Diez días en el paraíso
El Festival Paax se consolida como una de las propuestas más importantes en el país
POR LÁZARO AZAR
Por segundo año consecutivo, Alondra de la Parra ha puesto su pica en Flandes. El reto ha sido mayor, y no precisamente por doblar el número de días del Festival Paax GNP que exitosamente dirige, sino por el desafío que implica consolidar una propuesta tan atractiva y ambiciosa.
De entrada, este año propuso una nueva configuración en la orquesta con que realizaría la gala de ballet y los cinco conciertos sinfónicos programados. A diferencia del año pasado, que contó con la Orquesta Sinfónica de Minería para completar la plantilla de sus atrilistas “imposibles” –esas primeras figuras provenientes de las orquestas más importantes del mundo-, ahora De la Parra convocó a jóvenes recién egresados de los conservatorios más prestigiados quienes, bajo la figura de becarios, además recibieron las enseñanzas de Aleksey Igudesman.
El resultado, impecable y enriquecedor, se sumó a los logros académicos del programa Armonía Social que echó a andar el año pasado con 20 niños provenientes de Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Este 2023, el programa reúne a cerca de 80 niños y jovencitos a cual más talentosos y la meta es llegar a 150.
Para esta edición, realizada del 29 de junio al 8 de julio en el Hotel Xcaret Arte, el Festival Paax GNP incorporó dos novedades en su programación: cuatro conciertos de cámara y la participación de un artista plástico en residencia, Maximilian Magnus, quien pintó algunos cuadros durante los conciertos sinfónicos, en los cuales Alondra equilibró la audición de obras del repertorio tradicional con otras de muy reciente factura, tal y como ocurrió desde el concierto inaugural, en el que pudimos conocer The Journey, el triple concierto escrito por el legendario Paquito D’Rivera para clarinete, violonchelo y erhu. Concebido para ser tocado por su autor y Yo-yo Ma, aquí lo disfrutamos con el propio Paquito, Andy Lin en el erhu y Rolando Fernández, nuestro chelista con mayor proyección internacional en la actualidad. Qué tan bueno será Rolandito, que Alondra se ha propuesto ayudarlo a conseguir un instrumento a la altura de su talento. ¿Quién se apunta a sumar su donativo para esta campaña?
Ese día, la velada concluyó con una suntuosa interpretación de la Scheherezada de Rimsky-Korsakov que nos reconcilió con la obra, tras el desastre padecido cuando Constantine Orbelian pretendió abordarla con la OFUNAM y, al día siguiente, escuchamos a otra chelista de excepción: Sophie Kauer, famosa por aparecer en la película Tár. Su interpretación del Primer Concierto de Saint-Saëns borró cualquier ambigüedad que le precediera y Alondra dirigió una Segunda Sinfonía de Brahms plena de delicadeza y madurez que preludió la velada a cargo del bandoneonista Omar Massa, reconocido como uno de los más notables exponentes del Tango Nuevo.
Del sábado 1° me quedo con el recuerdo del fabuloso ensamble de metales que se conjuntó para el primer concierto de cámara. Ante el delirio del público, correspondieron bisando el último inciso de la suite María de Buenos Aires, de Piazzolla. Esa noche, por irnos a La casa de la playa —“el hotel de al lado”— a probar las delicias que prepara Martha Ortiz en su restaurante Tuch de luna, nos perdimos el Darkside encomendado a Chula the clown porque, también hay que decirlo, si hay algo tentador además de la música durante este festival, es su atractiva propuesta gastronómica.
Y así como la vida no alcanza para verlo todo, también soy consciente de que no hay espacio suficiente para pormenorizar todas las experiencias que brinda el festival. Me limitaré a lo que, para mí, resultó destacado.
Se habla mucho de los extraordinarios atrilistas que conforman la Orquesta Imposible del Festival. Lo mismo podríamos decir de la cuidadosa selección de bailarines que Christopher Wheeldon, el multipremiado y codiciadísimo coreógrafo en residencia invitó a participar en la Gala que presenciamos el domingo 2: entre otros bailarines consagrados vimos a Robert Fairchild, Amanda Assucena, Jovani Furlan y nuestra fabulosa Anais Bueno, pero, quien catapultó al público de sus asientos con su interpretación de Palladio de Karl Jenkins –coreografiado por Craig Davidson-, fue Fabrizzio Ulloa. Grábense su nombre. A sus 16 años, este joven estudiante de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, es el primer mexicano en obtener el primer lugar del Prix de Lausanne.
De los programas de música de cámara, atesoraré también las interpretaciones que escuchamos del Sexteto —¡qué lujo de cornos!— y el Septeto de Beethoven, ahora que, de los programas sinfónicos, el que me resultó más atractivo fue el presentado el martes 4 bajo el título de Tango, Milonga y Malambo. Inició con las Tres danzas brasileiras de Mozart Camargo Guarnieri y cerró con la suite del ballet Estancia, de Ginastera. Enmarcando el intermedio, De la Parra programó dos de los conciertos más novedosos del festival: el titulado Buenos Aires-Berlín, para bandoneón y orquesta de cámara, de Omar Massa, e Islas Concertantes, que es como Yamandú Costa bautizó su concierto para guitarra de siete cuerdas y orquesta. Ambos constan de tres movimientos y poder oírlos interpretados por sus autores es uno de esos privilegios que solamente ocurren en Paax.
Tal y como el que me ocurrió durante la Paax Talk que sostuve con Massa y Alexis Cárdenas, quienes, para ilustrarnos sobre las sonoridades de sus instrumentos, tocaron Volver, el célebre tango de Gardel. Qué dicha ha sido aquilatar el extraordinario virtuosismo de Cárdenas, uno de los artistas más activos del festival: lo mismo fungió como concertino, que sostuvo un “duelo” con Yamandú Costa durante el concierto de las seis, le vimos participar en varios Darksides y nos arrebató con su fogosa interpretación de Tzigane de Ravel durante la clausura.
La versatilidad y soltura con que Cárdenas transita de la música académica al jazz y la improvisación son apabullantes, y quien también hizo alarde de ello fue Thomas Enhco, otro artista para el que cualquier adjetivación superlativa resulta insuficiente y quien fue también “ajonjolí de todos los moles”. De sus presentaciones, me quedo con dos momentos que lo retratan en toda su magnitud: cuando durante una de las presentaciones a cielo abierto dejó su instrumento y le arrebató su violín a Alexis para improvisar, y su electrizante interpretación del Concierto en Fa de Gershwin, ¡ese sí que es un pianista!
A propósito, lamento reconocer que nunca falta un pelo en la sopa, ya que este fue incuestionable y notorio. Cuando se tiene un elenco de figuras internacionales tan renombradas, resulta lastimero escuchar la intervención de quien carece de nivel. Y aunque Alondra no ha sido la única incauta que han embaucado con un cuestionable prestigio, adquirido a golpe de mercadotecnia, no pienso ocuparme más. Eso sí: por la reputación del festival, confío que será más cautelosa y constatará a quién programa en el futuro.
Felizmente, el balance es más que afortunado. No se equivoca Rafa Micha al decir que, al igual que con Frida o Antonieta, al hablar de Alondra ya no se requiere mencionar su apellido. Es una mexicana universal de la que su abuela Yolanda estaría muy orgullosa al ver el paradigma en que se ha convertido. Su talento y disciplina dan voz a los grandes compositores, y su compromiso social ha sido atinadamente respaldado por Don Alejandro Baillères para hacer, de este proyecto, el estandarte con el que sus empresas respaldan el arte y la cultura. ¡Larga vida al Festival Paax GNP!
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