La variable cultural en el combate al Covid

Dic 26 • destacamos, principales, Reflexiones • 3250 Views • No hay comentarios en La variable cultural en el combate al Covid

/

La estrategia de comunicación del gobierno mexicano para concientizar al pueblo acerca de la letalidad del coronavirus, fue uno de los grandes fracasos del 2020

/

POR CARLOS LARA G.
La tozudez presidencial de no usar cubre bocas, las indignantes imágenes en casetas de cobro a destinos de descanso; las innecesarias bodas que no esperaron al 2021, las imprudentes filas en restaurantes el 10 de mayo; el inadecuado uso del cubre bocas, las irresponsables festividades religiosas y las peligrosas fiestas veraniegas tienen un común denominador que el Dr. López-Gatell no supo ver: la familia; esta poderosa categoría social que pudo haber encarnado la variable cultural en la estrategia de combate a la pandemia. No me refiero aquí a la familia concebida generalmente como “tradicional”, sino a las estructuras familiares, a esa suerte de arraigo compartido y último refugio en la vida de cada persona.

 

Hace un par de años tuve la oportunidad de conocer al mercadólogo Clotaire Rapaille, estuve en una de sus intensas dinámicas de grupo. Clotaire es especialista en arquetipos culturales, creatividad e innovación, ha escrito diversos libros y ensayos a lo largo de su vida en los que analiza y explota el código cultural de determinadas culturas en el desarrollo de bienes y servicios comerciales. En una de sus obras más recientes, El verbo de las culturas, identifica esa marca verbal que suele definir a los habitantes de cada país. A partir de esta identificación sostiene, por ejemplo, que el verbo de la cultura alemana es obedecer; que dentro de su objetivo como cultura esta el orden y la planeación. Asimismo, que el orden, la disciplina, los sistemas, la inteligencia y la búsqueda permanente de la perfección (ingeniería), son parte de su complejo de superioridad. En tanto que el verbo de los italianos es actuar (alardear), el de los estadounidenses hacer y el de los franceses pensar. En efecto, para estos es más importante pensar que hacer. En América Latina el verbo de la cultura colombiana, según Clotaire, es vivir (su música es prueba de ello), en tanto que el de la cultura argentina es ser soberbio (Maradona nos lo recordó). En el caso mexicano identifica tres verbos: sufrir, sobrevivir y aguantar. En ese orden, siendo el último de estos el verbo más representativo de nuestra cultura. Esto explica muchas cosas.

 

Por ello insisto, las autoridades mexicanas debieron considerar otro tipo de variables culturales y no apostar a la capitalización del sufrimiento, la sobrevivencia y el aguante. Por ejemplo, la variable cultural que envuelve a la categoría familia, y no centrar toda posible estrategia y explicación sólo en la medicina, en la biología y en las estadística. Nada les costaba echar mano de la antropología, que es en lo único que históricamente ha resultado medianamente sobresaliente el movimiento gobernante. Pudieron haberse acercado a la valoración cultural de este núcleo social y reconocer esa relación de carácter solemne, origen de una realidad humana que hace posible, desde la unidad familiar, la unión de sus integrantes. ¿Qué para qué? Para diseñar mensajes y campañas en las que el destinatario fuera la familia y no el individuo. El Dr. López-Gatell debía saber que antropológicamente, el individuo es un ser en familia, que es ahí, en este núcleo civilizatorio, donde se consolida su personalidad y las relaciones sociales que le son propias, cuya reciprocidad es inseparable de las personas con que se vincula. Los pronósticos y las estrategias fallaban…

 

Pasaron por alto lo que el sentido de conducta, filiación, afecto y pertenencia da el núcleo familiar a sus integrates. No hubo nadie que explicara a la panda de gobernantes la importancia de las relaciones de filiación y el enorme poder que tienen las familias en México, para diseñar mensajes centrados en la familia: “Quédense en casa”, y hacer una narrativa del porqué. Considerando que tanto en las estructuras familiares como en las familias tradicionales lo “familiar” forma parte de un poderoso código cultural, un código que permite adquirir en sus integrante, sus primeras nociones vinculadas con el entorno social al que pertenecen. Las cifras de muertos se elevaban de forma alarmante…

 

Por el contrario, el Dr. López-Gatell y su equipo, apostaron por un mensaje y una campaña centrada en el individuo. Aquí, me apena decir que la Secretaría de Cultura poco podía hacer, pues al igual que la Secretaría de Salud y el resto del gabinete, tienen prohibido pensar; sólo les es permitido aplaudir. Cultura sólo pudo implementar un programa que en el nombre lleva la efectividad poética y sumarse a los minutos de silencio. Comenzaron a mostrarnos otros datos…

 

El 10 de mayo, ese acto cultural de celebrar a la madre por todo lo alto, sacó a la gente de sus casas a comer, a pasear, o bien, a comprar un presente para esa otra institución mexicana, que hace palidecer al escuálido día del padre. Al gobierno y a sus aplaudidores les indignó la campaña comercial “Este diez de mayo, no chingues a tu madre”. No entendieron que a esas alturas, ya debían elevar el tono del mensaje. No quisieron entender este escandaloso mensaje cultural. Dejaron todo en manos de la ignorancia y las ocurrencias de un presidente desarraigado, que sólo piensa en salir a hacer campaña. En un personaje de dichos y símbolos que no sabe llegar a los hechos. El Dr. López-Gatell renunció a la ciencia; utilizó su bata de alfombra presidencial, diagnosticó de fuerza moral y no de contagio, la tozudez del presidente. Denostó las estadísticas científicas, abrazó las ocurrencias políticas. Rebasamos la cifra de los cien mil muertos…

 

El individuo al que se han dirigido durante la pandemia, al ver las contradicciones de los señores López, se hartó de estar confinado. Es verdad que necesitamos socializar, pero no es menos verdad que el Covid sigue matando gente y debemos ser más precavidos que la panda de gobernantes.

 

Entender la variable cultural de la pandemia, analizarla de la mano de la categoría social de familia, hubiera sido de gran utilidad, entre otras cosas porque la familia abraza también esa enorme capacidad de hacer todo olvidable. Considérese que en el centro de la aspiracionalidad de los mexicanos, estar con aquellos a los que amamos es suficiente. Esto bien valía un sacrificio para volver a estar juntos. Faltó esa narrativa…

Se trataba de convencer a la familia (no al individuo) de permanecer unidos en la medida de lo posible. La familia ha sido el núcleo de la civilización y está llamada a ser el núcleo de la nueva normalidad. Si algo podemos aprender es que la familia, la naturaleza y la salud van de la mano. Es más, aludiéndo a G. K. Chesterton, podríamos decir que quienes están actuando en contra de las medidas (esto es, de las familias), no saben lo que están haciendo, porque no saben lo que están deshaciendo. Así es como llegamos a esta Navidad 2020; como individuos deprimidos, desinformados y hartos del confinamiento. Viendo cómo la ocupación hospitalaria remplaza la ocupación hotelera. Nos sigue valiendo madre…

 

Al cierre del año, vemos a un presidente de los Estados Unidos omnibulado por el verbo de su cultura (hacer); una canciller alemana capitalizando con inteligencia el verbo de su cultura (obediencia), y un tozudo gobierno mexicano recurriendo a la ristra verbal de nuestra cultura: sufrir, sobrevivir y aguantar. El presidente dirá lo que solía decir su coetáneo Jesús reyes Heroles: “Todo lo que resiste apoya”.

 

No entendió que somos un país fundado en el relato familiar. No entendió el poder de una variable cultural en un proceso de prevención y emergencia sanitaria. No entendió que la familia es una institución: la única institución que funciona hoy en el país que gobierna.

 

FOTO: Detalle del monumento a Diego Rivera con cubre bocas, en la Ciudad de México. /AFP

« »