El cuarteto latinoamericano
Adelanto del libro Las cartas del Boom, cuya edición estuvo a cargo de Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos, bajo el sello de Alfaguara
EDICIÓN CONJUNTA
Las únicas asociaciones de escritores que considero útiles y solidarias son las que se establecen mediante el contacto personal y la correspondencia privada entre escritores amigos.
Gabriel García Márquez a Carlos Fuentes, 26 de enero de 1967
—Cuatro —dijo el Jaguar
Mario Vargas Llosa, La ciudad
y los perros
Este es un libro histórico. Sus editores creemos que su publicación bien merece una pachanga. Será leído mientras exista y se estudie la literatura latinoamericana —o la literatura a secas—. Es la reunión, por primera vez, de la correspondencia entre los cuatro principales novelistas del Boom latinoamerica no: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Los dos últimos recibieron el Premio Nobel, y los dos primeros lo merecían; a nadie hubiera sorprendido que lo obtuvieran. Esta conversación entre cuatro amigos brillantes y exitosos nos ofrece un acceso sin precedentes a sus relaciones personales y colectivas, con todos sus encuentros y desencuentros, y nos abre una ventana privilegiada a la literatura y la política latinoamericanas, especialmente durante un periodo crucial de su historia moderna, entre 1959 y 1975.
El Boom, un fenómeno cultural de significación mundial, fue a la vez una coyuntura y una cristalización, la culminación de medio siglo de evolución literaria en ese continente periférico y desconocido, América Latina, y al mismo tiempo, en la relación entre estos cuatro escritores, una situación única y fascinante: un momento (un eterno presente segundo tras segundo), un movimiento (o estilo), un grupo (como los Beatles, otro fab four de la época), un club (como el Pickwick Club, del que Cortázar fue maestro de ceremonias), una hermandad (la Orden de los Caballeros de la Mesa Cuadrada, quizás), una alianza (provisional, como demostrarían posteriores acontecimientos y conflictos políticos), un juego (rayuela, póquer, sparring, Monopoly), una competencia (amistosa), una rivalidad (menos), un debate (interminable), una fiesta (sobre todo latinoamericana), una celebración (de compadres), una apoteosis (también de la novela latinoamericana) y, por encima de todo, muy sencilla mente, un cuarteto (masculino) dedicado a debatir el enfoque literario y político de un continente entero en su época más decisiva, más emocionante, más optimista y —durante un tiempo, porque nada dura para siempre y los años setenta serían totalmente diferentes— el momento más utópico de su historia moderna.
En segundo lugar, si bien existía un número significativo de escritores sobresalientes estrechamente vinculados con el fenómeno o asociados con él, cuando los críticos se referían a “los escritores del Boom” hablaban sobre todo de cuatro novelistas, los autores de este libro. Los otros que se mencionan con frecuencia —en especial el chileno José Donoso (uno de los principales cronistas del Boom e incluso autor de una novela que lo recrea), el cubano Guillermo Cabrera Infante y Juan Goytisolo (pese a ser español), todos ellos grandes escritores— nunca alcanzaron el mismo estatus. Los cuatro compadres reconocieron implícitamente, como se lee entre líneas en estas cartas, su pertenencia semioficial al grupo de élite, a pesar de ocasionales negativas juguetonas o producto de arrebatos de modestia. Nosotros, críticos e historiadores (somos cuatro, por supuesto), creemos que una lectura atenta de estas cartas evidenciará la aceptación individual de su estatus y el reconocimiento mutuo de cada uno de sus pares, y también pondrá en claro que cada uno de los cuatro había llegado a considerarse un escritor latinoamericano además de argentino, mexicano, colombiano o peruano. Ese descubrimiento de una identidad compartida había ocurrido, de un modo aislado y telegráfico, entre los poetas del Modernismo hispanoamericano finisecular, y de modo explícito en la década de 1920, un siglo después de la independencia de España, cuando varios escritores destacados de distintos países latinoamericanos se dieron cuenta, sobre todo en París y Madrid, de que sus diferencias nacionales eran mucho menos importantes que lo que tenían en común.
Lo que hoy llamamos América Latina solo ha impactado la atención mundial cuatro veces en su historia: durante la época de conquista y colonización por España y Portugal a fines del siglo XV y comienzos del XVI; durante las luchas por la independencia en las primeras décadas del siglo XIX; en la década de 1920, si bien en menor grado, cuando se produjo una nueva fase de la globalización política, económica y cultural, y las regiones coloniales y poscoloniales del planeta empezaron a penetrar la conciencia y la cultura europeas después de la Primera Guerra Mundial; y sobre todo en la década de 1960, en los años subsiguientes a la Revolución cubana. Esa primera década de la Revolución fue también la época en que se escribieron la mayoría de las grandes novelas del Boom.
Si está lejos de ser cierto que el Boom es una secta de cuatro, es incontrovertible que el Boom se empieza a contar siempre con esos escritores: es sin duda un cuarteto, pero un cuarteto formado dentro de una orquesta de decenas de miembros notables, un cuarteto que no reemplaza ni desplaza a la orquesta entera de la novela y la literatura latinoamericanas. Los años clave de Las cartas del Boom narran el momento de máximo auge de este cuarteto, un momento en el que los creadores parecían haber empezado a escribir menos solos para tocar en conjunto como parte integral de una misma literatura. Este volumen ahonda, con la seriedad que corresponde, en ese reconocimiento y esa regeneración de un pasado en común, pero también juega a fondo, por primera vez, con la idea de que los cuatro novelistas del Boom formaron una camaradería o camarilla o mafia, dicho esto con el indispensable sentido del humor que bautiza a otros conjuntos (la Generación Perdida, los Beats, los Angry Young Men, la Onda, el Crack, McOndo…). Los nombres oficiales que conocemos de memoria desde la escuela son aquí narradores-personajes de sus propias vidas: Cortázar es Julio y al calor de la amistad es también “Sumo Cronopio”; Fuentes es Carlos y “Águila Azteca”; García Márquez es Gabo y “el Coronel”; Vargas Llosa es Mario y “Gran Jefe Inca”.
Desde luego, el diálogo a cuatro voces que estas cartas registran es un constructo de Homo ludens, un juego con reglas rigurosas en eso que Huizinga llamó “la indisoluble alianza del fervor ante lo sagrado con la simulación y la diversión”, la misma idea de juego que es trasfondo rector en las novelas mayores del cuarteto: la invocación al “juego, acción, fe” en La región más transparente de Fuentes, la invitación al azar de Rayuela de Cortázar, el destino echado a los dados en La ciudad y los perros de Vargas Llosa, o el Buendía de Cien años de soledad de García Márquez que descubre en la literatura “el mejor juguete que se había inventado para burlarse de la gente”.
Las cartas del Boom es una pieza integral en esa secuencia. La parte central de este libro, las cartas sobre el camino hacia el Boom y su manifestación misma (1955-1975), se llama “Pachanga de compadres” a propósito de una frase de García Márquez dirigida a Fuentes en que celebra por anticipado el Premio Rómulo Gallegos a su compadre Vargas Llosa, nada sorprendente viniendo del autor que aseguraba que Cien años de soledad era un vallenato y El amor en los tiempos del cólera un bolero. Las reuniones entre ellos se llamaban pachangas, casi como santo y seña, y así se reitera en cartas de Fuentes (con motivo del PEN Club de 1966) y Cortázar (a raíz de la “rejunta” definitiva en Saignon en 1970). En el caso de Vargas Llosa, esta “pachanga de compadres” se emparenta con otros títulos “alegres” suyos (La orgía perpetua, La Fiesta del Chivo), además de conformar un ejemplo práctico y autobiográfico de sus consejos en Cartas a un joven novelista. Estos títulos siempre dicen más de lo que parecen, y también Las cartas del Boom es más que una colección de misivas: es una narración continua de picos dramáticos, cómicos y aun tragicómicos, una relación de prodigios que despliega al máximo las afirmaciones, negaciones y contradicciones de cuatro novelistas latinoamericanos.
Las reglas del juego
Como cualquier juego, Las cartas del Boom tiene unas reglas de participación. Es el cumplimiento de ellas sin exclusión lo que creemos que explica la costumbre de empezar a contar el Boom con este cuarteto. Las reglas son, de nuevo, cuatro: 1) escribieron novelas totalizantes, 2) forjaron una sólida amistad entre ellos, 3) compartieron una vocación política, y 4) sus libros tuvieron una gran difusión e impacto a nivel internacional.
FOTO: Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márzquez y Carlos Fuentes, autores de Rayuela, La Ciudad y los perros, Cien años de soledad y La región más transparente, respectivamente. Crédito de imagen: Archivo El Universal
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