“Donde están los límites de prensa, están los límites de la libertad”: entrevista con la fotógrafa Amber Bracken, ganadora del World Press Photo 2022

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La fotógrafa canadiense, ganadora del World Press Photo 2022, habla sobre la opresión cultural que viven los indígenas en su país y la poca información que hay en los medios sobre la resistencia histórica que estas comunidades continúan viviendo en su día a día

 

POR FRIDA JUÁREZ
Un bello arcoíris se coloca detrás de una lúgubre escena: cientos de cruces sobre las tumbas sin nombre de los niños indígenas que perdieron la vida en la Escuela residencial Kamloops, en Edmonton, Canadá. Ésta fue la fotografía del año del concurso internacional de fotoperiodismo World Press Photo 2022. Su autora es la fotógrafa canadiense Amber Bracken.

 

Bracken (Alberta, 1984) estudió periodismo en Southern Alberta Institute of Technology e inició su carrera como fotógrafa y videógrafa en el periódico local Edmonton Sun. Después se lanzó como freelancer y consiguió clientes de la talla de National Geographic, The New York Times, The Globe, The Wall Street Journal, entre otros. Su tema principal de trabajo son las comunidades indígenas en Canadá, con las que no sólo se ha involucrado como voluntaria, sino como defensora de sus derechos. Esta no es la primera vez que Amber gana en el World Press Photo, pues en 2017 fue premiada con el primer lugar de la categoría “Historia contemporánea” por su serie Standing Rock, que documenta el campamento que establecieron miembros de la comunidad siux de Standig Rock para protestar en contra de la construcción del Oleoducto de Dakota del Norte (Estados Unidos).

 

En junio de 2021, se descubrieron 215 tumbas de niños de la comunidad Tk’emlups te Secwepemc, sin identificar, en las inmediaciones de esta escuela que operó entre 1890 y 1969. Se estima que 130 escuelas residenciales eran operadas por la iglesia católica en Canadá. En estos espacios eran internados niños indígenas en contra de la voluntad de sus familias, eran sometidos a “procesos de asimilación” cultural para “borrar” sus costumbres y cultura. Esta “educación” propiciaba abusos, violencia y condiciones de vida indignas que causaron la muerte de muchos niños. Se estima que 3 mil 200 niños internados en estas escuelas murieron en ese lapso, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Canadá, aunque la cifra total de víctimas es incalculable.

 

“Terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas por medio del sistema de escuelas residenciales. Sus lenguas y culturas fueron denigradas y suprimidas; los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos”, dijo el Papa Francisco en julio, cuando peregrinó por Canadá para pedir, con “vergüenza”, disculpas por ese “error devastador, incompatible con el Evangelio de Jesucristo”.

 

El jurado del premio argumento que justo la foto ganadora, y la serie de imágenes que acompañaron un reportaje de Amber Bracken publicado en The New York Times, captura la historia de la opresión colonial.

 

En entrevista, Bracken reflexiona sobre su método para abordar las fotografías que retratan momentos dolorosos y sobre la vulnerabilidad de la libertad de prensa en el mundo y en Canadá, donde ya fue arrestada por cubrir la resistencia indígena: “Si cubrir la resistencia indígena es un límite en la libertad de prensa, esto dice que las personas indígenas no son libres”.

 

¿Cómo es que te interesaste por trabajar el tema de las escuelas residenciales de Canadá?

 

Para hablar de eso, tendría que retroceder unos años, a 2014. Era voluntaria en un lugar que apoyaba a jóvenes marginados, entonces eran niños que venían de hogares muy conflictivos, vivían en la calle o tenían adicción a las drogas. Ahí me di cuenta que el 90% de los niños eran indígenas y hasta entonces no estaba consciente de la situación de los niños indígenas, ni de su gravedad. Así que empecé a trabajar con ellos para contar sus historias, que al escucharlas, uno empieza a hacer las conexiones y a darse cuenta de que todo está conectado con la historia, con la colonización.

 

Ha sido un despertar continuo, no es que todo lo haya aprendido en 2014. Cuanto más escuchas, más investigas, más lees, más se profundiza el conocimiento.

 

¿Cómo fue cubrir la historia de las tumbas de la Escuela residencial Kamloop?

 

Fue retador porque es como cubrir un funeral. Para las comunidades, las tumbas de los niños son heridas sin sanar. Es un duelo enraizado en la profundidad de estas personas, así que tenía que ser muy cuidadosa y respetuosa.

 

En la conferencia del World Press Photo contaste que para los indígenas fue muy doloroso escuchar que tu fotografía era celebrada por su belleza. ¿Es posible hacer una imagen bella y con respeto sobre un momento terrible? ¿Qué elementos se necesitan para que este tipo de fotografías no sean insensibles?

 

La retroalimentación que me dio la comunidad indígena Tk’emlups te Secwepemc no era tanto sobre que mi foto era insensible, o al menos eso no lo escuché. Más bien, la cuestión es que cuando uno gana un concurso todos te felicitan y dicen que es una foto muy hermosa y celebran la imagen, pero no se trata sólo una imagen, pues está atada a una experiencia muy difícil. Ahí está la desconexión.

 

No creo que haya elementos en la fotografía para esto, más bien nosotros debemos de ser sensibles al momento de hablar de las imágenes. Uno puede hacer una foto, pero lo que importa es la forma en la que se hable de ésta, la forma en la que la presentas y las conversaciones que surgen de la foto y las personas afectadas.

 

Las fotos no son sólo un objeto que puede verse: todo trata sobre las personas involucradas, así que hay que hablar de eso.

 

¿Qué pasaba por tu mente cuando captaste este momento?

 

Sabía que era un gran momento, porque había querido hacer esa foto desde que llegué. No sabía que habría un arcoíris, pero sabía que quería fotografiar esa línea del memorial de los niños desaparecidos.

 

Sabía que era especial, la luz ahí estaba, salió el arcoíris… sabía que era una serendipia, un momento trascendental. “¡Wow! ¡Qué increíble momento! Debo fotografiarlo”, me dije.

 

Pero es como tener dos mentes, por una parte sabía que era genial, pero por otra parte mi mente estaba ocupada en el oficio, sabiendo que debía hacer una gran foto y también me decía a mí misma: “Ahí está, no lo arruines, no lo arruines, no lo arruines”.

 

Has hablado sobre el estado vulnerable de la libertad de prensa hoy en día. ¿Alguna vez te has sentido en riesgo por hacer tu trabajo?

 

Sí. Siempre dudo en contestar esta pregunta porque estoy consciente de la situación que viven los periodistas mexicanos, que realmente es de vida o muerte. Nunca he sentido que corro riesgo de perder la vida, honestamente. Así que hago esta afirmación en plena consciencia sobre lo que se vive aquí en México.

 

Pero al cubrir la resistencia de los indígenas (en Canadá) sí he sentido la presión del Estado, el riesgo de ser arrestada o terminar en algún fuego cruzado. No he sentido que alguien intente asesinarme, pero sí la amenaza por pararme junto a las personas indígenas. Esto te dice mucho sobre la experiencia de ser indígena en Canadá hoy en día.

 

De hecho, una vez fui arrestada durante cuatro días. Insisto, teniendo en mente el contexto internacional, no, no fui lanzada a un hoyo oscuro por 30 años, como les sucede a muchos. Pero ser arrestada por cubrir la resistencia indígena por cuatro días es algo muy impactante en Canadá.

 

¿Esto qué refleja sobre la libertad de prensa en Canadá y sobre los derechos humanos de los indígenas?

 

Creo que refleja que hay límites y que debemos prestar atención en la libertad de prensa. Porque si hay prensa libre, significa que las personas son libres. Si cubrir la resistencia indígena es un límite en la libertad de prensa, esto dice que las personas indígenas no son libres porque no quieren que sus historias se hagan públicas. Así que en los temas y lugares donde se encuentran los límites de prensa, quiere decir que ahí todavía no hay libertad y que tenemos trabajo que hacer.

 

¿Qué se debe cambiar para recuperar la confianza y respeto en los periodistas y la libertad de prensa?

 

No tengo todas las soluciones, porque de ser así ya habríamos solucionado esta terrible situación en la que no somos capaces de escucharnos entre nosotros. Mi propuesta consiste en unos pasos a seguir que podrían ayudar.

 

Primero: insistir en la educación sobre la prensa. No me refiero a que haya un curso, pero que sí se eduque, en cada etapa escolar, para que en la adultez las personas puedan tomar decisiones informadas y que evalúen de dónde consumirán las noticias.

 

Segundo. Los periodistas sí deberían dejar de tratar de ser todólogos. El mundo es un lugar grande, nuestra profesión también lo es. Creo que debemos ser especialistas, en vez de ser generalistas, porque al ser especialista creas relaciones más sólidas con las comunidades, aprendes tu tema con profundidad y te vuelves un experto, y puedes cultivar confianza en la comunidad. La confianza se construye si estás ahí todo el tiempo. Los medios hemos llegado a un punto en el que no importa quién reporte cualquier suceso, cualquiera puede presentarse, reportar y luego desaparecer y no dar seguimiento.

 

Mi tercer punto es que los periodistas debemos conocernos a nosotros mismos, saber en qué creemos, por qué nos interesan ciertos temas, pero al mismo tiempo estar dispuestos a cuestionarnos a nosotros mismos.

 

FOTO: Foto titulada Escuela residencial Kamloops, en la que se muestran vestidos colgados al costado de una carretera en Canadá en memoria de los niños que murieron en esta institución entre 1890 y 1969/ Kamloops Residential School© Amber Bracken, for The New York Times

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