitácora del sur. Salió de un experimento en redes sociales en 2009, según refiere el poeta de Mirando que arde la amarga ciudad (1994) y Oscuras palabras para escuchar a Satie (1995), sus dos anteriores poemarios.

 

Cada sección presenta una visión de un sur igualmente geográfico que íntimo. A partir de los vientos, se revela en ellos un mito, exótico, porque los vientos nunca son nuestros, y cada poema tiene su etimología, en árabe o en lengua de marinero, para que la poesía viaje como un polizón dentro del aire.
A través de la búsqueda de hotel, el viajero-poesía trasciende el tiempo para seguir mirando huéspedes que no existen, habitaciones donde alguna vez hubo gemidos de los que solo quedan los ecos; donde la maleza crece con susurros sobre objetos que adquieren nueva vida en la visión que envía la poesía al lector, como una carta postal de viajeros inanimados con los cuales ha sostenido un duelo de espejos.

 

A la manera de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, los vientos van teniendo nombre y sentencia: Lebeche, Chergui, Aajej, Siroco, Simún… Los hoteles abandonados se precisan con apellidos maternos: solitarios, ausentes, vacantes, huecos, suspendidos, desamparados, crepusculares, marchitos, anestesiados, catalépticos, deshauciados, muertos… Y, al final, el Sur, con su carga pesimista de prosa.

 

La Bitácora de los vientos tiene mucho de Las mil y una noches, no sólo por la zona geográfica y cultural donde, en su mayoría, sus vientos se gestan; como Sherezada, cuentan historias, hay dramas en sus aires, magia y aprendizajes. Incluso un lector tecnológico puede jugar con sus palabras, sus definiciones, y afirmar tras la lectura que bot no solo sea ya el falso apócope de la versión occidental del sustantivo eslavo robot, quizás emparente en la poesía con el del hindi: Bhoot, espíritu o fantasma.

 

La Bitácora de los hoteles abandonados se adelanta a nuestro futuro hablando de ruinas, son historias que quisiéramos no vivir, pero que ya viven en nosotros. Son hoteles que solo esperan que un posible huésped, el lector, desde afuera habite esos poemas de hartazgo, de vacío, a veces de furia en ascuas. Viajero inmóvil con su libro, Montiel Figueiras rastreó fotografías de hoteles abandonados en algunos países que eligió, que daban esa idea de la decadencia, la decrepitud, lo que queda de las empresas humanas tarde o temprano. Leit motiv-condena pesimista: “Todo empeño humano se vuelve ruinoso”.

 

La Bitácora del sur es concretamente la pregunta existencial del poeta en un ámbito geográfico, íntimo y mítico, un autor que nunca dejó de escribir poesía, aunque se había alejado de publicarla. Como dijo Montiel Figueiras, esa parte en prosa de su volumen de apenas 80 páginas surgió de uno de los tres epígrafes con que arranca esta aventura poética que pasó por el silencio y por los experimentos en redes sociales. “En el Sur, creo, todo es posible”. Él hurgó en los diarios de Franz Kafka para preguntarse a qué sur se refería el autor de El proceso, La metamorfosis, América, El castillo… Y también de México.

 

Los otros dos epígrafes a que alude un poeta que vive en su propio sur son también de poetas “¡Quién un vaso me diera del Sur cálido!” (Keats) y “En el Sur tan distante quiero estar confundido” (Cernuda).

 

Pero, Montiel Figueiras, lector apasionado de Haruki Murakami, no tuvo presente en sus epígrafes la novela del japonés Al sur de la frontera, al oeste del sol y una cita. El protagonista, Hajime, conversa con Shimamoto mientras escuchan la canción de Nat King Cole South of the Border, que desde niños les provocaba fascinación al preguntarse qué debía de haber al sur de la frontera. Ya mayor, Shimamoto había descubierto con desilusión, cuando leyó la letra de la canción, que sólo hablaba sobre México.

 

Yo que pensaba que al sur de la frontera debía de haber algo maravilloso, dice Shimamonto a Hajime.

 

Cuaderno del sur se publicó en una pequeña editorial de Guadalajara dedicada por completo a poesía, con tirajes limitados que dependen de la cantidad que el propio autor quiera poner en el mercado y que está a cargo de Jorge Esquinca (director editorial), Emmanuel Carballo Villaseñor (editor) y Luis Fernando Ortega (diseñador). Los ejemplares se agotaron. El autor recién anunció un nuevo tiraje.

 

A principios de diciembre pasado, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura anunció que Montiel Figueiras había ganado el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer 2022.

 

El poeta recibió con felicidad y emoción la noticia en una playa del sur del país. Pero, si la poesía viaja sola, la burocracia es su frontera. Y, en el México de Kafka, el premio le fue retirado semanas después al autor también de Un perro rabioso: Noticias desde la depresión (Turner, 2021), transformado sin juicio en Joseph K., tras una denuncia anónima por Facebook que llevó al ridículo al jurado y al INBAL.

 

Pero, la poesía viaja sola. Ya no necesita de autor, menos de premios, está viajando siempre a su destino.

 

 

 

FOTO: El libro fue publicado por Mano Santa Editores. Crédito de imagen: Archivo El Universal

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