Jornada de danza solidaria
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La función Nuestra lucha es por la vida, declaración contra la violencia y la impunidad, reunió propuestas modernas y contemporáneas con una visión política de la danza
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POR JUAN HERNÁNDEZ
Fuera de los espacios convencionales e institucionales de la danza de concierto, algunos miembros del arte coreográfico ofrecen su trabajo a un público lego pero receptivo a las propuestas que tocan asuntos relacionados con temas que les afectan e importan.
La afluencia de público para la danza, cuando ocurre fuera de los espacios institucionales, es un indicador de la desvinculación entre las propuestas realizadas por los programadores oficiales y la sociedad, al mismo tiempo que pone de manifiesto el interés de los espectadores cuando la convocatoria es independiente.
En la función Nuestra lucha es por la vida, realizada en el Auditorio del Sindicato Mexicano de Electricistas, en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México, el 19 de enero, alrededor de 250 personas acudieron a disfrutar de un programa que ofreció repertorio de ballet clásico, pasó por la danza moderna nacionalista y la expresión contemporánea combativa, hasta la más exquisita.
Mari Carmen Victoria y Esteban Arias interpretaron un pas de deux de El cascanueces y luego se adentraron en un discurso más actual con Somebody, con música de Depeche Mode, creación de ellos mismos, para incentivar el apetito.
Por otro lado, la bailarina Paulina Segura interpretó Oh, melancolía, con música de Silvio Rodríguez y coreografía de Gloria Contreras. Una danza que además de exigir dominio del cuerpo en relación con la técnica dancística, se asienta en la capacidad de la intérprete para trasmitir emociones.
No podía faltar la presencia de la Compañía Barro Rojo Arte Escénico, con dos coreografías: Niña de tus ojos, de Francisco Illescas y Miguel Gamero, música de Ludovico Einaudí, Carlos Gardel, Zoé Keating, y la interpretación de Laura Rocha. Una pieza sobre la ausencia y la nostalgia, con elementos teatrales y el uso de elementos escenográficos para dar sentido a la escena. Rocha, quien es directora de la agrupación, en plena madurez consigue una interpretación que abreva de la experiencia para adueñarse de la escena.
Laura Rocha y Miguel Gamero presentaron, luego, la que quizá haya sido la coreografía más aplaudida y sentida por el público: Y no hay modo (no hay forma de decirlo), una pieza sobre las desapariciones forzadas y el peregrinar heroico de las madres que buscan a sus hijos: vivos o muertos. Una pieza política en la época actual, con una estructura sólida, para tejer en unidad los recursos dancísticos, la palabra y el teatro.
La coreografía de Rocha, Gamero e Illescas es un manifiesto, una declaración, desde la danza, en contra de la violencia, la impunidad y la indiferencia. Apela desde la interpretación dancística a una toma de conciencia y de posicionamiento sobre uno de los flagelos dolorosos que daña el tejido social, en la realidad inmediata. El dueto mezcla experiencia, virtuosismo interpretativo, uso de recursos para vestir y dar sentido a la estructura coreográfica. El espacio es otra vez un lugar para la reflexión profunda en relación con un tema que es de importancia pública. Barro Rojo Arte Escénico —fiel a su tradición como una de las compañías más combativas del arte coreográfico mexicano— representa la pertinencia del discurso dancístico al tomar en sus manos un asunto que lastima.
Antes el bailarín Héctor León había ofrecido ya una obra de su autoría e interpretación: Caminante, con música de Los Ángeles Negros, en la que se adentra en la vena popular y la combina con una interpretación que echa mano de sus dotes técnicas.
Argelia Guerrero, por su parte, baila la obra Mujer. Se va la vida, compañera, de su autoría, con música de León Chávez Teixeiro, arreglo de Josué Vergara, en una apuesta artística disidente, espontánea y con un discurso aguerrido. La interpretación de Guerrero se abraza a la canción y el ritmo del compositor mexicano ligado a las luchas sociales y alguna vez miembro de la Liga de Músicos y Artistas Revolucionarios.
La función continuó con la interpretación de Zapata, de Guillermo Arriaga, una obra cumbre del nacionalismo, la música Tierra de temporal de José Pablo Moncayo, escenografía y vestuario de Miguel Covarrubias, y la interpretación de Mari Carmen Victoria y Germán Pizano. Una obra simbólica sobre la lucha agraria, la libertad de los oprimidos y el apego a la tierra como un derecho natural de todos los seres humanos.
El programa culminó con la presentación de Sorellanza, de Bárbara Alvarado, interpretada por la coreógrafa Carolina Ureta. Una pieza en la que se experimenta con la variedad ecléctica de la música y el uso del cuerpo como un espacio de atmósferas simbólicas. La danza se desarrolla sobre un piso plateado luminoso que proyecta luz y una fila de veladoras que proponen el sentido ritual de la escena.
La jornada dancística Nuestra lucha es por la vida reunió a público y artistas en solidaridad con las luchas indígenas y campesinas. Disfrutable y celebrada con sinceridad por los espectadores.
FOTO: Nuestra lucha es por la vida, programa coreográfico, en el que participaron los bailarines Mari Carmen Victoria, Esteban Arias, Paulina Segura, Héctor León, Argelia Guerrero, Miguel Pizano, Bárbara Alvarado, Carolina Ureta, y de la Compañía Barro Rojo Arte Escénico: Laura Rocha y Miguel Gamero, se llevó cabo en el Auditorio del Sindicato Mexicano de Electricistas, el 19 de enero. /Emilio Sabin/Cortesía Barro Rojo Arte Escénico.
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