Eduardo Humberto del Río García y monos que lo acompañan

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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

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Con ese nombre, seguramente ni en su casa lo conocen. En cambio decir Rius significa varias generaciones de mexicanos que se educaron (o maleducaron) con dos de las más emblemáticas historietas de este país: Los Supermachos y Los agachados.

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Lo más curioso de este asunto, es que ni el mismo Rius imaginó jamás tener tanto éxito en una profesión para la cual nunca se había preparado.

Eduardo del Río nació el 20 de junio de 1934, en una de las ciudades más conservadoras del país, Zamora, Michoacán; quedó en la orfandad de padre a los casi seis meses de edad. Por ello, su mamá, viuda y con dos pequeños más, se fue a la ciudad de México a buscar nuevos horizontes. Formado en escuelas católicas, nunca estudió en una escuela pública, terminó sus estudios de secundaria en el Seminario de los Salesianos y ahí concluyó su formación académica.

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Como la mayoría de los caricaturistas, fue un autodidacta en el mundo de los moneros. Sabemos que nunca la caricatura se ha tomado en serio y, por ende, nunca ha existido escuela alguna que prepare a quienes les interesara ser caricaturista.

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Periodistas cimarrones, artistas de banqueta, los moneros del mundo entero, cuando han querido prepararse, han estudiado artes plásticas, dibujo técnico, arquitectura, como el grandioso Helioflores, por ejemplo, pero nunca han tenido cabida en ninguna escuela.

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Por tanto, no es raro que Rius haya empezado garabateando cuadernos. Poco se habla de la influencia de su hermano, Gustavo, tres años mayor, quien hacía dibujo comercial, tiras cómicas para El amigo de la niñez, periódico de los salesianos, e ilustraba portadas para estos mismos, al tiempo que hacía dibujos para una mercería del centro de la ciudad, que tenía el cómico Capulina. Un día Gustavo regresó al Seminario deseando ser cura y Rius heredó su chamba, según cuenta en Rius para principiantes.

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El origen definitivo del caricaturista fue la casualidad.

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Empezó a trabajar en la Funeraria Gayosso en la recepción, contestando el teléfono y dando informes. Mientras se aburría como ostra, hacia monitos en cualquier papel que le caía. Una tarde le pidió el teléfono un señor que después se enteró era Francisco Patiño, entonces director de Ja-já, quien le preguntó si hacía caricatura. Algún talento le vio, y le pidió lo fuera a ver “si se le ocurre algún chiste”. Era noviembre de 1954, hace más de sesenta años.

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Ja-já. Síntesis del humorismo mundial, pese al menosprecio de muchas personas y muchos caricaturistas, Rius incluido, es una de las publicaciones emblemáticas más importantes de humor gráfico existentes en México, que publicaba cada semana lo mejor de la gráfica en el mundo y dejó una honda huella en los caricaturistas mexicanos que se enriquecían con las imágenes de los moneros del mundo entero. Así, Rius entraba por la puerta grande de la caricatura.

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Un segundo momento fue suplir a Abel Quezada en Ovaciones, lo que significó el ingreso definitivo al mundo de los monos. Empezó una vertiginosa carrera que lo llevó a ingresar a publicaciones tan disímbolas como La Nación, el periódico del Partido Acción Nacional, explicable, sin duda, por su formación y orígenes religiosos, hasta Política, una revista de Manuel Marcué Pardiñas que estaba radicalizada, en el discurso, a la izquierda.

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En 1959, un grupo de jóvenes caricaturistas que buscaba un estilo, y trabajo también, formó la revista Sic. Risas de bolsillo. Sergio Aragonés, Bauche, Almada, Quelar y Rius eran estos curiosos muchachos cuyo estilo prácticamente era igual entre los cinco, cuyo sueño, era no dibujar como Ernesto García Cabral o como Andrés Audiffred, demasiada elegancia estética, sino como Steinberg, un estilo “menos complicado”, y a través de líneas sencillas. La importancia de esa publicación es clara: el primero, Aragonés, es uno de los grandes caricaturistas del mundo y Rius, pues ya lo están leyendo.

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Es curioso mirar los monos de cualquiera de los cinco y uno podría apostar que era del otro. El argentino Oski, fue el otro modelo que intentaron copiar.

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Ese mismo año llegó La Gallina, dirigida por Miguel Gila, el genial comediante español que quería hacer una revista como La Codorniz, que dirigió en España. Ahí empezó, también, otro excepcional monero: Eduardo Gómez.

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No podemos hacer un recuento, una a una, de las innumerables revistas por donde pasó Rius, desde Ja-já hasta El Chamuco, pasando por Siempre!, Política y La Garrapata; muchas de ellas, han sido creación suya, como La Gallina, Marca Diablo, El Mitote Ilustrado, entre una larga lista.

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Lo mismo sucede con los periódicos en donde pasó, prácticamente todos los existentes en nuestro país: Novedades, La Prensa, Excélsior, Cine Mundial, Diario de la Tarde, La Jornada y EL UNIVERSAL.

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Rius en EL UNIVERSAL

Rius ha estado presente en EL UNIVERSAL en un par de ocasiones. La primera fue en 1965, en las semanas previas al Concurso Nacional de Caricatura, organizado por este diario. Era una época de enorme control político. No obstante empezaban a surgir en muchas de las publicaciones, propuestas de caricatura con nuevos moneros.

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Revistas como Siempre!, cuyas portadas originalmente fueron realizadas por Antonio Arias Bernal y, tras de su fallecimiento, por Jorge Carreño, abrieron sus puertas a dos jóvenes caricaturistas que pertenecían a una nueva generación: Leonardo Vadillo y Rius.

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Esta primera parte de la década de los sesenta tuvo otras publicaciones que empezaron a presionar a la prensa nacional para modificar el diseño y la crítica en la caricatura, como Sucesos para todos y una revista más radical: Política, que buscaban dar un vuelco en la prensa nacional.

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A EL UNIVERSAL llegó uno de estos personajes: Rius, quien trabajó durante seis meses, con un cartón diario que continuaba la línea que había comenzado en la revista Ja-já, bajo la influencia de Abel Quezada en el ámbito nacional; y del rumano nacionalizado norteamericano Saul Steinberg, en el panorama universal, quien se convirtió en el ideal de muchos caricaturistas, pues sus trazos, engañosamente fáciles, fueron el ejemplo de toda esa generación de caricaturistas que intentaron imitarlo.

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También Rius dibujaba el cartón principal de la Revista Semanal y empezó a mostrar un rostro diferente y crítico en este diario, refrescando el panorama que, hasta entonces se limitaba a la crítica internacional o a la caricatura social, dejando de lado la problemática nacional, tema que él retomó.

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El segundo momento, fue a partir de abril de 1977 cuando editó Mi Mundo, un suplemento dominical de EL UNIVERSAL que buscaba la participación infantil. Fue un proyecto que duró treinta y un números, llenos de monos del propio Rius, preguntas, filatelia, biografías; buscaba estimular a los niños a investigar, a comunicarse (cada semana daba su dirección postal para recibir cartas).

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Era totalmente realizado por Rius, aunque a veces participaban los caricaturistas Joaquín Velasco y W. Martínez, su suegro.

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En su libro Mis confusiones, cuenta que fue invitado por Paco Taibo a hacer ese suplemento. “No pude cambiarle el nombre, que me parecía indigno de los niños, pero logré hacer de Mi Mundo el mejor suplemento infantil que se hizo en el periódico de marras (y de marros)”

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Duró casi ochos meses pues, dice el editor: “Me corrieron por haber dedicado un número a la conmemoración de los 50 años de la Unión Soviética”.

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Rius para principiantes

Hasta donde sé, no existe ningún trabajo serio en torno a su bibliohemerografía, mucho menos un inventario ante los más de cincuenta mil dibujos que ha publicado a lo largo de su carrera profesional, la mayoría perdidos debido al descuido que ha tenido todo el gremio. (Una vez me vendieron ocho cartones, a un precio ridículo, se lo comenté a Rius y me dijo que seguramente eran de una caja que “tenía debajo del lavadero de su casa” y se le había perdido).

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Pero más que el caricaturista, destaco al historietista, el creador de Los Supermachos y de Los agachados, donde mostró una gran capacidad de transmitir información, con un inusitado impacto al lector, de tal suerte que convirtió a miles de personas en adictos a su obra; formó (o deformó) a toda una generación crítica capaz de criticar… hasta al mismo Rius, e incursionó en temas que nadie había tocado, como la historia humana de Jesucristo, el vegetarismo o la explosión demográfica, por ejemplo, y en muchos otros tópicos.

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En 1959 fue seleccionado por la Embajada de Estados Unidos como el cartonista del año e invitado a conocer los Estados Unidos; en 1968 ganó el Gran Prix de Montreal; en 1987 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo; la Feria de Libro de Guadalajara le otorgó el premio de la Catrina en 2004, entre muchos otros premios más, tanto nacionales como internacionales.

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Rius es el autor de libros más prolífico que existe en México, el número de títulos publicados, o reeditados, es mayor de cien libros, muchos de ellos reeditados y es unos de los pocos autores mexicanos que pueden vivir de las regalías que recibe, a pesar de grandes altibajos en la calidad de las mismas o del dogmatismo que incurre en muchas de ellas.

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Por cierto, también es capaz de rectificar sus textos, como sucedió con Cuba para principiantes, donde narra un paraíso y que con Lástima de Cuba. En el primero embelesó a cientos o a miles de jóvenes, con el segundo pocos rectificaron pues la mayoría lo acusó hasta de agente de la CIA.

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A los ochenta y cuatro años, Rius ha dejado tras de sí un mito que debe romperse. No para denostar, sino para ubicar en su justa dimensión. Hace unos años, Humberto Musacchio escribió en su columna de Excélsior: Lamentablemente, en el genial y valeroso monero habitaban algunos prejuicios inaceptables: en sus dibujos se burlaba de los intelectuales, especialmente de los poetas, a los que representaba como seres afeminados y la representación que ofrecía de cualquier judío era la del explotador mezquino”.

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No ahondaremos más en la crítica a Rius, ni en sus incongruencias pues es un ser humano que, como todos, tiene aciertos y errores y, sobre todo, una presencia fundamental en la vida cultural mexicana.

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Hace unos años terminé un texto que escribí de esta manera: como genial caricaturista, Rius no ha estado exento de errores, retracciones o falsas visiones. Bien escribió un día que “la historieta lo absolverá”. Y sí no, cuando menos lo absorberá.

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FOTO: Entre 1968 y 1981, Eduardo del Río (Rius) publicó la historieta Los agachados, en los que abordó temas variados, desde política, religión, filosofía, vegetarianismo hasta futbol. También es autor de más de cien libros en los que ha abordado la historia de México y política internacional, que se han convertido en clásicos de varias generaciones de mexicanos.  Germán Espinosa / Germán Espinosa. EL UNIVERSAL

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