Cuerpos que rompen estereotipos: Entrevista con la fotógrafa Patricia Aridjis sobre su exposición “Mujeres de peso”

Jul 9 • Conexiones, destacamos, principales • 6881 Views • No hay comentarios en Cuerpos que rompen estereotipos: Entrevista con la fotógrafa Patricia Aridjis sobre su exposición “Mujeres de peso”

 

La exposición fotográfica Mujeres de peso, en el Centro de la Imagen, es una respuesta a la presión que la sociedad ejerce mayoritariamente sobre las mujeres para alcanzar cánones centrados en la delgadez, y que han traído consigo consecuencias violentas que impactan en la autopercepción de quien no encaja en las medidas de la supuesta “perfección”

 

POR SOFÍA MARAVILLA 
Siento que estoy atrapada en un cuerpo que no es mío”; “una vez en la escuela estaba discutiendo con un chiquillo, entonces de pronto me gritó: ‘¡cerda!’ Me desarmó, no supe qué contestarle”;“si estuvieras flaquita, estarías más bonita”. Son oraciones que configuran la cotidianidad de las protagonistas de Mujeres de peso, exposición de la fotógrafa Patricia Aridjis que actualmente puede visitarse en el Centro de la Imagen, y que tapizan el muro que recibe al espectador que esté dispuesto a enfrentarse a esta reunión de imágenes que responden, desde la valentía y la absoluta generosidad, al imperativo canon de belleza que, en palabras de una de las mujeres retratadas por Aridjis, “sólo está hecho para destruirte, para hacerte sentir que no vales”. Son además testimonio de la violencia que padecen estas mujeres, incluso desde el lenguaje que las designa.

 

Inaugurada el 18 de junio, Mujeres de peso llega también en el marco de los 30 años de trayectoria que cumple Patricia Aridjis, celebrados el pasado abril durante el Festival Internacional de la Imagen —organizado por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo —, donde se presentó la retrospectiva Ojos de mujer volando, y quien ha visto otros de los momentos más representativos de su carrera con la publicación del libro Las horas negras (2007), un ensayo fotográfico sobre las mujeres en reclusión, o más recientemente con la muestra en el Zócalo Arrullo para otros (2019), en el que desvela la realidad de las trabajadoras domésticas, mujeres que habitan hogares con familias que no les pertenecen, y en estratos sociales que distan mucho de aquellos de los que ellas provienen. Así, Mujeres de peso se suma al trabajo documental que Aridjis viene desarrollando desde principios de los años 90, en el que las mujeres en condiciones marginales han sido el núcleo de una extensa obra destacada a nivel internacional, y que ya en 2020 fue reconocida con la Medalla al Mérito Fotográfico, otorgada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Fototeca Nacional.

 

Y aunque en entrevista Patricia Aridjis nos dice que no se considera activista —aunque sí se reconoce como feminista, pues está a favor de la lucha de los derechos de la mujer y de la igualdad—, observar las más de 30 obras que componen Mujeres de peso me hace pensar que el cariño y la fuerza que se desprende de cada una de las imágenes es ya un posicionamiento político por sí mismo, pues Aridjis saca de las sombras a aquellas mujeres que se han visto excluidas por no poseer un cuerpo que encaje en el ideal del “90-60-90”, y quienes tristemente han sido receptoras de juicios peyorativos que engloban la fealdad, el odio y el rechazo de una sociedad esmerada en satanizar las grandes corporeidades.

 

“Ha sido para mí muy conmovedor escuchar la retroalimentación, no solamente de la gente que ha ido a ver la exposición, sino de ellas mismas, las chicas que aparecen en las imágenes, y sus comentarios me han llenado de gozo, de orgullo, de emoción, porque siento que sí puede reflejarse este proceso que se dio de mucha empatía y de mucha cercanía con ellas”, comenta la autora de estos retratos, quien nos permite ver que, frente a la adversidad social, las mujeres de peso han forjado lazos afectivos, redes de apoyo emocional que les ayuda a caminar poco a poco hacia la aceptación de sus cuerpos, y, ¿por qué no?, a concebirse como seres que anhelan amor, ternura, pero también el deseo que despierta la contemplación de su hermosura, exaltada por Aridjis como oda renacentista, o que hacen evocar, como le sucedió a una servidora, ciertos cuerpos voluptuosos retratados por el transgresor Jan Saudek.

 

Entre las piezas que componen esta muestra, se encuentra un video que reúne los audios con los testimonios de mujeres que Aridjis abordó en la calle, acompañados de sus fotografías, entre los que podemos escuchar la voz entrecortada por el llanto de quien se ha visto lastimada por su entorno más próximo, hasta la indignación más orgullosa de una mujer que declara: “Es como luchar contra el sistema”, y en sus vestimentas puede verse la aceptación que tiene de sus curvas; otra más comparte las reflexiones que le surgen desde la crítica que escucha a una de sus parejas sobre su propio cuerpo, y que le hace cuestionarse de manera muy fidedigna y razonable la posible percepción que esa persona amada podría tener de ella: “Si criticaba ese cuerpo que para mí era perfecto, si ese cuerpo que para mí era tan bonito y que para ella era tan asqueroso, entonces, ¿qué pensaba del mío?”.

 

Aunque, finalmente, valdría también rescatar la tranquilidad de una de las chicas, que hace frente a los prejuicios con el estandarte absoluto de saberse mucho más valiosa que la reducción simplista de la mera apariencia al decir “somos almas viviendo un proceso material”, y es verdad, pero, ¿cómo sobrevivir ante una sociedad en la que, al parecer, todo gira en torno a la inmanencia de una carne esbelta?

 

Llevas desarrollando este proyecto desde 2012. ¿Cómo fue que te interesaste por esta temática?

 

Ya venía rondándome la idea de hacer algo sobre esta preponderancia que hay del cuerpo a nivel social. Siento que vivimos en una sociedad donde la imagen tiene un valor preponderante sobre cualquier otro, y está muy enfocado a las mujeres; yo misma lo he vivido —muchos de los proyectos que hago tienen que ver con situaciones que de alguna manera me tocan—. Siento que hay una presión constante hacia esa exigencia de cómo debe ser el cuerpo de la mujer y que todas nos la compramos, en mayor o menor medida, pues todas anhelamos tener un cuerpo que no nos corresponde, o que no podemos alcanzar, o que está en un imaginario social, pero que no tiene nada que ver con nuestra complexión o nuestro fenotipo como mexicanas. De ahí surgió la idea: que si no cumples con esos parámetros de la belleza, entonces te ponen en el anaquel de lo olvidado, de lo invisible, de lo no atractivo, y es muy fuerte.

 

¿Cómo te acercaste a estas mujeres?

 

El proyecto, conforme lo fui desarrollando, fue una especie de árbol con muchas ramificaciones, porque lo enfoqué de diferentes maneras a medida que iba avanzando. Al principio hice algunas fotografías en el sentido más documental, más ortodoxo, y luego, pensando en que si estaba hablando del cuerpo debería hacer fotografías de desnudos, empecé a contactar a algunas chicas que cumplían con estas figuras, y después de una conversación muy larga con cada una de ellas, algunas me permitieron que las fotografiara. Unas sí me dijeron: “Bueno, sí me dejo fotografiar, pero que no salga mi rostro”. Entonces, lo que podía ser un impedimento o una limitante, lo vi como algo muy favorecedor, porque pensé que también el cuerpo nos da una identidad; siempre lo estamos cubriendo por cuestiones morales, sociales o religiosas, pero nos da identidad, y cada curva, cada recoveco en nuestra geografía completa es única, y pensé que sería interesante tomar estas fotografías de mujeres desnudas con el rostro cubierto.

 

Eso me llevó a hacer un desnudo mucho más inspirado en las pinturas clásicas, o en el trabajo de un pintor que me fascina porque le da cierta rudeza a sus imágenes, Lucian Freud, quien tiene una imagen que se llama La gorda, y hay una de las fotografías que de hecho está inspirada en esta pintura, entonces también me di a la tarea de hacer una serie de fotografías mucho más sensuales, estando ellas más relajadas, mostrando sus cuerpos bellos, como son. Incluso hay una foto en la que una de las chicas está desnuda y vestida, como en la referencia de La maja de Goya.

 

Además de conmovedoras, me parece que también son fotografías retadoras.

 

Sí, también esa era la idea con la curaduría y la museografía, yo quise que fueran tamaño uno a uno, que te confrontaran, que vieras esos cuerpos que también son reales y que luego no queremos ver, que incomodan, como alguna de ellas me lo decía: “Yo llego a un lugar y la gente se incomoda porque yo ocupo mucho espacio, porque sienten que yo les quito su lugar”. Hay una gordofobia muy presente y que a veces no queremos reconocer, incluso en nosotras mismas, porque todo el tiempo estamos en esa cuestión de no querer subir de peso.

 

En estos diez años que llevas trabajando este proyecto, ¿has notado un cambio respecto a cómo concebimos la gordogobia o el delgadocentrismo? ¿Ha habido alguna evolución?

 

Creo que hay movimientos importantes, eso me gusta muchísimo. En la fotografía que es un mural, aparecen unas chicas del colectivo Las Gordiamigas, y me encontré con varios grupos de mujeres que son solidarias entre ellas y que hacen una especie de red de apoyo. También en el metro Chabacano encontré una chica que vende ropa talla grande, y ahí también es una especie de red, porque hace una especie de amistad con sus clientas, se ayudan entre ellas, no solamente en la cuestión de la apariencia, sino también en lo emocional y lo psicológico.

 

Ellas me contaban que habían sufrido rechazo de sus parejas, pero también en el ámbito laboral y en la escuela; esos testimonios están reflejados en el video, que es otra de las vertientes de este proyecto, y como todo el tiempo estoy en el tema, me tocaba ver chicas con estos cuerpos y comencé a abordarlas en la calle. Fue un proceso fotográfico que yo no utilizo, porque mis procesos son más bien largos, de crear lazos, de conocer a las personas, y en el caso de las chicas que fotografié en la calle más bien hacía una breve encuesta y a partir de eso les preguntaba si las podía fotografiar ahí mismo, entonces era un lazo mucho más efímero que el que hice con las demás. De ahí surgió el video.

 

¿Ellas no pertenecen al grupo de las chicas que posaron desnudas?

 

Fíjate que sólo una, que me sorprendió por su confianza y generosidad. Al final no apareció en el video, pero a ella la conocí en el Zócalo y a partir de ahí me dio su teléfono y le hice unas fotografías desnuda, pero la mayoría de esas chicas no las volví a ver; caso contrario de las otras chicas, con quienes hice procesos mucho más largos e íntimos, y a partir de ahí son amigas, o entre ellas mismas hicieron lazos importantes.

 

Una de ellas decía que habitar su cuerpo era como ir en contra del sistema. ¿Qué tan común era esta autopercepción de sentirse orgullosa y tranquila?

 

Sí hay quien se ha sentido bien con su cuerpo, pero es un proceso de aceptación de sí mismas en los que también han pasado momentos dolorosos, pero que les han ayudado a reconocerse a sí mismas como bellas; de hecho, una de ellas me dijo en una conversación algo que me encantó: “Tú miraste mi cuerpo de una manera que me gusta, que me hace sentir bien”. El que ella se reconociera hermosa en esas fotografías es algo que a mí me llenó de contento.

 

¿Qué piensas de movimientos como el body positive?

 

Creo que son muy buenos. Hay muchas lecturas del sobrepeso, hay quien dice: “¿Por qué tienes que fomentar el cuerpo obeso cuando es una cuestión de salud?”, pero muchas veces es algo que va más allá de la voluntad, no es una cuestión solamente de salud. Yo creo que los cuerpos con sobrepeso tienen muchas razones detrás de ellos, que no necesariamente son sólo cuestión de hábitos, como muchas de ellas dicen: “No estoy gorda porque coma en exceso y esté todo el día sin hacer nada”, sino que hay cuestiones emotivas, familiares, y también de salud, como una de las chicas que aparecen en el video que tiene un problema de la tiroides.

 

A mí sí me parece que estos movimientos que hay son muy buenos, porque hay que aceptarnos con el cuerpo que tenemos. Nuestro valor no radica solamente en la apariencia; ésta se encuentra sobrevaluada en nuestra sociedad, entonces a mí me parece bien que haya este tipo de movimientos y que la gente se reconozca hermosa, sea en el cuerpo que sea.

 

Una de las preguntas que me surgió cuando veía la exposición, era si las chicas venían de estratos sociales diferentes, y si la violencia que sufría una mujer con sobrepeso cambiaba según su estrato…

 

Creo que se da de diferentes formas la violencia. Hay microviolencias, como: “Estás bonita, pero te verías mejor si estuvieras delgada”, que parece un comentario en buena lid, pero hay detrás una microviolencia. Creo que sí es una violencia que se da en todos los estratos, pero incluso me atrevo a pensar que entre más alto sea el estrato es más alta también la violencia, porque la apariencia es más importante, y yo fotografié a mujeres de diferentes estratos.

 

Escuchándome y escuchándote, quisiera saber si hay palabras correctas para designarnos y designar ciertas condiciones relacionadas con el sobrepeso. Porque uno dice, incluso con cierta ternura, “la gordita”, pero puede resultar violento…

 

Es una buena pregunta. Creo que quizá no habría que reconocerlas con ningún calificativo. Por ejemplo, las chicas que pertenecían a este colectivo (que es de Hermosillo) hablaban entre ellas mismas como las “gordiamigas”, o usaban el “curvas peligrosas”, diferentes calificativos para que ellas mismas lo ocupen en sus colectivos, pero no sabría exactamente cómo decir. Para mí son mujeres de peso.

 

Lo pregunto porque hay ciertas palabras que cobran resignificaciones y buscamos la mejor manera de nombrarnos…

 

Pues ya ves que hay muchos movimientos en muchos sentidos, también ya hay algunas marcas que han querido ser inclusivas y en sus anuncios aparecen chicas de tallas grandes.

 

Aunado a esta reflexión, me viene una idea: que todo cuerpo es explotable si lo toca el capitalismo. Entonces, ¿cómo evitar que este discurso del orgullo de una mujer de peso recaiga en una explotación mercantil?

 

Que busquen otros medios para mostrarse bellas y no sentirse explotadas, como esto, una exposición, o en movimientos más alternativos; también haciendo redes de apoyo.

 

Pasemos al ámbito de tus 30 años de trayectoria. ¿Cómo ha sido recibido tu trabajo en el mundo? Porque siempre has propuesto personajes muy retadores frente a una mirada hegemónica…
Me siento muy satisfecha con todo lo que he logrado. He sido muy privilegiada de haber podido elegir vivir durante 30 años de la fotografía, y me llena de satisfacción, me siento muy contenta de haber encontrado mi camino y seguir en eso.

 

¿Qué has aprendido y qué falta por aprender?

 

Todo el tiempo está uno aprendiendo. Ahora que me he dedicado a dar talleres tengo mucho contacto con jóvenes, y aunque yo dirijo los talleres, me doy cuenta de que también he aprendido mucho de ellos en muchos sentidos. También he aprendido de lo tecnológico, que va a pasos agigantados, y que te quedas varado si no te actualizas en lo profesional, en la manera de mirar, en los retos que el mismo medio te va poniendo y también en los que tú misma te pones. Como decía una vez un alumno: “Yo llego a clase como una cajita vacía y la vengo a llenar”, y así creo que hago todos los días: hay que tener diario la cajita vacía para llenarla de aprendizajes.

 

Actualmente, ¿qué nuevos caminos se van abriendo en tu trabajo?

 

Todo el tiempo estoy con muchas temas en el tintero que quiero fotografiar. Estoy con la idea de hacer un trabajo mucho más personal, más introspectivo, pues casi todos mis trabajos han sido hacia afuera, fotografiar a los otros, a las otras; también en ellos me miro y me fotografío, porque son temas que me inquietan, pero ahora quisiera hacer algo mucho más personal, fotografiarme a mí misma, y aunque justamente he dado muchos talleres de autorretrato, yo no me he hecho tantos. También quisiera explorar más mi entorno familiar, ver qué sale.

 

También está otro trabajo sobre mujeres en duelo, que lo he estado desarrollando, pero siento que todavía hay mucho que explorar por ahí, pues son mujeres que han perdido a sus hijos. Al trabajarlo, me doy cuenta de que cada una de esas historias está tocada por la sociedad en la que vivimos: una chica que a su hijo lo secuestraron y nunca lo encontraron, o está otra mujer que su hijo murió en un asalto, etcétera. Cada una de esas historias tienen que ver con este México nuestro, y quizás esa haya sido la pretensión original, que cada historia es la historia de nuestro país.

 

¿Mujeres de peso se seguirá desarrollando o ya es carpeta cerrada?

 

No me gusta cerrar por completo los proyectos, porque si hay otras posibilidades, ¡claro que las voy a explorar! De hecho, en este tiempo que he estado siguiendo la exposición, encontré unas chicas que dije ¡quiero fotografiarlas! Una era una chica con una falda pequeñita, con sus cabellos rosas; me encantó. La abordé y la invité a la exposición, le dije que me encantaría fotografiarla. La otra chica estaba recorriendo la exposición y también la contacté. Así que si sigue creciendo, ¡bienvenido!

 

En tu exposición hay una belleza retadora frente a una serie de suposiciones sobre lo que una mujer debe ser, pero si le damos la vuelta, ¿qué es la belleza para Patricia Aridjis después de Mujeres de peso?

 

Para mí, la belleza está en quien mira. No está en otro lugar, sino en tus ojos. Y fue algo que yo pude constatar al fotografiar a todas estas mujeres.

 

FOTO: Mujeres de peso se exhibió por primera vez en 2016 en la Galería Mukul Já, en Tabasco/ PATRICIA ARIDJIS/CORTESÍA CENTRO DE LA IMAGEN

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