De instrumentos nobles: novedades musicales
Jorge Martínez Ríos , Sophie Dervaux y Ben Goldscheider enaltecen el protagonismo de los instrumentos que suelen relegarse al mero acompañamiento
POR IVÁN MARTÍNEZ
Buscaba un adjetivo que valiera para los instrumentos a los que me refiero hoy. Y pensé en su nobleza, en la generosidad de su sonido, pero también en las cualidades que pensamos cuando de su trabajo regular se trata: ofrecen color, apoyan armonías, brindan texturas, pero casi nunca son protagonistas. Casi siempre sirven a otros, desinteresadamente, sin ocupar el lugar de honor, de reconocimiento estelar. A menos que sean elevados a ese puesto por instrumentistas y partituras como estas que llamaron mi atención el último mes.
Me refiero principalmente al más reciente álbum de la fagotista Sophie Dervaux (1991), quien se ha convertido pronto en la estrella de este instrumento al haber sido primero contrafagotista de la Orquesta Filarmónica de Berlín y, desde 2015, atrilista principal de la Filarmónica de Viena. Apenas el año pasado había lanzado su álbum debut como solista, con un programa francés titulado impressions (música original y transcripciones con piano de Saint-Saëns, Hahn, Ravel, Fauré, Debussy), que ganó varios premios, y el mes pasado vio la luz éste que simplemente se presenta como Mozart-Hummel-Vanhal (Berlin Classics, 2022), al hacer referencia a los tres conciertos para fagot y orquesta de los que se encarga.
Aquí, Dervaux es acompañada por la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo y ella misma dirige desde el atril solista. Mozart, Johann Nepomuk Hummel y Johann Baptist Vanhal son, de alguna forma, los pilares del repertorio tradicional del instrumento, ése que siguió al barroco y que configura su canon clásico antes del modernismo francés del siglo XX, y son, probablemente, los más difíciles de su literatura, ya sea artística (Mozart), técnicamente (Hummel) o ambas (Vanhal), lo que convierte al disco ya en una referencia para las nuevas generaciones.
Nobleza puede ser también el adjetivo que distinga su versión del Concierto K. 191 de Mozart: a diferencia de grabaciones anteriores y clásicas donde desde la ingeniería de audio se privilegiaba el lugar que debía ocupar el solista (o el sonido de él, que debía ser grande, pastoso, identificable con el abuelo de Pedro y el lobo), aquí no se trabaja artificialmente (el sonido de Dervaux no es uno particularmente grande). Con ello queda su lugar siempre al lado de la orquesta que le acompaña y no por enfrente, evidenciando una filosofía donde no se insiste en el virtuosismo de la rapidez de sus dedos o su articulación o su presencia omnipotente, sino en la musicalidad de esos pasajes. Podría parecer incluso que sus tempi son más lentos de lo conocido, pero al final la ejecución es transparente, bondadosa, pero muy ligera.
No recuerdo haber escuchado el Gran Concierto de Hummel en México, así que es una oportunidad de conocerlo a detalle. La obra es típica de ese paso entre el clasicismo y el romanticismo que tan bien se identifica con el compositor, es de mayores dimensiones y pretensiones que el propio de Mozart, con una instrumentación mayor y con materiales que alcanzan facetas casi operísticas, que Dervaux toca con el lirismo y la amplitud melódica de los mejores cantantes. La plenitud que alcanza al dirigir ella misma la orquesta es igualmente notable, lográndose escuchar ya como un eco que se acerca, al más identificable Beethoven.
En sus materiales es más integral también que Vanhal, cuya orquestación es más clásica, pero que tiene su importancia en otro sentido. Como compositor de la escuela de Mannheim, son estas obras más técnicas que artísticas donde los instrumentos (y los instrumentistas) de viento vieron reales posibilidades de aparecer como solistas. Para cuestión de esta grabación, es de destacar, finalmente, que la mayor dificultad del Concierto en Do es precisamente hacer pasar sus páginas técnicas de una sonoridad que remitiera al ejercicio de dedos a una sonoridad amplia puesta en música, que les diera significado artístico a esos pasajes. Y que Dervaux resuelve sin ningún apuro.
Apareció también Estampas de México (Rycy, 2022), álbum del violista mexicano Jorge Martínez Ríos. Camerista conocido por la premiada trayectoria con el Cuarteto La Catrina, ofrece aquí un programa fino centrado en las que probablemente sean las tres obras más atractivas que para la viola se han escrito en nuestro país, en el que seguro es su mejor registro sonoro a la fecha: la Sonata a dúo de Ponce con violín (acompañado por Francisco Fullana), la Sonata de Moncayo y la Canción en el puerto de Gutiérrez-Heras, éstas con piano, que aderezó inteligentemente con una muy suculenta versión para dos violas y piano de la Estrellita de Ponce (el otro violista es Ramón Carrero) y la hermosa pieza Azules, con piano, de Eduardo Gamboa. Sonoridad honda y una paleta de colores maravillosa son dos cualidades de la viola de este instrumentista, pero es su combinación con la profundidad del pianismo de Alejandro Barrañón lo que hace este álbum un imprescindible del repertorio mexicano desde sus primeras notas.
El tercer estreno discográfico es la nueva aportación del cornista inglés Ben Goldscheider: Arnold, Schönberger & Gipps Horn Conciertos (Willowhayne Records, 2021). Goldscheider es, al igual que Dervaux, la cara joven y estelar de su instrumento. Ya antes había ofrecido diferentes programas con piano, con repertorio más tradicional y en éste, ofrece tres obras poco tocadas y grabadas (el de Schönberger es de 2019) de autores británicos. No hay razón para que los de Arnold (Segundo, op. 58) y Gipps no se conocieran y no la hay para que el de Schönberger no entre al canon, aunque ciertamente es más largo de lo necesario. Todos son emocionantes y ofrecen posibilidades para lucimiento técnico y musical del solista, lo que este instrumentista lleva a cabo con creces: su sonido es amplio y su paleta de recursos rica en colores y con posibilidades de canto amplio. Una buena razón para conocerlo a él y salir del repertorio clásico tradicional de corno.
FOTO: Portada del álbum Mozart-Hummel-Vanhal , de Sophie Dervaux, producido por Berlin Classics en 2022/ Especial
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