El bien y mal amado, visión agridulce sobre el amor
POR JUAN HERNÁNDEZ
El teatro contemporáneo se ocupa de un tema universal, inabarcable y aún misterioso: la relación amorosa. Los puntos de vista y la profundidad acerca de la naturaleza del amor son variados, pero en El bien y mal amado, de Ben Webb, se trata de una exposición arquetípica de la vida de dos amantes que se conocen, se enamoran, se separan, sufren el duelo y se levantan luego, como el Ave Fénix, de entre sus cenizas.
Suena cursi y lo es un poco, pero quién no lo ha sido alguna vez frente al ser amado y sucumbió al modelo del amor idílico de los cuentos de hadas, en donde la princesa y el príncipe viven felices para siempre.
Ben Webb es un autor joven, nació en 1981, en Londres, y es autor, además de la obra en cuestión, del libreto de un cortometraje titulado Our life together, en donde también pone bajo la lupa la naturaleza del amor en el acto cotidiano de la vida.
El joven escritor se hace preguntas pertinentes en una época de vacío y desolación. ¿Qué significa amar? ¿Es el amor la panacea de la infelicidad? ¿El amor se diluye como un caramelo agridulce en la humedad de la boca? ¿Vivir en pareja incrementa la soledad y el aburrimiento?
Las cuestiones se plantean en el contexto de la vida cotidiana; no hay intención alguna de crear simbolismos o abstracciones, sino de encontrar, si es que eso es posible, algunas respuestas sobre la naturaleza del amor en el comportamiento humano ordinario.
En El bien y mal amado, obra traducida al español y llevada a escena por Mariano Ruiz, en el Teatro la Capilla, con las actuaciones de Gabriel Hernán, Jonathan Ramos y el propio Ruiz, disfrutamos de una historia que por común y universal resulta empática desde el primer momento.
La puesta en escena mexicana propone, en primera instancia, crear una intimidad entre los actores y los espectadores. La complicidad se establece desde el momento en que el público es recibido por un actor que invita a participar de la experiencia teatral no desde la barrera sino en el ruedo.
El espectador degusta un dulce que le ha sido ofrecido por uno de los intérpretes, recurso que cobra sentido en la experiencia estética pues se convierte en el sabor agridulce del amor y en su desvanecimiento gradual. Una sensación personal que encuentra su correspondencia universal en la puesta en escena, en donde la historia amorosa parece seguir el mismo proceso del dulce en forma de corazón, que al mismo tiempo que se disfruta se consume.
La puesta en escena cuenta la historia de dos varones que se enamoran, disfrutan de ese encuentro y luego se separan. Es interesante que si bien se trata de una pareja homosexual, ni el autor del texto, ni el director de la puesta en escena, hacen énfasis en esa condición, a la que asumen como algo dado. En la obra lo importante es la naturaleza del ser amoroso y no su identidad sexual.
Quizá una debilidad de la puesta en escena sea la exacerbación del punto de vista idílico sobre el enamoramiento, en una época en la que los más jóvenes se relacionan de un modo distinto a como lo hicieron quienes nacieron antes de la Internet y los teléfonos celulares inteligentes.
El cambio en las relaciones interpersonales a partir del uso de las nuevas tecnologías no se subraya en la puesta en escena, lo cual me parece una carencia en un montaje que parece estar dirigida a un público joven.
Sin embargo, resulta una puesta en escena disfrutable. El trabajo sobresaliente de los actores, de gran exigencia física, no dan pie al aburrimiento o la distracción; las escenas dramáticas y los juegos a veces tiernos, otras de franca violencia, permiten que el montaje discurra con un ritmo y un nivel de energía que se mantiene y no decae en ningún momento.
Quién no haya vivido una historia de amor como la que aquí se cuenta que tire la primera piedra. Seguramente, con sus variantes, todos tenemos algo que decir al respecto, ya que en algún punto nos hemos convertido en el bien o el mal amado de nuestras historias amorosas.
*Fotografía: El bien y mal amado se presenta en el Teatro La Capilla (Madrid 13, col. Del Carmen, en la ciudad de México), los jueves, a las 20:30 horas; hasta el 24 de octubre.
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