Cuarteto de Leipzig: absoluto
POR IVÁN MARTÍNEZ
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Lastimada en su presupuesto, ésta ha sido la edición del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México que ha presentado una oferta musical menos vasta. De entrada, el proyecto de su director artístico, Sergio Vela, de presentar “todas las versiones” de Las Siete últimas palabras de Nuestro Redentor en la Cruz, de Haydn, se pudo cristalizar en sólo dos de ellas, la de oratorio con la Orquesta Sinfónica Nacional, ensamble que además de ése ofreció otro programa incluido en el cartel del festival aunque se tratara de su temporada regular, y una nueva, preparada por el compositor y pedagogo español José Perís (1924) para soprano y cuarteto de cuerdas.
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El encargado de presentarla, el viernes 18 de marzo en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso, fue el Cuarteto de Leipzig en la que quizá haya sido la visita musical a México más importante del año y en dos conciertos que superan artísticamente cualquier otra debilidad de programación de la que pudiera seguir hablándose.
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En cualesquiera de sus versiones, esta pieza encargada a Haydn por la Catedral de Cádiz en 1786, es un tour de forcé tanto para sus intérpretes como para el oyente, que aunque sólo tenga una hora de duración, es de hecho suficiente material emocional para presentarse como pieza única en el recital donde se escuche.
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Obra introspectiva, dolorosa, cada una de sus siete movimientos internos –tiene además una introducción más cómoda y un “Terremoto” a manera de epílogo– es un ejercicio reflexivo, de contemplación y cuando bien tocado, de revelación. Técnicamente, además de las dificultades armónicas instrumentales de conjunto, que pueden leerse como culminación de la obra cuartetística de Haydn aunque a él siguieran varios agrupados en diferentes opus, su conflicto reside en mantener con religiosidad su tensión durante los sesenta minutos que lleva tocarlas. No hubo en la interpretación del Leipzig un momento, aun en los pasajes repetitivos (y el compositor pudo haber tenido un mejor editor), motivo o frase que sonara redundante, lo que incluso puede parecer inesperado para quienes sentimos que ésta fue una interpretación más sobria y poética que dramática.
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Para quien conozca las versiones más habituales en las salas de concierto de estas Siete palabras, la de cuarteto solo, la de piano solo o la de orquesta, hay que decir que la preparada por Perís, estrenada en el 2008, es una literalidad apegada por completo a la de cuarteto, con unas cuantas líneas vocales agregadas tomadas de lo que Haydn escribió mucho después de su primer estreno para la versión de oratorio. No creo que le haga mayor justicia, contrapuntísticamente no agrega interés y en el caso de esta interpretación fue demasiado plano, casi recitante, el canto de Aleksandra Zamojska, la soprano polaca que se unió al Leipzig.
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Un día antes, el mismo cuarteto había ofrecido otra intensa sesión de música de cámara al ejecutar los cuartetos op. 131, “Gran Fuga” en Si bemol Mayor y no. 14, op. 133 en Do sostenido menor de Beethoven, también en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Su interpretación de ambos fue sobre todo vehemente. Absoluta. Perfecta y en orden.
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He escrito sobre visitas anteriores del cuarteto a México, pero no les había escuchado Beethoven. Me sigue emocionando su sobriedad, la robustez de su sonido y lo bien plantado desde donde se proyectan el más sutil piano o los más poderosos sforzandi. Es una sobriedad que no está exenta de lirismo, una potencia que no sólo es afirmativa, sino también reflexiva. Y estoy de acuerdo en cómo utilizaron sus propias condiciones sonoras para enfrentarlas a las mismas condiciones absolutistas, serias, de estas dos obras tan particulares con que Beethoven culmina su escritura no sólo para cuarteto, apartado especial en su literatura, sino de toda su música.
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Lo que es cierto, es que el nuevo primer violín en incómodo interinato, Conrad Muck, no se siente aún acoplado del todo al sonido, a los colores que le gusta ofrecer a este cuarteto desde su formación en 1988; a la manera que tienen de declarar la música que tocan y que tan característicamente los define. Sonaron incluso un par de pasajes de afinación sospechosa en los inicios de cada uno de los programas, propiciado por su personal sonoridad y por sus respiraciones.
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De la interpretación de estos cuartetos, los más bellos, obscuros e intensos, a los que Wagner se refirió como la última protesta y el último reto de Beethoven para romper el aislamiento de su sordera, hay que mencionar, si acaso hiciera falta, detalles como el exultante ritmo de los siete movimientos en un solo trazo del op. 133 o el jubiloso decreto del coral final, con sus acentos tan dramáticamente marcados, del op. 131.
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Entre los de Beethoven, el Leipzig ofreció el Officium breve in memoriam Andreae Szervànsky op. 28, de György Kurtàg: brevísimo y cordial compendio de ideas, sobre todo webernianas, de la Segunda Escuela de Viena, que sirvieron en este programa a manera de descanso intelectual.
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*FOTO: Este grupo alemán de cuerdas está formado por los músicos Conrad Muck, Tilman Büning, Ivo Bauer y Matthias Moosdorf/ Cortesía: Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México.
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