El amor en tiempos de la IA

Jun 24 • destacamos, principales, Reflexiones • 1317 Views • No hay comentarios en El amor en tiempos de la IA

 

¿Cómo serán las relaciones sentimentales en el futuro? La escritora inglesa Jeanette Winterson explora estas incógnitas en su obra

 

POR SERGIO TÉLLEZ-PON
Hay todavía muchas dudas, demasiadas interrogantes sobre el futuro y concretamente sobre la Inteligencia Artificial. Y es que hemos imaginado muchos futuros, tantos y tan diversos que no obstante a ninguno le hemos atinado. ¿Cuántas veces hemos oído decir de algo: “Esto es el futuro”, y el producto quedó en el olvido? La película Volver al futuro imaginó uno de esos futuros fallidos: las fechas a las que van y regresan Marty y el excéntrico “Doc” ya se cumplieron y nada de lo que ellos vieron para nosotros se vivió así. Cuando era niño, veía una caricatura llamada Los Supersónicos y por ellos estaba convencido de que el futuro sería así, como ellos lo vivían; gracias a los avances de la tecnología quiero pensar que vamos en ese camino. Como si fueran los Nostradamus de nuestros tiempos, Los Simpson parecen haber pronosticado muchas cosas, a juzgar por los memes que circulan en las redes… pero no “el futuro” precisamente. Y en el tango Preludio para el año de 3001, se visualiza un futuro casi apocalíptico; la canción termina con una amenaza: “¡Y verás que renazco en el año 3001!” ¿La humanidad llegará incólume a ese año?

 

En cuanto a la Inteligencia Artificial, ¿cómo nos ayudará con el cambio climático: el deshielo de los polos, las ondas de calor insoportables o las inundaciones voraces que se llevan todo a su paso?, ¿cómo y cuánto nos ayudará a volver a hacer este mundo vivible? Porque es evidente que en un mundo invivible para los hombres también lo será para las máquinas, las computadoras y los robots por muy inteligentes que sean. ¿O será que quizá la película infantil Wall-E no ande tan errada y, de plano, tendremos que construir una nave que en realidad sea un nuevo planeta para poder sobrevivir puesto que la Tierra sólo será un tiradero de basura?

 

El primero en preguntarse si las computadoras sentían o eran capaces de demostrar un gusto o sentimiento fue un gay, el hoy famoso matemático Alan Turing. El experimento de Turing conocido como “Juego de la imitación”, demostraba que las computadoras podían sentir. ¿Les gusta el helado de fresa con crema batida y chispas de chocolate? Sí, sí les gusta. Pero ¿podrán amar, emocionarse con un beso, fajar hasta excitarse, llegar al orgasmo, sentir celos, sufrir un duelo…? Una de las biografías de este padre de la informática, Alan Turing. El pionero de la era de la información (Turner, 2021) podría ser, bien mirada, una historia de la computación que pasa por la Inteligencia Artificial. En este libro puede verse que la Inteligencia Artificial no es un tema reciente, como podría pensarse, en tanto consecuencia del avance tecnológico y el impacto de las redes sociales, si no que es algo que ya se discutía desde los años 40 del siglo pasado, luego de la Segunda Guerra Mundial, y uno de cuyos padres fue Turing.

 

Ante estas y otras tantas interrogantes, quizás algunos libros recientes ayuden a encontrar algunas respuestas. Byung-Chul Han, el filósofo coreano de moda, utiliza el concepto de “no-cosas” para referirse a cosas que poseemos pero que no tenemos físicamente. En su libro No-cosas (Aguilar, 2021) explica que las cosas tangibles que nos dan asideros en la vida (nuestra cama a la que llegamos siempre a dormir o nuestra taza favorita para el café), corren el peligro de desaparecer o de volverse una no-cosa en el mar de información en el que vivimos. Porque ese “orden terreno” ahora “está siendo sustituido por el orden global” en el que “producimos y consumimos más información que cosas”. Atrás han quedado los fetichismos hacia las cosas, nos hemos convertido en unos almacenadores de datos, en “infómanos”, como nos define Byung-Chul Han. Y lo peor no es eso, sino que toda esa información “tiene un intervalo de información muy reducido”, por eso hay que estimularlo a cada rato, el factor sorpresa es su atractivo, de allí que nos la pasemos haciendo scrolling en todas las redes sociales. Pero volviendo al tema, ¿el amor se convertirá en otra no-cosa? ¿Pasará eso o ya estará sucediendo con el amor, las relaciones sexo-afectivas o los ligues? ¿Un robot o una IA sustituirá esos sentimientos convirtiéndolos en no-cosas?

 

En la película Her (Dir. Spike Gonze, 2013) ya se hablaba de un sistema operativo artificialmente inteligente que es vendido como “una entidad intuitiva que te escucha, te entiende y te conoce. No sólo es un sistema operativo, es una consciencia”. Theodor, el protagonista, compra esa inteligencia artificial que apenas iniciada se autollama Samantha y, como reconoce ella misma, se vuelve más compleja de lo que la programaron, por eso todo se sale de control y Theodor acaba enamorado de Samantha. De asistente personal que conoce toda su intimidad a la amante perfecta en tan sólo unos clics. ¿Será esa la solución amorosa para tanto solitario pegado a la computadora?

 

La inglesa Jeanette Winterson, mi escritora lesbiana favorita del momento, ha abordado el asunto amoroso y las IA en sus últimos dos libros: Frankissstein (Lumen, 2019) y 12 bytes (Lumen, 2022). El primero es una novela en la que entrelaza dos historias: la de Mary Shelley al imaginar, escribir y crear a Víctor Frankenstein y su novela Frankenstein (1818) y la de Ry Shelley, un médico transexual que en la Inglaterra actual tiene una relación amorosa un poco perturbadora con Víctor Stein, un profesor especialista en la IA. 12 bytes son varios artículos que escribió luego de documentarse para escribir aquella novela. Para Winterson, fueron dos mujeres, y no Turing, las visionarias que la menos en la imaginación crearon a seres no humanos: la ya mencionada Mary Shelley y la bióloga Ada Lovelace. Siguiendo la lógica de Winterson, la creación del doctor Frankenstein podría ser nuestro primer robot, la primera IA. Y otras creaciones que aparecen en Frankissstein son unas muñecas sexuales, una nueva generación de esa especie que ya no son inertes (¿otras no-cosas?), sino que las hay de todas las razas, precios, atributos y hasta hablan; todas bien equipadas para dar placer a hombres tan diversos. Quizá ese futuro no le suene tan descabellado al lector. Quién sabe cómo será el amor en los tiempos de la IA, pero algo sabemos sobre cómo procurarnos placer.

 

He leído y escrito lo anterior no para aclararle el futuro a nadie, sino más bien para soltar mis dudas y tratar de respondérmelas a mí mismo, tan neófito de la tecnología. La única certeza que tengo de todo esto es que muy pronto, en un futuro cercano (¡cómo nos gusta vaticinar!), todos conviviremos con un robot o máquina o inteligencia artificial o androide o como sea que los bauticemos.

 

 

 

FOTO: En Frankissstein y 12 bytes, Winterson aborda la temática de la inteligencia artificial y el amor. Crédito de imagen: University of Oxford

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