“La literatura no es ajena a los debates ideológicos”: Gerardo Martínez

Jul 16 • Conexiones, destacamos, principales • 1351 Views • No hay comentarios en “La literatura no es ajena a los debates ideológicos”: Gerardo Martínez

En su primera novela, el autor recrea la vida de Evelio Vadillo, un mexicano que estuvo preso en las temidas cárceles siberianas de la Unión Soviética

POR DONOVAN KREMER

Una noche que regresaba a casa después de ver un partido de futbol, acompañado por sus compas, las anécdotas inmediatas al hecho se hicieron presentes, al igual que las inquietudes ante un interés potente, pero todavía vago. Alguien habló de la obra de José Revueltas y de un tal camarada mencionado por éste en sus libros, de nombre Evelio Vadillo, preso un tiempo en cárceles de la Unión Soviética, extinta un par de años antes pero todavía presente en el imaginario colectivo. Esa plática de amigos resultaría años después en una novela titulada El regreso del kazajo, ganadora del premio único del Certamen Nacional de Literatura Laura Méndez de Cuenca 2022.

En esta obra contada en tono policiaco, Gerardo Antonio Martínez (Ciudad de México, 1982) somete a una peripecia existencial al Vadillo ficcional, Emilio Padilla, exdirigente del Partido Comunista, quien tras regresar a México luego de 20 años de encarcelamiento en la URSS es desaparecido apenas toca el aeropuerto de la capital. El caso se le asigna a Nacho Cervera, abogado que hace de detective, vinculado al periódico oficialista. El hombre atraviesa una crisis existencial con arañas güeras rondándole la cabeza. Son los años 50 y la Guerra Fría entrecruza los cables ideológicos de una extensa operación de espionaje. La Ciudad de México se cierne como un campo de batallas en donde el individuo se enfrenta a una realidad ambivalente.

Esta historia está cargada de una serie de eventos históricos, de documentos y testimonios de los que Martínez echó mano, uno de ellos es don Evelio Vadillo hijo. Paralelamente, a esta obra le corresponde otra que pertenece más al catálogo de la obsesión, o más bien al periodismo incisivo, una obra aún inédita de la que habla en entrevista.

Gerardo Antonio Martínez es colaborador de esta casa editorial, por más de 12 años ha escrito en este suplemento cultural, además de publicar en las revistas Casa del tiempo, Común y Cronopio. En 2007 Punto de partida de la UNAM lo premió por la mejor crónica.

Traducida a obsesión, ¿cuál fue tu intención literaria en El regreso del kazajo?
Este tema de un mexicano desaparecido en la Unión Soviética, que tiene que transitar por distintas estancias, me refiero a estancias a los distintos puntos carcelarios de la Unión Soviética, lo llevaba arrastrando desde hace 20 años, y tiene varios significados; el primero es el choque del individuo con sus certezas ideológicas, cuando tus certezas chocan con la realidad, pero además cuando éstas han sido parte de tu identidad, de tu razón de ser en muchos ámbitos: desde el profesional hasta el privado. Esos pliegues de la existencia de este personaje me intrigaban mucho, era una de esas llamadas pequeñas obsesiones. Y a la par que se va contando la historia de Emilio Padilla, el personaje principal, quien de manera no ficticia es Evelio Vadillo, quien aparece mencionado por José Revueltas entre sus obras, en Los muros de agua, Los días terrenales y muy puntualmente en Los errores; Emilio fue el único mexicano que fue víctima del estalinismo, y quise contrastar su caso con el del detective a quien se le encomienda la búsqueda de su paradero, cuando Vadillo regresa a México luego de 20 años fuera y desaparece, Nacho Cervera, un abogado joven con una carrera prometedora que no tiene ninguna clase de escrúpulos para lograr la encomienda que le hace el Partido Comunista. El regreso del kazajo es la historia de dos hombres extraviados. Es una obsesión por explorar la existencia y los tormentos de dos hombres.

Te tomó ocho años llegar a la verdad, platícame ese proceso, porque entiendo que resultó de una charla casual, pero fortuita.
Sí. Una ocasión saliendo con unos compas del estadio decidimos regresarnos un tramo a “patín”, y durante el trayecto hablamos de José Revueltas y de Evelio Vadillo, entonces se convirtió en una inquietud que cobró interés, luego mi hermano Leonardo me dijo en otra ocasión: ‘Oye, tú que tienes intenciones literarias de escribir una historia, por qué no hablas de Evelio Vadillo”. Fueron ocho años. Fueron distintos lapsos a lo largo de ocho años, muchas veces se trata de hacer creer que porque te tardaste ocho años eso tiene que ser equivalente a la valoración que se le da a una obra, ya al final la obra se defiende por sí misma, y la última palabra es de los lectores, no importa si te tomaste ocho o 20 años. En un primer momento había avanzado en la elaboración de Nacho Cervera, pero llegó un momento en el que me percaté que había muy poca presencia de Evelio, así que decidí incluir su existencia a partir de dos recursos, el monólogo y narraciones que lo mencionan y a sus peripecias, básicamente las torturas a las que fue sometido, sus vaivenes amorosos, amorosos en el amplio sentido de la palabra: amistad, compañerismo, etcétera. Y las historias de estos personajes me parece que van complementándose en tanto avanzan en tránsitos opuestos.

Cuando leo El regreso… no puedo evitar tomarme un par de licencias. Me viene a la mente El complot mongol, de Rafael Bernal, y por otro lado, siento que al estar ambientada en los años 50 cabe la posibilidad de mirar en paralelo La región más transparente, donde Carlos Fuentes persigue el origen de la identidad mexicana y sus trasmutaciones. ¿Cuáles son tus referentes?
Si elaboras una historia que se desarrolla en una época, en una ciudad específica, es imposible que los lectores no lo vinculen con algunas obras que son referentes de esa época, me mencionas La región más transparente; definitivamente no la tenía en mente, la leí en la adolescencia; me mencionas a El complot mongol, de Rafael Bernal, a esa obra sí la tengo como referencia sin duda, pero también, al momento de ambientar la Ciudad de México en los años 50, pensaría más en la película El suavecito, interpretada por Víctor Parra, quizá hasta Los olvidados. Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, la forma de abordar un monólogo interno, por supuesto. Otras referencias que terminan armando esa ciudad que está presente en El regreso del kazajo son de carácter oral; por ejemplo, hablo del Tlaxcuaque, la antigua Dirección de Policía y Tránsito, que durante muchos años fue un secreto a voz que fue un centro de tortura de la policía, donde el detective termina siendo huésped distinguido de esa casa del terror. También está el ambiente cabaretero y prostibular. Uno termina incluyendo esas referencias que le llegan hasta de los abuelos, el habla, los giros lingüísticos, el calor que nosotros mamamos de nuestros abuelos. Porque es la época donde se baila el mambo. Aunque debo decir que no era la intención hacer un retrato de época, es una parte más de la obra.

Hace un momento comentaste sobre el choque ideológico. ¿También hay un compromiso ideológico del escritor?
Es imposible no tener una postura ideológica. Quien diga lo contrario, se está engañando. Es un engaño decir que la literatura tiene que ser ajena a los debates ideológicos: es querer vivir en las nubes. Que también es importante puntualizar que hay que tener una literatura militante, de compromiso; el primer compromiso del escritor es con el lenguaje, con la historia, y con los temas que le llaman. Tenemos el caso del Doctor Zhivago, de Boris Pasternak. Doctor Zhivago es el periplo de este personaje durante el estalinismo que después fue utilizado por las agencias norteamericanas para denostar el régimen socialista. Es decir, hay que ser conscientes de los extremos donde se puede estar, tanto este ombliguismo: el mirar el ombligo de una manera onanista, y por otro, correr el riesgo de hacer propaganda. Incluso, todo escritor, al ser una persona tiene una posición política, pero el mero hecho de decir que la literatura no la tiene, ya es una posición política.

El regreso del kazajo tiene una obra paralela, escribiste en un hilo de Twitter. Cuéntame de esa obra y su tratamiento.
Todo inició en la prepa, cuando me hablaron de Evelio Vadillo consignado en los libros de Revueltas. Vadillo estuvo preso en el gulag, entre 1936 y 1955. Él se fue becado a la Escuela Leninista Internacional, allá coincide con Revueltas, que fue a un congreso comunista en el año 35, y Vadillo se queda con la idea de estar un año más, en donde estudiaron, por cierto, muchos líderes de talla mundial afines a esa corriente sociopolítica, pero a Evelio le tocan los juicios de Moscú. Él corre con la suerte de no ser fusilado, y lo aprisionan en diferentes cárceles entre el 36 y el 41, algunas en Moscú y la ciudad de Oriol, cercana a Bielorrusia, y en el 41 lo liberan las autoridades soviéticas, y él se encuentra entre la espada y la pared, no tiene modo de regresar y le ofrecen a irse a Kazajistán, a una aldea, y ahí estuvo los siguientes seis años, cuando logra en el 47 entrar a la Embajada de México en Moscú.

Además, su llegada a la embajada genera una serie de conflictos internos y diplomáticos, porque no estaban preparados para resolver un asunto de un mexicano en el extranjero, y este es un antecedente del mecanismo de ayuda a mexicanos en un país tan lejano. Lo regresan ese mismo año a Kazajistán a tramitar su pasaporte, porque lo tenía retenido, y ahí lo involucran en un pleito en un restaurante, lo vuelven a entambar y las autoridades soviéticas le pierden el rastro hasta el 55.

Ahora, en el caso de la novela, la materia prima fue el hijo de Evelio Vadillo, él fue la fuente de todo esto. La crónica, aún inédita, que se titula “Memorias de la estepa”, es todo el trabajo periodístico, documental y testimonial de la historia de Evelio Vadillo, principalmente basándome en don Evelio Vadillo hijo…

Gerardo, imagina que caminas por una plaza pública de una cabecera municipal, en ella el ambiente es calmo, hay perros refugiados a la sombra de un árbol, la gente pasea tranquila. Pasan tres patrullas sin las torretas encendidas, te percatas de que van uniformados sin botas reglamentarias. Ronda el peligro. ¿Qué prevalece más, el instinto de periodista o la vena de escritor?
Prevalece el sentido de la supervivencia. La primera reacción es pecho a tierra y a resguardarse. Eso antes de la literatura y del periodismo. Ya una vez que tienes la oportunidad de asentar eso, depende de la circunstancia. Como en tu caso, los últimos 12 años los he dedicado al periodismo, a estar en redacciones, cubriendo la fuente cultural, y lo primero que tienes qué hacer es la nota, esa sería la instancia base, y ya después, en un lugar más reflexivo y creativo, ya uno puede desarrollar un trabajo literario. No necesariamente estos trabajos se tienen qué contradecir uno del otro. Tienes casos como el de Vasili Grossman, la novela de Vida y destino que la escribió a la par de su trabajo como corresponsal de guerra en la Segunda Guerra Mundial, pero eso lo hizo él; cada escritor resuelve en la medida en que sus propias necesidades y herramientas se lo van permitiendo. Al final, quien escribe una obra, la va a concluir así tenga todas las becas Fonca del mundo o así tenga que hacer otro tipo de empleo.

¿Y contigo?
Conmigo todo depende de con cuál de las dos manos la adrenalina me permita sacar el revólver.

 

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