El ingenio de Albee en la teatralidad contemporánea
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El Milagro presenta, una vez más, un tour de force con sus actores emblemáticos que marcan la pauta del teatro nacional, y que reviven en México el trabajo de Edward Albee
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POR JUAN HERNÁNDEZ
Llevar a escena ¿Quién teme a Virginia Woolf?, la obra más conocida del dramaturgo estadounidense Edward Albee (1928-2016), es en la actualidad una provocación en sí misma. Una provocación riesgosa si consideramos que se trata de una de las creaciones de mayor éxito internacional de la escritura dramática norteamericana moderna.
Estrenada en Broadway en 1962, dirigida por Alan Scheneider, la obra en tres actos de Albee alcanzó fama mundial cuando fue llevada al cine por Mike Nichols, con las actuaciones de Elizabeth Taylor y Richard Burton en los papeles protagónicos, en 1966. A partir de ese momento la obra no sólo se convirtió en una ambición para actores y directores de teatro en el mundo, también se volvió un título de inevitable popularidad.
Un éxito asegurado en términos de asistencia de público, sin embargo ¿Quién teme a Virginia Woolf? se mantiene con una vigencia en términos de posibilidades artísticas. De ahí que la actual puesta en escena, creación colectiva en la que participan los actores Laura Almela, Ana Clara Castañón, Pedro de Tavira Egurrola y Daniel Giménez Cacho, sea una apuesta teatral inquietante.
Los actores trabajan no sólo en la creación e interpretación de los personajes, también asumen una parte de la responsabilidad de la puesta en escena que funciona como un engranaje perfecto gracias a la comprensión no sólo del pensamiento crítico que Albee expresa sobre la cultura, la civilización y la modernidad, también por el entendimiento que consiguen sobre el sentido de la palabra y la teatralidad en el amplio espectro de la experiencia humana.
La trama podría resumirse en un argumento de tramposa simpleza: un matrimonio (Martha y George), interpretados por Almela y Giménez Cacho, reciben en su casa a un matrimonio joven (Honey y Nick), encarnados por De Tavira y Castañón, para pasar una noche de noche de fiesta que bajo el efecto del consumo del alcohol se vuelve desenfrenada.
Digo que es un argumento tramposo porque nada hay de simple en lo que le ocurrirá a los personajes, toda vez que el lenguaje de Albee es una arma sofisticada para descarnar y llegar a profundidades poco accesibles de la condición humana. Tampoco lo es cuando entendemos que estamos en presenciando una hecatombe: la devastación de la humanidad, figurada en los personajes creados por el dramaturgo estadounidense, horroriza de la misma manera que el avistamiento del hongo tras el estallido de una bomba de destrucción masiva.
“Martha” es la hija del rector de la universidad en la que trabajan “George” y “Nick”. Esa posición le confiere el poder que la convierte en un personaje estridente que esconde una profunda vulnerabilidad, sólo conocida por su pareja “Nick”, quien utilizará su inteligencia para responder a las provocaciones de su esposa, en una especie de juegos perversos que desvelan la miseria espiritual de los personajes y de la época en la que viven.
“Honey” y “Nick” se insertan en esa batalla que se libra desde la inteligencia sofisticada, el uso de la palabra como herramienta (arma) filosa que dejaría fuera de combate, desde el primer round, a un peleador de sensibilidad delicada. La fiereza de los ataques son para pesos pesados y no para pesos mosca.
La puesta en escena se realiza en un espacio amplio, el lugar de la vida cotidiana. La proyección espacial permite el desplazamiento de los personajes por lo que entendemos como un cuadrilátero del que nadie puede escapar. La atmósfera es espesa, de una violencia y una crueldad sin límite: nauseabunda.
Desde la enunciación se abren resquicios de re-significación de la palabra, en la teatralidad los textos adquieren el sentido de verdad profunda, la revelación del discurso —construido desde el desprecio absoluto por la materia de la que está hecha la naturaleza humana— se apodera de la experiencia vivida tanto por los actores transfigurados en los personajes como por los espectadores a quienes el espacio aprehende.
Si seguimos el pensamiento de Peter Brook, diríamos que esta puesta en escena es una experiencia que vale la pena ser vivida, como corresponde a ese tipo de teatro que no permite la complacencia y en donde el humor se convierte, como señala “Martha”, en sentido del ridículo. Sí, ¿Quién teme a Virginia Woolf? es un riesgo para quien le da nueva vida, pero también para quien acude a verla con la idea preconcebida de su popularidad, sin comprender que una vez adentro los filos de esta teatralidad brutal violentarán la suculencia de la comodidad y el decoro.
FOTO: ¿Quién teme a Virginia Woolf? se presenta en el Teatro El Milagro (Milán 24, Juárez) miércoles, jueves y viernes 20:30, sábados 19:00 y domingos 18 horas, hasta el 5 de mayo / Fotografía Blenda/Cotesía El Milagro.
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