Danza espectral surrealista
ANTONIO ESPINOZA
En el Primer Manifiesto del Surrealismo (1924) Breton escribió: “El surrealismo se apoya en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación descuidadas antes de él, en la omnipotencia del sueño, en el juego desinteresado del pensamiento. Tiende a arruinar definitivamente todos los demás mecanismos psíquicos y a sustituirse a ellos en la resolución de los principales problemas de la vida”. Convencido de que el mundo se puede transformar, Breton exalta en el Manifiesto dos valores: la imaginación y la libertad. Cuestiona el “reino de la lógica” y el “racionalismo absoluto”, para exponer un método de liberación del espíritu a partir de experimentos verbales y prospecciones del inconsciente, con el fin de superar una existencia humana vacía. Asimismo, critica la novela considerándola un ”género menor”, habla de las características de un teatro nuevo y afirma que la poesía no es sólo una expresión literaria sino también una forma de actividad mental que debe extenderse a todos los ámbitos de la vida (“Manifiesto del surrealismo”, en André Breton, Antología (1913-1966), Siglo XXI, 1973, pp. 37-55).
André Breton se rebeló contra el mundo porque éste había renunciado a la libertad mental en nombre de la razón. En un discurso célebre, afirmó su fe revolucionaria: “Transformar el mundo, ha dicho Marx; cambiar la vida, ha dicho Rimbaud: esas dos consignas para nosotros son una misma” (“Discurso ante el Congreso de Escritores por la libertad de la cultura”, en ibidem, pp. 120-126). Si algo puede liberar al ser humano es el poder de la palabra. La transformación revolucionaria de la sociedad inicia con la subversión del lenguaje, el cual: “ha sido dado al hombre para que haga de él un uso surrealista” (“Manifiesto…”, en ibidem, p. 51). El fundamento de la escritura automática es la idea en la identidad entre la palabra y el pensamiento. Hablar y pensar forman una sola operación mental, como lo trató de demostrar Breton en textos como Los campos magnéticos (1919), obra que escribió junto con Philippe Soupault.
Octavio Paz vio muy bien la revolución lingüística bretoniana: “Las ideas de Breton sobre el lenguaje eran de orden mágico. No sólo nunca distinguió entre magia y poesía sino que pensó siempre que esta última era efectivamente una fuerza, una sustancia o energía capaz de cambiar la realidad” (Corriente alterna, Siglo XXI, 1982, p. 55). Si la poesía era un instrumento de transformación revolucionaria, la magia era una presencia cotidiana que provenía de lo más profundo del ser humano: el inconsciente. Es un hecho que la influencia más poderosa que recibió Breton para crear el movimiento surrealista provino de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. En la doctrina psicoanalítica encontró Breton una rica veta para lanzarse a la búsqueda de lo irracional y armar su teoría libertaria.
La “conquista de lo irracional” comenzaba con la revolución literaria, la materialización del lenguaje y el pensamiento a través de la poesía y otras expresiones artísticas. En modo alguno significaba la negación de la realidad. La actividad surrealista tenía como propósito fundamental profundizar en la realidad, penetrar en el mundo sensible para descubrir las verdades esenciales de la vida. Breton definía al surrealismo como la realidad absoluta, una realidad superior que sólo puede revelarse con el arma de la imaginación. Sarane Alexandrian, quien fuera asistente de Breton y uno de los principales historiadores del surrealismo, afirma que el secreto de éste consiste en favorecer la “ósmosis entre lo real y lo imaginario” (André Breton par lui-même, Seuil, 1971, pp. 81 y ss).
Cinco surrealistas espectrales
Bien sabido es que México ocupó un lugar central en el pensamiento surrealista. Durante su viaje a México, en 1938, Breton declaró ante Rafael Heliodoro Valle: “México tiende a ser el país surrealista por excelencia” (El Universal, 29 de junio de 1938). No fueron pocos los integrantes del movimiento bretoniano que, siguiendo la idea de su padre espiritual, encontraron aquí una tierra fértil en su búsqueda de lo irracional. Fascinados con las civilizaciones prehispánicas y el fenómeno de la Revolución Mexicana, varios surrealistas visitaron México o se establecieron en él, creando vínculos culturales peculiares con nuestro país, estudiados acuciosamente por la historiadora del arte Lourdes Andrade (Para la desorientación general. Trece ensayos sobre México y el surrealismo, Aldus, 1996).
La corriente surrealista se introdujo en México con la llegada de artistas extranjeros ligados al movimiento, quienes huían de la Europa en guerra. Sin duda, la llegada a nuestro país de creadores como Leonora Carrington, José y Katy Horna, Wolfgang Paalen, Alice Rahon y Remedios Varo, abrió nuevos caminos a la plástica mexicana. De ahí la relevancia de la exposición: La danza de los espectros, que actualmente se presenta en el Museo de Arte Moderno, después de presentarse en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Curada por Gonzalo Ortega, la exposición incluye obra de cinco de los autores mencionados (no está representada Katy), quienes desarrollaron trayectorias independientes, sin preocuparse mucho por lograr fama y reconocimiento. Termino confesando, ante tantas obras “irracionales”, mi absoluta devoción por: La cuna (1945), maravilloso objeto surrealista realizado por Leonora Carrington y José Horna, un pequeño velero de madera con imágenes de seres fantásticos que descansa sobre dos cilindros apoyados, a su vez, en un soporte cóncavo visualmente inestable.
*Fotografía: “La cuna” (1945), de Leonora Carrington y José Horna.
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