David Carrillo: un artista centenario

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David Carrillo fue uno de los grandes exponentes de la caricatura mexicana que hizo del dibujo su vehículo de expresión. Hoy lo recordamos a cien años de su natalicio

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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Historiador. Premio Nacional de Periodismo 2019; Twitter: @agusanch

Villaldama es una pequeña ciudad al norte de Nuevo León. Fue fundada a finales de siglo XVII al descubrirse algunas minas. En esa población aislada y lejana de las grandes urbes nació, el 29 de octubre de 1920, uno de los caricaturistas más importantes de este país: David Carrillo González.

 

Con buena estrella desde niño, tuvo la suerte de ser sobrino del muralista regiomontano Crescenciano Garza Rivera, otro gran personaje a quien la historia de la pintura y el muralismo (y sobre todo de Nuevo León) le debe un homenaje, pues es autor de importantes obras tanto en Monterrey, como en la Ciudad de México; fue un ilustrador que, también, colaboró en los primeros años de El Gran Diario de México.

 

El tío Chano, como le llamaba, fue una estrella importante en su vida pues al reconocer el talento nato que mostraba el niño David, no sólo lo estimuló, también fue un apoyo fundamental para que se marchara a la Ciudad de México a estudiar, becado, a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Academia de San Carlos), donde cursó pintura, dibujo y anatomía.

 

Pocos caricaturistas han tenido una formación académica en artes plásticas, como lo tuvo David, quien fue un gran maestro del dibujo; sus trazos quedaron plasmados en decenas de cuadernos que la familia debe tener resguardados, pues es sabido que sus manos construyeron un mundo maravilloso a través del arte.

 

Sin embargo, Carrillo optó por la caricatura, por el humor gráfico y no sólo nunca se arrepintió, sino que, llegó a decir, al ser distinguido con el Premio Nacional de Periodismo, que organiza el Club de Periodistas de México, “si volviera a nacer, sería otra vez caricaturista”.

 

Tenía 19 años cuando dio un campanazo. Revista de Revistas era una de las grandes publicaciones de este país; sus portadas solían ser realizadas por Ernesto García Cabral, Ángel Zamarripa (a) Facha u otros grandes artistas. En 1939, David Carrillo realizó, para la portada del semanario, un rostro de tres cuartos de perfil, mordaz y terrible, pero no menos hermoso, como obra de arte: José Stalin.

Stalin. Primera publicación 1939 David Carrillo.

 

A pesar de los pocos espacios existentes en la prensa, debido a la censura de esos años, y no obstante la calidad de muchos autores ya consolidados, como el mismo Cabral, Audiffred, Facha, y muchos más, David Carrillo supo enfrentar el reto de ocupar un lugar en la caricatura.

 

Tal vez debido a la compleja competencia existente, se refugió en espacios dedicados a la farándula como Diversiones o en Melodías musicales, donde destacan sus trazos plasmados con tinta y una singular maestría.

 

En Melodías musicales tuvo un espacio singular y logró ejercitar diversas expresiones de humorismo gráfico, desde el retrato, pasando por la caricatura, ilustraciones en lápiz y carboncillo que daban un toque parecido al grabado en linóleo, hasta pequeñas historietas ilustrando grandes éxitos musicales que estaban en boga, como la canción “Cien años”, del maestro Rubén Fuentes.

 

Por esos años, también, ilustró diversos carteles de cine de su época de oro, un hecho poco conocido y que valdría la pena recuperar. Se sabe que hubo en México grandes autores, desde los exiliados Josep Renau, Juanino Renau, Ernesto Guasp y Francisco Rivero Gil, al lado de Ernesto García Cabral, Miguel Covarrubias, Antonio Arias Bernal o Andrés Audiffred, entre los mexicanos.
Muy joven, David hizo diversos carteles de películas como La hija del panadero, de Joselito Rodríguez, o La virgen que forjó una patria, de Julio Bracho, cuando apenas tenía 22 años.

 

También realizó carteles de teatro para Palillo quien fue un personaje que le apoyó mucho en esos años cuando el joven Carrillo buscaba la manera de dedicarse al arte, por entero, y vivir de su talento.

 

En 1992 le contó a Rogelio Agrasánchez cómo realizaba esos trabajos: “(el editor) utilizaba el sistema process de aquel tiempo, con tintas planas. Yo le hacía los dibujos en pequeño, sobre papel Ross –que sigo aún utilizando para la caricatura y que tiene superficie rugosa–, con lápiz graso. Castillo los proyectaba con un aparato al tamaño real en que planeaba imprimir el cartel. Podía meter hasta dos colores, pero para eso tenía que hacer dos tiros. Una vez proyectado el dibujo, Castillo lo calcaba sobre un cristal. Luego, ya con la imagen copiada sobre el cristal, colocaba una tela sobre éste y volvía a calcar el dibujo en el textil, usando un lápiz graso. Después tapaba los espacios que debían quedar en blanco; los cubría con cola o no sé qué; era un sistema que él había desarrollado”.

 

Aunque en ese tiempo todos los caricaturistas querían ser como el Chango Cabral, quien incluso los estimulaba diciéndoles “copia mi trabajo”, David Carrillo venía de una influencia familiar, el Tío Chano, sin embargo, nunca dejó de reconocer a estos dos grandes artistas y el impacto que tuvieron en su vida y arte.

 

Su obra se caracteriza por un trazo clásico. Construyó su propio universo, con un estilo propio, sus trazos adquirieron una personalidad y su manera de hacer caricatura tuvo su propio nombre. Alejado de la tendencia que encabezó su paisano Abel Quezada, que con trazos “sencillos” y mucho texto mostraba su mundo, generó una suerte de cauda de jóvenes que quería dibujar como él; en cambio, Carrillo, siguió una línea personal, usando el lápiz graso, la acuarela y tinta; su presencia comenzó a destacar en innumerables medios, como Zócalo, AB o Novedades.

 

A la par que su presencia en la prensa nacional, colaboró en revistas como Don Fufurufu, Muñecos, La Vida en Broma, Nosotros, Mañana y Opinión, entre otras.

 

En El Universal brillaba casi desde su origen el gran maestro Andrés Audiffred, que tuvo una permanencia de varias décadas. Al morir, llegó a esas páginas el “Brigadier”, Antonio Arias Bernal, quien lamentablemente sólo se mantuvo poco tiempo, pues también falleció. Entonces, Carrillo heredó el espacio de estos gigantes. Durante dos décadas su presencia formó parte de la memoria de este diario centenario. En los años setenta pasó a El Sol de México.

 

En un homenaje hay que destacar dos logros más: su lucha por la reivindicación de los derechos autorales, que lo llevo a conformar, con otros colegas, la Sociedad Mexicana de Caricaturistas, que dirigió durante muchos años, y el importante papel que jugó al resguardar la memoria histórica de la caricatura, cuando a nadie le importaba (de hecho sigue sin importar).

 

David empezó a solicitar obras a sus colegas para hacer una retrospectiva, que al final no se realizó, pero que fue la base de lo que sería parte fundamental del acervo del Museo de la Caricatura de la Ciudad de México.

 

Realizó innumerables exposiciones en diversos recintos, pero una de las más importantes fue la muestra Recordar es David, en el Museo de Historia Mexicana de Monterrey, cuya importancia radica en que fue reconocido en su estado natal, en uno de los museos más importantes de nuestro país. (Es una pena, y una vergüenza, que en Villaldama, su pueblo natal, jamás le brindaran un mínimo homenaje).

 

Murió hace apenas cinco años, en 2015.  Tenía una juvenil fortaleza de 95 años y una satisfacción enorme por haber trascendido en el mundo de la caricatura y del arte.

 

FOTO: David Carrillo por Helioflores. Colección

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