El costo personal de la democracia: entrevista con Rosa Montero
Escrita a cuatro manos junto a Olivier Truc, La desconocida es la más reciente novela negra de la multipremiada autora española, donde aborda uno de los problemas sociales que aquejan a Europa y América: la crisis de los desplazados y la violencia que ésta acarrea. La autora también conversa sobre las fisuras del sistema, amenazado por el avance de ideologías y líderes extremistas
POR LEONARDO DOMÍNGUEZ
En el puerto de Barcelona, un guardia y su perro descubren a una mujer joven inconsciente dentro de uno de los contenedores. Sus recuerdos eran oscuros como la noche, había perdido la memoria, no recordaba quién era ni la lengua con la que se sentía más cómoda para expresar sus miedos y, quizá, una que otra alegría. Este es el inicio de La desconocida, una vertiginosa novela negra de Rosa Montero y Olivier Truc.
En medio de una historia policial y una cadena de incógnitas que el lector buscará descifrar, la escritora española logra cimentar una trama frenética, pero que también tiene espacio para reflexionar sobre algunos de los problemas más profundos que enfrenta nuestro siglo: el desplazamiento forzado de miles personas.
Esta novela nació como una provocación del Festival Quais du Polar, de Lyon, Francia, que invitó a Montero (Madrid, 1951) y Truc (Dax, 1964) a realizar una trama policial a cuatro manos, pero la misión debía estar alineada a ciertos engranajes: ocho capítulos que deberían alternarse, cado uno de hasta 20 mil caracteres, la historia debía desarrollarse en Barcelona y Lyon y sólo tenían tres meses para terminarla. El reloj corría.
Montero, una de las escritoras más premiadas en español y de una obra inagotable, cuenta algunos de los embrollos que tuvo que sortear para culminar esta novela; además pone la lupa en episodios que, a diferencia de La desconocida, no necesitan una tarea detectivesca para dimensionar la premura con la necesitamos actuar ante el calentamiento global, el impacto de la inteligencia artificial en nuestra vida y el ascenso de los regímenes totalitaristas.
¿Cuáles son los retos de escribir una novela a cuatro manos?
Me tocó escribirla cuando hacía la promoción de El peligro de estar cuerda, durante los tres meses que tuvimos para concluir la novela me tocó viajar cuatro veces a Latinoamérica; prácticamente escribí en las filas de migración. Mientras que Olivier estaba entre Estocolmo y Ucrania, él empezó con unas grandes dificultades porque su primer capítulo, lo hizo estando en Ucrania como corresponsal de Le Monde. Fue un trabajo muy peculiar, el Festival nos lo vendió como un cadáver exquisito, pero desde el primer momento sentimos que eso era una tontería porque no puedes hacer una novela negra así; el cadáver exquisito es el juego surrealista que cultiva el absurdo, mientras que una novela negra tiene que ser una especie de artefacto de precisión, como un reloj. Desde el primer momento asumimos que debíamos sorprendernos mutuamente, pero que teníamos que ponernos de acuerdo en las líneas generales de la novela y hacia dónde iba. Hay dos cosas que me dejan maravillada de este libro: la primera es que sí logramos terminarlo en el lapso pactado por el Festival y la segunda es que la novela tiene sentido, cosa que era muy difícil lograrlo a cuatro manos. Fue muy divertido trabajar con Olivier, funcionó de maravilla. Te daré dos primicias. Netflix nos ha comprado los derechos para hacer una película, estamos muy contentos. Y la otra noticia es que hace poco Olivier y yo llegamos a la conclusión de que sí haremos otra novela juntos.
Cada capítulo termina con algo completamente inesperado, ¿qué los unió para generar tanta tensión en una novela corta?
Las circunstancias en la que fue escrita influyó, ambos estábamos con un pelotazo de adrenalina brutal porque en ese momento teníamos una vida muy acelerada, además de la presión por terminar la novela en tres meses. Sí sentí que escribí borracha de adrenalina, y esa especie de aceleración se pasó a la novela. Cuando haces una novela propia te la piensas por un buen tiempo, haces un esquema del libro para construir sus puntos de tensión: sube y baja y dejas descansar al lector, cada una tiene un ritmo interno preciso pero que no es lineal; en cambio, en La desconocida, como sólo eran ocho capítulos, intuitivamente ambos terminábamos cada capítulo con un punto de tensión para ver qué hacía el otro. Entre lo corta que es la novela, lo adrenalínico que estábamos y nuestro deseo por sorprendernos se formó una especie de ritmo frenético.
La pérdida de la memoria de la protagonista es fundamental en esta historia. ¿Por qué el olvido nos causa una sensación tan antinatural?
En la memoria se basa la identidad, la memoria es lo que somos, pero hay que tener en cuenta que la memoria es falsa, la memoria es un relato, es puro cuento, pura invención; creemos que recordamos nuestro pasado de una manera fiable, pero no es cierto. Por ejemplo, con mi hermano a veces converso de las cosas que nos pasaron en la infancia y yo te aseguro que los padres de mi hermano no son mis padres, cada quien se ha inventado una infancia distinta. La memoria es un cuento que nos contamos, un relato en constante construcción porque además lo vamos cambiando: lo que recuerdo de mi infancia no es lo mismo que recuerdo hace 20 años. En ese relato está la base de nuestra identidad.
Una de las escenas que da pie a esta novela es el contenedor con migrantes que terminan asfixiados en Texas. Lamentablemente es un fenómeno que cada vez es más común en México.
La crisis de los millones de desplazados es uno de los problemas más acuciantes que hay en nuestro tiempo, junto al calentamiento global y la inteligencia artificial son las tres grandes crisis en las que estamos fracasando. Son miles y miles de personas desplazadas y estamos teniendo un fracaso estrepitoso en todo el mundo; no estamos haciendo nada y nos estamos quedando en un avispero tremendo. Recordemos lo qué pasó con los desplazamientos brutales en Siria, que además están relacionados de alguna manera con esta novela, porque hay 40 mil menores desplazados de Siria desaparecidos que pasaron a la trata de humanos.
¿Fracasamos por falta de voluntad o por incapacidad?
Primero por falta de capacidad porque somos muy torpes, muy egoístas, muy pequeños, manipulados por los grandes poderes económicos que a su vez son los más torpes y los más egoístas, los más ciegos, los más brutos, que no se dan cuenta de que esto no va a tener futuro si no lo ven de otra manera, pero solamente están centrados en el beneficio, pero ese beneficio les durará muy poco sin cambios radicales. Lo veo muy complicado.
Otro de los problemas que vincula a América y Europa es el ascenso de ideologías extremistas.
Sí, de hecho Bruna Husky, que ahora estoy escribiendo la cuarta entrega, nació de una percepción que tenía de cómo en el mundo iba creciendo una tentación por los totalitarismos, y esto ha empeorado en los últimos años. Hay una crisis de credibilidad democrática en el mundo, como la democracia es muy transparente, y esto es bueno, deja ver claramente todos los enormes fallos del sistema: la hipocresía, la falta de igualdad real. Tiene mucho que ver con la salida en falso de la crisis de 2008, se supone que salimos de la crisis, pero salimos con un coste del empobrecimiento del 25% de la población mundial, las personas dimensionaron que sus hijos van a ser más pobres que ellos, que ha bajado su nivel económico y social. Además, tienen la sensación de que esta democracia no les representa ni lucha por ellos, porque mientras ellos han bajado su calidad de vida resulta que los que fueron responsables de la crisis no han pagado nada por ella, y encima se han hecho más ricos; la diferencia entre los ricos y los pobres ha aumentado en estos últimos años, curiosamente después de la Segunda Guerra Mundial bajó la desigualdad. Entonces han dejado de creer que esta democracia los representa.
¿Esto abre la puerta a que ciertos personajes se aprovechen?
Se creen que los nuevos demagogos, populistas, extremistas, van a representarlos y que estos personajes que se dicen antisistema van a ir contra ese aparato corrupto, pero es mentira. Es lo mismo que pasó en el surgimiento del nazismo, estamos en la república de Weimar en ese sentido, el nazismo también nació y se potenció después de la crisis del 29. Claro, se echan a los brazos de esta gente que supuestamente son antisistema, como Donald Trump. Por otro lado, también enfrentamos otros problemas tan cruciales, tan enormes, que nos hacen sentir perdidos, como la crisis de los desplazados que no sabemos cómo arreglarla; la crisis climática, acabamos de pasar por una pandemia; estos problemas nos han hecho polvo. En esos momentos de crisis total, hay una añoranza de la horda, una añoranza de un pasado más elemental que se mitifica, y que no es verdad que fuese así, pero parecía que estábamos más protegidos. La democracia y la civilización tienen un coste personal porque tienes que reprimir tus peores instintos para ayudar al más débil; esa construcción de la democracia y esa construcción de la civilidad exige de cada uno de nosotros un esfuerzo importante. Entonces, cuando el mundo parece que se hunde, la gente prefiere ser rebelde frente a esa especie de obligación de colaborar, por eso en la gente hay una rebeldía de extrema derecha, como si ser de extrema derecha fuese ser rebelde, por eso hay tantos jóvenes que se están interesando en estos movimientos y por eso está llegando a sitios como Finlandia, situación alucinante. Pero los excesos totalitarios son de ambos lados, los extremos son iguales, para mi Daniel Ortega es un fascista. Después de pasar por estos monstruos, la gente entenderá que no es el futuro, lamentablemente primero habrá que pasar.
Ahora que comentas de los jóvenes, me llama la atención que Vox ha ganado popularidad en la juventud española…
El 12% de los jóvenes, entre 18 y 25 años, votan a Vox. Los derechos, la igualdad y todas esas conquistas de la humanidad, que se han peleado durante varios siglos, de repente, ahora, son el marco de referencia ortodoxo, es decir, dictan lo qué debe ser, y es verdad que debemos ser así, pero también se ha creado esa especie de rebeldía que dice: “No, no es lo que debe ser”, “Por qué vamos a ayudar a los demás, cuando podemos refugiarnos en nuestro egoísmo”. Avanzar en la democracia exige un esfuerzo.
También tienes una larga y destacada trayectoria como periodista. Uno de los debates que han surgido es cómo va a interferir la inteligencia artificial en este oficio. ¿Cuál es tu lectura de este fenómeno?
Lo que me preocupa no es sólo el periodismo, sino más ámbitos. Por ejemplo, ya hay enormes problemas con los ilustradores, ellos están desesperados porque muchas editoriales de libros infantiles ya trabajan con inteligencia artificial. Una de las primeras sentencias que han salido para regular esta tecnología fue en Estados Unidos y ha dictado que las ilustraciones hechas por IA no pueden registrarse como propiedad intelectual; pero el problema es mayor y no estamos haciendo nada, no estamos legislando para ordenar la inteligencia artificial, para impedir que sea un delito que alguien realicé una imagen de ti asesinando a una anciana, es muy peligroso porque es probable que nadie pueda distinguir que es una imagen falsa. Pero hay otro problema aún mayor, que es la singularidad de la inteligencia artificial, se le llama así al momento en que la IA supere las capacidades intelectuales del ser humano, ahí es donde podemos ir directo a la extinción. Los 30 mil académicos que firmaron una carta para pedir una moratoria de seis meses no fue sólo para conseguir que los ilustradores conserven su trabajo, sino para evitar encaminarnos a una extinción.
Si hoy Rosa Montero perdiera su memoria, ¿le gustaría recordar que es escritora?
Si perdiera mi memoria, sería espantoso porque pierdes la identidad, pero mi identidad pasa esencialmente por el hecho de que soy escritora. No puedo ser yo, sin ser lo que soy, escribo desde los cinco años, para mí es algo estructural. Para volver a ser yo, tendría que volver a recordar que soy escritora.
FOTO: La escritora española Rosa Montero (72 años) se mantiene en forma para la cuarta entrega de Bruna Husky. Crédito de imagen: Beatriz López vía Random House
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