Cuatro novelistas mexicanos en Morelia

Oct 28 • destacamos, Miradas, Pantallas • 1042 Views • No hay comentarios en Cuatro novelistas mexicanos en Morelia

 

El Festival Internacional de Cine estrenó obras adaptadas de Juan Pablo Villalobos, Antonio Ortuño, Fernanda Melchor; el autor destaca El águila y el gusano, de Guita Schyfter, basada en la novela de Hugo Hiriart

 

POR MARTÍN SOLARES
Por una coincidencia muy afortunada, durante este Festival Internacional de Cine de Morelia se exhibieron cuatro películas basadas en estupendas novelas mexicanas: No voy a pedirle a nadie que me crea, dirigida por Fernando Frías de La Parra; Recursos humanos, de Jesús Magaña y Temporada de huracanes, de Elisa Miller. Sin duda hay miles de lectores, los que se han ganado a pulso Juan Pablo Villalobos, Antonio Ortuño y Fernanda Melchor que ansían ver si el sentido literario de las novelas de Villalobos, la divertida causticidad de Ortuño hacia su propia generación y la devastadora originalidad de la novela de Melchor encontraron complicidad entre los cineastas.

 

Pero hay una cuarta película basada en una novela de otro autor mexicano que comparece fuera de competencia, al parecer por un detalle técnico. Se trata de El águila y el gusano, la monumental película que hizo Guita Schyfter a partir de la novela de Hugo Hiriart y que junto a los estrenos de las películas de Lucía Puenzo, Yorgos Lanthimos, Wim Wenders, Alexander Payne, Marco Bellocchio, Aki Kaurismäki, Martin Scorsese, Carlos Carrera o Tatiana Huezo, el homenaje a Agnes Varda, o La montaña, de Diego Osorno, nadie debería perderse.

 

El pasado 29 de junio se hizo una exhibición privada en la Ciudad de México, a fin de presentar la película al equipo de productores y actores involucrados, más algunos invitados especiales, por cortesía de la directora. De principio a fin nadie en la sala dejó de carcajearse, y nadie salió sin una sonrisa. El argumento, basado en la novela del mismo título, cuenta con una gracia fuera de lo común las aventuras de un joven periodista en los mundos paralelos de la mafia, la política y el amor.

 

Valdivieso es un político megalomaníaco y muy encumbrado, cuya posición exacta nunca se revela: lo mismo podría ser un ministro de gobernación que el mismísmo Presidente de la República, y que por cierto, habita en una especie de palacio decimonónico de este país. Su hombre de confianza y principal asesor, el único sujeto capaz de decirle las verdades es su protegido, es el joven y bienintencionado Campuzano, un periodista desencantado de su oficio. En el colmo del descaro y el cinismo, y sin respeto alguno por la vida de su protegido, el político le ordena que renuncie y busque trabajo como asesor de imagen de El Epazote, el más sangriento y despiadado criminal de todo el país, y que una vez inmerso en esa organización averigüe el paradero de La Güera Peñaloza, la sensual amante que ambos capos se disputaban, y de la cual no hay noticias desde hace semanas. A disgusto y sin dejar de quejarse de las maneras más cómicas del atroz encargo, Campuzano se interna en un mundo donde el horror cotidiano sería extremo si, gracias al tratamiento inteligente de Guita Schyfter no resultara absurdo e hilarante. Al comprobar que los menores descuidos en el nuevo empleo se pagan con sesiones de tortura administradas por El Epazote en persona, Campuzano intenta renunciar pero para su mala suerte ya no es posible dar un paso atrás: el poderoso Valdivieso sufrió una rotunda crisis espiritual, y está convencido de que escucha la voz de Dios en persona, el cual lo obliga a gobernar por vías tan incuestionables como extravagantes. Por si sus problemas fueran pocos, al descubrirse entre un loco delirante y un asesino con ínfulas empresariales, Campuzano conoce a Calixta, la atractiva dueña de un salón de belleza y spa, la cual pide su ayuda para resolver un misterio urgente, que involucra la desaparición de una pintura extremadamente valiosa, acechada por compradores sin escrúpulos, entre los cuales se cuenta El Epazote. Para su sorpresa, y como sucede en las grandes historias de intriga, Campuzano comprende que para encontrar a La Güera primero tendrá que averiguar dónde se encuentra el famoso cuadro perdido.

 

Las decisiones tan excéntricas como ridículas que el político impone al país aprovechándose de su cargo, así como la personalidad de este poderoso que cada vez se halla más alejado de la realidad representan una de las aportaciones más rutilantes de esta historia, como sucede cuando la habitual elegancia de Hugo Hiriart está a cargo de la trama. Pero ojo: no hay nada más alejado de la propaganda maniquea que esta historia compleja, que podría referirse a políticos de cualquier partido político u orientación en cualquier parte de América Latina. Fiel a la novela de Hiriart, pero sobre todo a su propia línea artística, Schyfter se cuidó muy bien de no inclinar la trama en ese sentido. Entre esta magnífica perla cinematográfica y las películas que hacen claras referencias a la realidad política inmediata hay un abismo de distancia. El águila y el gusano vale por su elegante aportación artística y por el universo singular que nos propone.

 

Lo principal en esta película es el exquisito sabor que logran el humor y la inteligencia cuando cuentan una trama atípica, que se aleja de los cánones predominantes en la industria fílmica nacional. Los personajes no abusan del manido acento chilango, la trama no se centra (aunque no excluye) el sexo como motivación principal, no sucede predominantemente en la Condesa, no tiene entre los actores a los rostros de moda, sino a talentos comprobados de diversos países y más que un puñado de risotadas busca ofrecer un platillo de fácil consumo pero sabor exquisito, que permanece en la mente del espectador. Quienes exigen más al cine contemporáneo, quienes buscan un cine más inventivo y se alejan de las comedias anodinas no pueden perderse El águila y el gusano.

 

Los méritos son muchísimos: el enorme sarcasmo de los diálogos, la originalidad en el diseño de los personajes, la extrema comicidad de muchas de las escenas, desde el hilarante comienzo hasta el final, muy merecido pero impredecible. La dirección de cámara es chispeante: finge estar quieta para de repente cobrar bríos y nerviosismo y seguir a los personajes para mejor enfatizar sus personalidades.

 

Ojalá que el estreno en salas y plataformas no demore mucho, pues el público mexicano merece disfrutar del cine que aborda tabús con inteligencia y arrojo, y que en el nivel artístico ofrece frutos de un valor incuestionable. Desdeñar su exhibición por cualquiera de las formas que puede adoptar la autocensura, en cambio, equivaldría a permitir que dominen los mismos criterios que permitieron el extravío durante años de películas como La sombra del caudillo. El águila y el gusano es una muestra del cine más meritorio, el que en sus temas y en su realización enfrenta todos los riesgos, descubre nuevos temas y personajes dignos de ser contados, y con ello ofrece un sabor exquisito.

 

 

 

FOTO: Por un detalle técnico, El águila y el gusano quedó fuera de la competencia en el Festival de Cine de Morelia. Crédito: Especial

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