Mercadotecnia y divulgación

May 31 • Lecturas, Miradas • 4909 Views • No hay comentarios en Mercadotecnia y divulgación

 

JAVIER MUNGUÍA

 

El título de la nueva novela de Jorge Volpi no alude solo al fraude de altos vuelos que su narrador y protagonista comete en contra de cien inversionistas, sino al engaño que el propio Volpi propone de entrada a sus lectores: su libro no es una novela sino unas memorias que no escribió él, Jorge Volpi, narrador y ensayista mexicano nacido en 1968, sino un tal J. Volpi (1953), célebre inversor y mecenas de la ópera, oriundo de Nueva York y prófugo de la justicia desde 2008, acusado de un desfalco millonario.

 

Vemos el nombre del personaje en la portada del libro; su biografía y una elusiva foto, en la solapa; el resumen de su delito, en la contratapa. Leemos que la obra ha sido traducida del inglés por un tal Gustavo Izquierdo e incluso se nos ofrecen fragmentos de las buenas críticas que el texto habría tenido entre sus lectores estadounidenses. Un agente literario, A. W., cuyas iniciales harían referencia al agente real Andrew Wylie, nos explica en una nota introductoria cómo llegó hasta el manuscrito y cómo se decidió a publicarlo. Solo en la página legal, en letras pequeñas, se nos confiesa al fin que lo que leemos es una ficción.

 

En declaraciones al diario El País, Jorge Volpi dijo haber buscado en esta su nueva novela que el narrador “fuera un engaño para el lector”. ¿Lo ha conseguido, al grado de justificar la doble connotación de su título? A decir verdad, no. Haría falta un lector muy cándido o muy desinformado para leer Memorial del engaño como la autobiografía de un defraudador.

 

Se me podrá objetar que no es ese el propósito de la estrategia, sino simplemente involucrar al lector en un juego literario. El propio Volpi ha invocado en la entrevista mencionada a Cervantes y la atribución apócrifa de la autoría del Quijote a Cide Hamete Benengeli; ha hablado también de Coetzee y la autoficción que ensaya en Verano.

 

También podría haber citado los casos de Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez; La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa; Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez; y Soldados de Salamina, de Javier Cercas. En estas cuatro notables novelas contemporáneas, los narradores comparten tantos rasgos con sus respectivos autores (incluso el nombre propio en dos o tres casos) que pueden llegar a confundirse con ellos. El juego funciona porque la estrategia nos permite atestiguar dentro de las propias novelas las tribulaciones creativas de sus autores proyectadas en sus álter egos o darnos un nivel de verosimilitud mayor al inocularnos la ilusión de que quien narra es quien escribe, de modo que lo narrado parece alcanzar el estatus de testimonio sin serlo.

 

No es el caso de Memorial del engaño. Si se intenta engañar al lector, se falla. Si se quiere proponer un juego, este resulta muy obvio y sin mayores implicaciones que su propio exhibicionismo: la homonimia entre autor y narrador no tiene incidencia alguna en lo narrado.

 

Contra lo que podría pensarse a simple vista, la estrategia de Volpi no es atrevida, sino tímida e interesada. Tímida, porque no se permite la audacia de atribuir el libro a un autor de nombre inventado por miedo a perder audiencia. Interesada, porque ¿qué mejor idea para crear expectativa entre los lectores del escritor Volpi sin tomar ningún riesgo que inventarle una nueva identidad que incluya otra edad, otro oficio y otra nacionalidad?

 

Es en este punto que el recurso de falsa atribución de autoría en esta novela adquiere plena significación como estrategia mercadotécnica. No sorprende, pues, que en fechas recientes Volpi haya dado una entrevista con la voz y el rostro distorsionados, instalado en la identidad de su narrador. ¿Se puede complacer mejor a los mercadólogos que ofreciéndoles una novela que se vende sola, que trae incluida su propia y eficaz estrategia publicitaria?

 

Para colmo de la felicidad de sus promotores, Memorial del engaño es una de esas novelas que exhiben un marcado afán didáctico. No se trata de soslayar aquí la legítima función pedagógica de la literatura, siempre y cuando esta no renuncie a su dimensión artística y se convierta en mera divulgación, tarea necesaria que ya cumplen libros de otra naturaleza. Para explicar cómo opera esto en el libro de Volpi, resulta pertinente describir un poco su argumento y estructura.

 

En sus memorias, el defraudador J. Volpi no solo narra su niñez, su ascenso en los círculos financieros estadounidenses, su posterior caída y la relación con sus esposas, sus amantes, sus hijos: también los amores de sus padres, la labor de su padre en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y la acusación que pesó sobre su progenitor de ser un espía comunista. Todas estas historias no se narran de manera lineal sino fragmentada, a retazos que finalmente el lector reorganiza para tener completo el cuadro.

 

No nos detengamos en la terrible afectación que resulta el imponer a la novela una estructura de ópera de manera superficial, en la nula significación de que las tres partes del libro se nombren como “actos”, los capítulos como “escenas” y los fragmentos como “aria”, “recitativo”, dúo”, “coro”. No reparemos siquiera en lo inverosímil que resulta que un hombre con escasa formación literaria como J. Volpi haya escrito un libro de estructura compleja como Memorial del engaño (“el mundo de las letras nunca me ha interesado especialmente”, ha dicho el autor interpretando a su personaje homónimo).

 

Atendamos más bien al cambio que va operando en la novela conforme uno va venciendo sus a menudo vagarosas páginas. Si en un principio importan los personajes y el enigma sobre las verdaderas motivaciones del padre,  después lo que se impone es la información detallada que el autor desea compartir sobre dos hechos cruciales en la historia del capitalismo estadounidense: los acuerdos de Breton Woods, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, de los cuales surgió la superpotencia conocida hoy, y la crisis financiera de 2008. Si tal información puede consultarse de manera accesible en Wikipedia y otros portales (las fotos de los distintos personajes reales implicados que incluye el libro, por cierto, son las mismas que muestra Wikipedia en sus notas), ¿para qué recurrir a una novela con el fin de divulgarlos de nuevo?

 

Por último, señalar que el análisis ideológico de Volpi no resulta muy agudo. Difícil no estar de acuerdo con su crítica feroz de un sistema capitalista que, amparado en la nula o escasa intervención del Estado en la economía, ha permitido que infamias como la que cuenta sean posibles. De eso a que sea válido deducir que las ideas de pensadores liberales conducen a la amoralidad y a la rapiña, como le ocurre a su personaje, hay un trecho grande. En unos párrafos apurados y poco convincentes, Volpi enlista las obras de pensamiento liberal que lee su protagonista y sugiere que ahí se fraguó su designio apremiante de enriquecerse lo antes posible sin escrúpulo alguno, como si el ansia de dinero a costa de lo que sea tuviera ideología.

 

Jorge Volpi, Memorial del engaño, México, Alfaguara, 2013, 430 pp.

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