Sotto Voce: Cuatro cositas musicales

Ago 27 • Miradas, Música • 1100 Views • No hay comentarios en Sotto Voce: Cuatro cositas musicales

 

Rodrigo Macías estuvo de celebración, Felipe Tristán dirigió nuevos talentos, Plácido Domingo se presentó junto a Arturo Chacón y la Fonoteca Nacional sacará a la luz una compilación de música mexicana con Chávez y Revueltas

 

POR LÁZARO AZAR
Al igual que uno de los platos icónicos del legendario Café Tacuba, hoy les comentaré “cuatro cositas”. Así que, variadito y en caliente, empecemos:

 

I.El martes 16 acudí a Texcoco para presenciar en la Casa del Constituyente el concierto con que Rodrigo Macías celebró 20 años de que, en ese mismo recinto, dirigió por primera vez en México, tras los pininos que había realizado en Italia durante sus años estudiantiles. Al frente de la Camerata Felipe Villanueva replicó prácticamente el mismo programa con el que debutó, ante una entusiasta concurrencia que no dejó de vitorear a tan distinguido texcocano.

 

No estuve ahí hace 20 años, pero entré en contacto con Rodrigo desde entonces gracias a mi añorada Eva María Zuk, quien me pidió que le aconsejara qué podía tocar con aquel ensamble. Optamos por un Concierto para piano de Mozart, el K. 449, en Mi bemol; ahora, la obra concertante estuvo en la misma tonalidad, pero fue el arreglo para trompeta del Concierto para corno de Neruda, y el solista fue Ignacio Cornejo. Redondearon el programa el Poema de Neruda, de Galindo, Eine kleine Nachtmusik de Mozart, y la Suite para cuerdas de Janacek, que fue lo que más disfruté.

 

Rodrigo Macías. Crédito: Facebook OSEM

 

II.Así como volví a Texcoco para compartir este momento con el Maestro Macías, así viajé a Monterrey para presenciar el desempeño como concertador operístico de Felipe Tristán, a quien he visto desarrollarse desde sus inicios como flautista y director asociado de la Brooklyn Symphony, entre los muchos peldaños que ha ido ascendiendo hasta ahora que, como director de la Monterrey Summer Opera Academy (MSOA), conminó a la crème de la crème regia para presenciar El elixir de amor de Donizetti, el domingo 21 en el Teatro de la Ciudad.

 

Musicalmente, fue notable el nivel alcanzado durante las dos semanas que duró el MSOA, un esfuerzo que involucró a Conarte, la Escuela Superior de Música y Arte y al Municipio de Monterrey, quien compró todos los boletos para que la función fuera gratuita. Académicamente, este proyecto que contó entre su profesorado con la mítica Dolora Zajick y brindó a sus estudiantes la posibilidad de participar en un montaje profesional, atrajo a catorce cantantes de México y Estados Unidos.

 

Salvo el rol de Nemorino, para el cual fue invitado César Delgado y después de oír qué bien fraseó su furtiva lagrima, me queda claro por qué es de los tenores más buscados actualmente en los Estados Unidos, los demás roles fueron encomendados al alumnado: Luisa Mordel hizo una espléndida Adina, ¡qué bello timbre el suyo! Fernando Cisneros lució su cálido registro baritonal como Belcore y quien se quedó corto en cuanto a volumen fue Ricardo Ceballos. Lástima, porque escénicamente se desenvolvió con soltura e hizo gala de una clara articulación durante sus coloraturas.

 

El coro, a cargo de Raúl Gutiérrez, sonó bien, aunque no lució mucho escénicamente por culpa del trazo acartonado (caótico en más de un momento durante el primer acto) de Ivet Pérez, tan limitado como la producción de Rafael Blázquez, que evidenció su pobreza imaginativa con un videomapping tan rudimentario y elemental que se veía más viejo que un videojuego de PacMan. Afortunadamente, la concertación ágil y contrastada de Tristán compensó con creces la parte visual.

 

Considerando la candorosa reacción del público ante el beso de Adina y Nemorino y el gentío que —alcalde incluido— bailaba al son de Celso Piña a unos cuantos metros, en la Macroplaza, puede estar muy satisfecha Verónica González Casas, la imparable directora de Conarte, en su propósito de crear públicos. Algo de lo que no pueden ufanarse los empresarios que presentaron a Plácido Domingo en las Arenas de la Ciudad de México y Monterrey los días 16 y 19, respectivamente.

 

El elixir de amor en Teatro de la Ciudad, Nuevo León. Crédito: Facebook Felipe Tristán

 

III. No sé si habrá sido por el reciente escándalo detonado contra Domingo en Argentina por el alma impoluta que tiró la primera piedra, pero ninguna de las funciones agotó el aforo considerado para ellas, aunque, lo más triste, fue ver tan disminuido a aquel titán de la lírica que es el Maestro.

 

Sería iluso suponer que, a sus 81 años, Domingo seguiría haciendo alarde de ese timbre áureo que atesoramos cuantos tuvimos el privilegio de escucharlo en plenitud. Sabíamos que, en su tránsito de tenor a barítono, suplía con musicalidad y experiencia (“colmillo” o “mañas”, dirían algunos) la merma que la juventud le arrebatara. Para recuperar el aliento, empezó a compartir el escenario de sus Galas con alguna soprano… con dos o, como ahora, con Eugenia Garza y Arturo Chacón, y, salvo cuando en 2012 le vimos dirigido por Alondra de la Parra, su concertador de cabecera ha sido Eugene Kohn, quien “le adivina” la respiración.

 

Todo sumaba para que la Gala fuera un éxito: el programa fue confeccionado con gran inteligencia, alternando géneros, estilos, solistas y contó con el espléndido acompañamiento de la Filarmónica del Desierto, cuyo titular, Natanael Espinoza, tomó la batuta para ofrecer una vital interpretación de la obertura de Nabucco, de Verdi.

 

Sin embargo, y a pesar del júbilo de la intervención final del mariachi, en el aire flotaba cierta desazón e incertidumbre al ver que, más que el Maestro Domingo no cantara sino “dijera” muchas de las frases hasta en sus más sobados caballitos de batalla (vgr. en la romanza No puede ser, de Sorozábal), se percibía la ansiedad con que volteaba hacia el teleprompter y, a pesar de ello, dudara de las letras en más de una ocasión y postergó más de una entrada. Tristemente, constatamos la inflexibilidad de Cronos.

 

Plácido Domingo junto a Arturo Chacón. Crédito: Arena Monterrey

 

IV.Gracias a la dedicación y labor detectivesca del gran Roberto Kolb y Theo Hernández, apasionado melómano cuyo trabajo es fundamental para la Fonoteca Nacional, este martes 30, a las 19 horas será presentada una compilación imprescindible para los estudiosos de la música mexicana: ocho grabaciones inéditas de Chávez y Revueltas interpretadas por ellos y/o por músicos de su primer círculo. No salgo del gozo de haber escuchado las únicas grabaciones de la versión original de la sinfonía HP en cuatro movimientos o de La Coronela, tocada al piano por Revueltas y Salvador Ochoa, ni del impacto de oír los estrenos mundiales del Prometeo de Chávez, dirigido por él mismo, o de Horas de junio de Revueltas, con el propio Pellicer como recitante.

 

Si pueden llegarse a la Fonoteca, aun a riesgo de que nos caiga un muro encima —ya ven que no les sueltan lana para mantener el recinto ni para contratar y pagarles como se debe a sus trabajadores más valiosos—, cáiganle. La ocasión, será histórica.

 

FOTO: Plácido Domingo acompañado por Eugenia Garza, durante su presentación en Monterrey/ Arena Monterrey

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