Dos filarmónicas de la UNAM
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Febrero fue un mes de claroscuros para la OFUNAM, cuya dirección oscila entre la brillantez y la improvisación
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Siempre he dicho que las orquestas de la ciudad, aunque parezca que tocan lo mismo, se presten directores y compartan a sus extras, tienen personalidades muy particulares. Pueden sonar mejor o peor según diversos factores, por emociones humanas, pero sobre todo dependiendo de la capacidad de quien tenga el turno en sus podios, pero todas, hasta hace poco, parecían permanecer más o menos en su propia referencia.
En los últimos años, sin embargo, cuando voy a los conciertos de la Filarmónica de la UNAM, me parece estar ante dos orquestas distintas, diametralmente opuestas. Y ya no puedo decir que, obsesivo con los alientos, se trate de tener dos músicos principales por instrumento: hoy no es notoria la diferencia entre ellos como existía antes de las renovaciones generacionales. Hoy existen, con la misma plantilla, dos filarmónicas en la UNAM.
Su versión aceptable la escuché el 22 de febrero, en su programa segundo de temporada dirigido por Iván López Reynoso, una muy joven figura en ascenso que ha sido ya nombrado director asociado de la orquesta. Su programa comenzó con el Bolero de Ravel en una versión pragmática pero poco memorable, en la que ninguno de los solos se escuchara, digamos, en dignidad para ser presumida por sus intérpretes: si a alguno le falló la caña, a otro la afinación o a otro más la limpieza de su primer pianissimo; aunque tampoco con basuritas que hicieran apenar a su responsable: el tiempo mantenido, algún eco de buen fraseo… hasta ahí. Y si nos van a recetar otro Bolero, que sea uno grandioso y no un “hasta ahí”.
El plato fuerte era el Concierto para piano de André Jolivet, una obra bastante poco escuchada, en manos de Pascal Gallet, intérprete referencial de este compositor. Quizá demasiado difícil para las capacidades de la orquesta, de cualquier pianista y de la unificación a la que deben llegar ambos, corrió sin mayores problemas no sin dejar la sensación de mantener el orden con delicadas pinzas que en cualquier momento podían caer. Pudo ser más rica en la claridad de sus intrincadas texturas y contar con una musicalidad más lineal y no atada a esa verticalidad que se siente en obras a las que preocupa no descarrilar.
Lo que no esperaba yo de esta OFUNAM, la aceptable, era el nivel excelente al que López Reynoso la llevó tras el intermedio, cuando dirigió las Variaciones sobre un tema original, op. 36, conocidas como Enigma, de Elgar. Creo que la lectura ejemplifica la mejor versión del lenguaje sonoro que se va construyendo: no es autoritario, pero sí responsable, con concepto sonoro propio que puede ser moldeado a cada estilo, sirviendo al espíritu de cada obra que enfrenta. El resultado de estas Enigma ha sido de profundidad; con visión, pero también con técnica para hacer sonar así a este hoy débil ensamble: con sutilezas de color, hondura de sonido y mucha nobleza de fraseos y articulaciones. La música comunica sin decir y Elgar nunca descifró con palabras el enigma de sus variaciones: hoy creo que López Reynoso nos lo descifró musicalmente.
Este resultado, más que alegrarme la noche, desalienta. Porque en un mundo normal no concibo la idea de que haya sido la misma orquesta la que haya escuchado dos semanas antes en su inicio de temporada con su titular, Massimo Quarta. Uno debe leer estas galas como manifiestos y lo presentado el 8 de febrero es uno que lo representa y describe como artista.
De entrada, ofreció un programa bastante corto y por así decirlo, simplista, apenas rozando los 60 minutos: dos oberturas muy conocidas y la architocada Quinta sinfonía de Beethoven, que debieran ser, es deseable, repertorio dominado hasta el cansancio para cualquier orquesta o aspirante a líder.
Conociendo los resultados del violinista venido a director, no esperaba, como sucedió, una aportación a la literatura beethoveniana, pero sí me sorprendió el extremo al que llevó al ensamble: falta total de carácter tanto en las oberturas (Coriolano y Leonora 3) como en la sinfonía, anodino impulso rítmico y enérgico y lentitud en sus tempi, articulaciones flojas, desdibujado entramado de las líneas de los alientos (pareciera que sólo escucha los violines), una falta de técnica de batuta que hace que en ningún primer acorde toquen juntos los atrilistas, entradas en falso de diversos instrumentos por su falta de claridad (ni siquiera podría decir que estamos ante un batutero); la obviedad de no unificar el fraseo del primer movimiento de la sinfonía, el pulso irregular constante en el segundo o el anticlímax de la transición entre el tercer y cuarto. Ni siquiera son apreciaciones estéticas, son errores elementales de solfeo.
Además de Beethoven, sucedió el estreno de Lord Have Mercy of The 21st Century, obra comisionada a Cristina García Islas, por quien agendé la cita. A ella, la había conocido por una exitosa pieza también comisionada por la UNAM para el JACK quartet (Skeleton Leaves, que recomiendo buscar en la red para conocer con claridad su trabajo).
Cualquier juicio sobre la pieza es injusto, hacia ella o hacia los músicos. Trascendió por distintas fuentes que, durante los ensayos, Quarta llegó sin conocer la pieza, que le dedicó apenas una hora durante la semana y, ensimismado en encontrar alguna luz sobre su propia incapacidad para intentar leer a Beethoven, a García Islas ni siquiera intentó descifrar. Mejor suerte a los siguientes ocho estrenos de tan rimbombante proyecto para festejar a Beethoven con nueve comisiones dirigidas por él.
FOTO: El director de orquesta Iván López Reynoso dirigió la OFUNAM el 22 de febrero./ Tomada de su Facebook.
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