El destino del cuerpo

Feb 17 • destacamos, Reflexiones • 849 Views • No hay comentarios en El destino del cuerpo

 

POR DINA VERGARA
Moscú

Fue el poeta soviético Vladímir Mayakovski quien escribió: “Lenin vivió, Lenin vive, Lenin vivirá”. Como presagio, sus palabras no fueron sólo una declaración revolucionaria, sino un hecho que hasta hoy habita en un sarcófago, inamovible y a prueba de balas, en mitad de la Plaza Roja. Sin embargo, esta tumba, posiblemente la más legendaria de Rusia, una vez fue vaciada.

 

Desde su muerte en 1924, visitar al padre de la revolución rusa resultó en algo ceremonial para algunos. Hoy, cualquiera puede ingresar al Mausoleo de Vladímir Ilich Uliánov.

 

En el recinto, alumbrado por un rojo fúnebre, es inevitable respirar un aire solemne. A pesar de ello, piedras, botellas y hasta un martillo han sido lanzados contra el féretro en distintas ocasiones; en 1967 y 1973 hubo dos atentados al interior, en el que murieron varias personas. Sin embargo, solo una vez se enfrentó a un peligro.

 

Por decisión del Politburó del Comité Central, el cuerpo de Lenin sería enviado en secreto a Siberia. El Mausoleo fue vaciado el 3 de julio de 1941 tras el inminente acercamiento del ejército nazi a la capital soviética.

 

La operación requirió de tres trenes y una comisión que asegurara cada perno y remache. El vagón que trasladó el sarcófago contaba con amortiguadores especiales e instalaciones para asegurar su temperatura hasta llegar a Tiumén, situada a unos mil 500 kilómetros de Moscú.

 

Boris Zbarsky, bioquímico y uno de los encargados de su embalsamamiento, fue el principal guardián de Lenin durante su estancia en la escuela técnica de esta ciudad. Zbarsky se encargó de llamar cada diez días a Stalin para informar sobre el estado del cuerpo durante tres años y nueve meses, hasta que el 29 de marzo de 1945 se dio la orden de regresar el cuerpo a su actual y permanente residencia.

 

Hoy, el legado de Lenin vive, pero la discusión del futuro de su cuerpo sería abrir una caja de Pandora. Reanimar a la momia podría convocar tormentos políticos a los que, desde el fin de la URSS, nadie se quiere enfrentar.

 

 

 

FOTO: Vladimir Lenin posa para un fotógrafo en 1922. Crédito de imagen: AP

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