Dos carpinteros contra el poder cubano

May 21 • Miradas, Visiones • 5313 Views • No hay comentarios en Dos carpinteros contra el poder cubano

POR ANTONIO ESPINOZA

 

Vox populi, vox Dei. Ni Fidel Castro, el viejo dictador cubano, se creía ese cuento. Por eso, en uno de sus kilométricos discursos, soltó la frase: “el pueblo se equivoca”, que luego fue retomada por Marco Castillo y Dagoberto Rodríguez, miembros del colectivo Los Carpinteros, quienes la plasmaron en una acuarela de gran formato. En esta obra, Pueblo equivocado (acuarela, 2015), la frase castrista delinea las ventanas de un edificio inventado por los artistas cubanos. Se trata de un pesado edificio que representa una revolución fracasada (recordemos a Rius en uno de sus libros: Lástima de Cuba. El grandioso fracaso de los hermanos Castro, 1994), que degeneró en un régimen totalitario que ha sojuzgado a los cubanos durante más de medio siglo. Castillo y Rodríguez denuncian el autoritarismo imperante en su país, la fraseología seudorevolucionaria de un régimen hecho para perdurar por siempre, pero que finalmente fue aplastado por la historia. Y el dardo de su crítica no se dirige sólo a la burocracia comunista, sino a todos los que llamo “Idólatras del Pueblo”, que los hay en todos lados y no son pocos: los que sostienen que el pueblo nunca se equivoca y siempre tiene la razón.

 

La obra en cuestión forma parte de la exposición Los Carpinteros, que luego de presentarse en el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey, se presenta ahora en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). Se trata de la primera exposición de Los Carpinteros en nuestro país, un colectivo artístico que surgió en 1992 y que ocupa un lugar destacado en el concierto del arte internacional. Bajo la curaduría de Gonzalo Ortega, se exhiben 18 obras (acuarelas de gran formato, esculturas, instalaciones y un video), trabajos de impecable factura que revelan las preocupaciones, las obsesiones y los intereses de los dos autores cubanos. Su práctica artística se orienta, por un lado, a la resignificación de los objetos cotidianos en relación con su entorno ideológico y político y, por el otro, a la crítica del decadente régimen comunista cubano, que bien vista también puede referirse a otros sistemas de poder.

 

El colectivo artístico Los Carpinteros surgió a principios de los años noventa, en medio de la crisis cubana provocada por el colapso del socialismo y la desaparición de la Unión Soviética. En un escenario de depresión económica, conocido como Período Especial, que se caracterizó por la escasez de bienes y el racionamiento de víveres, Marco Castillo (Camagüey, 1971), Dagoberto Rodríguez (Caibarién, 1969) y Alexandre Arrechea –quien formó parte del colectivo hasta 2003–, todos graduados en el Instituto Superior de Arte de La Habana (ISA), iniciaron su aventura artística. Auténticos hijos de la crisis, nacieron como artistas en un contexto de orfandad ideológica y de sufrimiento del pueblo cubano. Ante la precaria situación económica en la isla, los jóvenes artistas reciclaban materiales, entre otros madera, que utilizaban para realizar su trabajo (de ahí el mote con el que son conocidos desde entonces: “los carpinteros”); un trabajo conceptual centrado en una reflexión sobre el objeto y en la idea de que el arte puede ser un factor social de cambio.

 

Bien conocida es la represión que el régimen comunista cubano ha ejercido en contra de las expresiones artísticas que considera “contrarrevolucionarias”. El curador de la exposición que ahora me ocupa, Gonzalo Ortega, afirma que los años noventa, cuando Los Carpinteros iniciaron su carrera, fue una época en la que “la crispación entre el gobierno y los artistas se había diluido” y en la que se dio una “súbita interrupción de las persecuciones del Estado a los artistas que abordaban temas políticos y que, en condiciones diferentes, habrían sido encerrados”. A Los Carpinteros, continúa Ortega, “les tocó un gobierno viejo y cansado, con una enorme apatía para meterlos a la cárcel”. Tengo mis dudas al respecto. Habría que revisar la obra noventera del colectivo para ver qué tan “contrarrevolucionaria” era y preguntarse por qué no provocó la furia de la burocracia comunista. La exposición del MUAC no nos permite tal revisión pues se presentan obras más recientes, muchas realizadas por los artistas después de 2009, cuando establecieron su residencia en España. Así que se trata de obras que si bien pudieron ser concebidas en La Habana, fueron realizadas en Madrid, lejos del poder comunista.

 

Los anterior, por supuesto, no demerita para nada el carácter crítico de la obra de Los Carpinteros. Cuestionando las ideas tradicionales sobre el arte, la arquitectura y el diseño, Castillo y Rodríguez construyen obras audaces, contundentes, de evidente carga política, que revelan no sólo ingenio sino también sentido del humor. Una de las obras más significativas de la exposición es la titulada Movimiento de liberación nacional (metal y plástico, 2010), tres asadores de carne con formas de estrellas. En un acto certero de imaginación culinaria, la estrella simbólica del comunismo cubano se convierte en un objeto banal, perdiendo así su poder de orgullo revolucionario. Al mismo tiempo, la carne brilla por su ausencia, como ha sucedido en Cuba en los tiempos del castrismo. Otra obra que revela la realidad cubana de los años noventa y de la actualidad se llama: Clavos torcidos (metal, 2013), que habla de la escasez en la isla, en donde hasta estos pequeños objetos utilitarios tienen que reciclarse. Son varios clavos gigantes que, por cierto, fueron colocados como una instalación en una de las terrazas del MUAC, junto a otra pieza: Catedral CR-Y2 (ladrillos y cemento, 2015).

 

Tienen razón Castillo y Rodríguez: La cosa está en candela (acuarela, 2011), una obra hermanada con la ya mencionada: Pueblo equivocado. Pero el pueblo no sólo se equivoca. La sociedad cubana en general, con toda su alegría y su vigor, va en reversa, tal y como lo vemos en el video Conga irreversible (2012), en el que numerosos bailarines ejecutan el ritmo afrocubano de la conga en el centro de La Habana, bailando precisamente hacia atrás. (Seguramente los policías del régimen no entendieron el mensaje, de lo contrario las mazmorras se hubieran llenado de danzantes). Otra obra política igualmente significativa es 17 metros (tela y metal, 2015), espectacular instalación de trajes negros de vestir masculinos, colgados y acomodados en línea recta, todos violentados con un hueco en forma de estrella a la altura del pecho, en lo que parece un comentario irónico sobre una prenda tan ajena a los cubanos. Tan irónico como Candela (DM pintado y luces LED, 2013), parodia de la imaginería visual revolucionaria y Faro tumbado (2006), alusión al famoso Faro del Morro de La Habana. El faro se ha derrumbado, como los sueños revolucionarios de los cubanos, que viven ahora en el desamparo ideológico…como todos nosotros.

 

*FOTO: “Pueblo equivocado”, acuarela, 2015/ Cotesía: Museo Universitario de Arte Contemporáneo.

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